martes, agosto 11, 2009

UN EDITORIAL DEL DIARIO LA PRENSA.NI EXCELENTE.

El vicio de la reelección

El vicio, enfermedad o tentación de la reelección ataca o puede atacar a cualquier persona, sea política partidista o no. La reelección es un vicio que no sólo ataca en el ámbito del poder político, sino también en el de las organizaciones civiles y las privadas que desempeñan funciones de interés social. Y además, no es un mal característico de la gente de un sólo país o grupo de naciones, es una enfermedad que afecta en todas partes del mundo.

Por eso es que mientras en Nicaragua se ve a un Daniel Ortega sofocado porque su plan de reelegirse otra vez en el poder no está todavía asegurado, en Venezuela, Ecuador y Bolivia se mira a Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales, amontonando consultas plebiscitarias para asegurarse que permanecerán en el poder hasta que se mueran, y si fuera posible, para seguir gobernando desde el más allá. Hasta el pintoresco Manuel Zelaya, en Honduras, a pesar de que la Constitución cesa automáticamente de sus funciones públicas al que pretenda reelegirse en el poder, quería meter el caballo de Troya de la reelección con el cuento de una consulta o encuesta popular. Y el colmo es que incluso políticos o gobernantes que se precian de ser muy demócratas, como Álvaro Uribe en Colombia, Oscar Arias en Costa Rica y Lula da Silva en Brasil, han caído en la tentación o el vicio de la reelección.

Los políticos y gobernantes reeleccionistas, para tratar de justificarse dicen cualquier disparate: que son imprescindibles, que el pueblo los idolatra, que es imposible cumplir sus grandiosos programas sociales en pocos años, que si los diputados se reeligen también los presidentes deben poder hacerlo, que en el sector privado los gerentes y los dueños de las empresas también son reelegidos en sus cargos, etc. Sólo les falta decir que si un padre o madre de familia es jefe del hogar hasta que se muere, igual “oportunidad” deben tener los presidentes, diputados, magistrados, ministros y demás personas que viven de los impuestos de los ciudadanos y dicen sacrificarse por el pueblo.

El afán de estar siempre en el poder parece ser intrínseco de la persona humana y seguramente por eso es aceptado por algunos grupos sociales y a veces por las multitudes. Y tal vez por eso es que la reelección no se practica sólo en el ámbito del poder político, sino también en organismos sociales, sindicatos, clubes y asociaciones humanitarias y religiosas.

En la esfera política se insiste en practicar la reelección a pesar de que las experiencias han sido desagradables y en algunas ocasiones hasta trágicas. Como en Nicaragua, donde la reelección ha causado prácticamente todas las grandes tragedias sociales y políticas que ha sufrido el país desde que se proclamó como Estado independiente. Pero también hay excepciones honrosas. Se conoce, por ejemplo, que cuando se fundó Estados Unidos de Norteamérica a George Washington lo quisieron convencer de que se proclamara rey democrático, en contraposición a Jorge III de Inglaterra, que era un rey antidemocrático. Washington rechazó semejante despropósito y aceptó la reelección sólo una vez. Y cuando trataron de convencerlo de que se volviera a reelegir, él se negó categóricamente. Y así fue hasta que en los años treinta y cuarenta del siglo XX, el presidente Franklin Rooselvet se reeligió tres veces, aunque el último mandato ya no pudo ejercerlo porque murió por enfermedad. Entonces se volvió al sistema establecido por George Washington, de que sólo se puede ser presidente de Estados Unidos dos veces y nunca más.

Pero si el interés y la intención de permanecer durante toda su vida en el poder es propio del ser humano —aunque también hay personas que lo desprecian—, no es lo mismo su ejercicio en el ámbito de los negocios privados que en el gobierno, donde se representa a toda la nación y se vive generalmente muy bien a expensas del dinero que la gente paga al Estado como impuestos por trabajar y producir. Y en el caso de las organizaciones privadas pero de interés social, permitir o no la reelección de sus dirigentes depende de la voluntad de sus mismos asociados.

Tal es el caso del Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep), cuyo presidente que está a punto de terminar su segundo período quiere reelegirse para un tercer mandato, o más todavía, a pesar de que hasta ahora está o estaba prohibido ostentar la presidencia por más de dos ejercicios. Pero eso depende de los mismos empresarios que pertenecen a dicha organización. De todos modos los empresarios del Cosep deben valorar que cuando prohibieron la reelección se les reconoció su buen ejemplo democrático; y que si ahora cambian de línea a tenor de los vientos que soplan en el poder político del país, seguramente la gente pensará lo contrario.

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