Ortega debe demostrar que puede ser
un Estadista, no simple «mandamás».
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Por Nicolás López Maltez Director de La Estrella de Nicaragua nicolas@estrelladeni-caragua.com |
La República de Nicaragua tiene a su favor todos los documentos, tratados, laudos y sentencias para enfrentar las pretensiones e inventos del gobierno de Costa Rica y obtener una histórica victoria.
Pero todos esos instrumentos están en manos del actual gobierno de Daniel Ortega y este temporal gobernante tiene la obligación de saber utilizar y aplicar con inteligencia esos recursos legales, legítimos e históricos.
En palabras sencillas, Ortega debe comportarse como un Estadista y demostrar que puede serlo, frente a un concierto de naciones que Costa Rica, sin tener la razón ni el derecho, ha logrado orquestar.
Su peor derrota sería que actuara como un «mandamás» o un tiranuelo callejero.
Los problemas de la política exterior de un Estado no se resuelven con turbas garroteadoras, ni con el ejército de serviles lambiscones de los CPC ni con insultos a otras naciones.
En este delicado caso, no se trata de evitar una derrota internacional de Ortega, se trata de que en una derrota, Ortega se lleva arrastrada a toda la República de Nicaragua y su futuro.
Tengamos el pleno temor de que los funcionarios encargados de las relaciones exteriores, son capaces de aplaudir cualquier desacierto de Ortega, aunque sepan que aplicarlo resulte en grave perjuicio para Nicaragua, como sería el caso de volver a perder territorio nicaragüense por decisiones estúpidas de gobernantes, tal como ocurrió en el pasado.
El primer desastre de Nicaragua, cuando perdió más de diez mil kilómetros cuadrados, las provincias de Nicoya y Guanacaste, comenzó con una guerrita de pandilleros políticos, timbucos y calandracas, Fruto Chamorro contra Máximo Jerez, que abrió las puertas a los filibusteros de William Walker, invasores que llegaron con el membrete de «cooperantes internacionalistas», pistoleros contratados por Francisco Castellón para derrotar a Chamorro Pérez.
Walker se dedicó a derrotar primero a Nicaragua con miras a tragarse también a todo Centroamérica, Costa Rica incluida, que al participar en su propia defensa, resultó apoderándose de las dos mencionadas provincias nicaragüenses. Todavía hoy los ticos llaman con desprecio a los nicoyanos y guanacastecos «nicas regalados».
Cuando Nicaragua estaba invadida por tropas norteamericanas, los gobiernos de Adolfo Díaz, primero, y José María Moncada en 1928, entregaron a Colombia las Islas San Andrés y Providencia, y una serie de cayos, islas y cayos de la plataforma continental de Nicaragua.
Hace sesenta años se enseñaba en las escuelas que el territorio de Nicaragua tenía 148,000 kilómetros cuadrados, pero de un plumazo, por la codicia política de los hermanos Somoza Debayle, Nicaragua renunció al Territorio en Litigio con Honduras, y la frontera retrocedió hasta el Río Coco, Segovia o Wanki. Ahora se enseña que Nicaragua tiene 130,000 kilómetros cuadrados. A Honduras se le entregaron 18,000 kilómetros cuadrados con una pasmosa irresponsabilidad. Todos los gobernantes ya están muertos, pero Nicaragua volvió a quedar mutilada.
En el editorial que reproducimos abajo, se advierte el peligro de politizar el dragado del Río San Juan.
Reconocemos también que dragar nuestro Río, obstruido por la naturaleza con la ayuda de los vecinos, es una obra no solamente positiva sino trascendental y lograrlo constituye un enorme mérito. Con el dragado, Costa Rica, que nunca reclamó ni protestó a Google Map por la correcta frontera marcada por años en su sistema, inventó que esa frontera estaba equivocada y generó el conflicto.
Todo lo que procura Costa Rica, es paralizar el dragado. La actual defensa del territorio, aunque se trate de un área minúscula, es defensa de la soberanía de Nicaragua.
Todos los instrumentos legales que favorecen los derechos de Nicaragua: tratados, laudos y sentencias, se hicieron en 1855, 1888 y en el 2009, este último es la sentencia de la Corte Internacional de Justicia, que comenzó en los gobiernos anteriores, de modo que ninguno de ellos es pertenencia de banderolas rojinegras, sino del pabellón azul y blanco.
La actual defensa de la soberanía no es asunto que debe manejar gente improvisada, nombrada por lealtades personales o políticas. Debe integrarse un equipo de expertos experimentados, talentosos y de magna capacidad que elabore y ejecute una estrategia triunfal.
No fue un ministro de Ortega quien le hizo ver que no debió atacar tan ligeramente a México, que es miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidos, sino un excanciller del último Somoza: el Embajador Harry Bodán.
Teniendo todo lo necesario para ganar este conflicto, Nicaragua debe resultar triunfante. Ortega y todos los nicaragüenses vivos, moriremos más temprano que tarde, pero si Ortega pierde, Nicaragua quedará mutilada por los siglos de los siglos.
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