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Las relaciones perduran en la medida que los espacios en que se muevan sean totalmente seguros. Para que cualquier propósito o empresa sea efectivo el factor de la seguridad, de la certidumbre es y debe ser una condición sinequanon. Cualquier elemento que no responda a éste planteamiento y que empañe la inmaculada virginidad de la confianza se convierte en el otro polo de lo que pretendemos. La confianza es el pulso y el latido del éxito. Sin ella nada podría fundamentarse. Cualquier cosa que se haga sin el elemento que representa está destinado al fracaso.
La desconfianza es perniciosa. Es un ancla que nos sujeta al fondo y no nos permite evolucionar porque lo que nos imprime es miedo a tomar decisiones para avanzar. Para que la desconfianza haya tomado plaza en nosotros tuvo que haber antes un acto desleal, una traición que nos dolió y marcó tanto que se convierte en una película automática que se activa en nuestras mentes cada vez que tratamos de reeditar situaciones por las cuales se nos sembró el temor o el miedo, por algo por lo que ya antes hemos pasado. Por eso se dice que cuando se traiciona la confianza nunca las cosas vuelven a ser igual.
La desconfianza es entonces un bajo instinto y los corazones nobles no deberíamos cargarla pero qué pasa cuando la traición y la deslealtad la han inoculado? Traslademos de lo personal a lo nacional éste problema de la desconfianza y evaluemos el daño que nos han hecho aquellos que la han generado. En una ocasión el ex-embajador de Japón en Nicaragua, Mitsuhiro Kagami, decía que en nuestro país la forma de hacer política es muy difícil de entender para los extranjeros y que la misma cambia todos los días. Con ello quiso decir diplomáticamente que vivimos enfrentados tratando unos y otros de hacernos daño.
Desconfiar es marcar una distancia, levantar un muro, evitar la comunicación o dañarla, perderse cosas que pueden ser útiles para el crecimiento espiritual de los individuos, de los grupos, de sociedades completas.
Desconfiar es juzgar por anticipado. Etiquetas, apodos, sobrenombres, es el rostro de la suspicacia que resta y divide, que separa y ahuyenta; que obstaculiza y congestiona las vías por donde fluirían de forma natural las relaciones, la comunicación y la solidaridad; oxígeno que nutre la salud de esos conglomerados humanos que todos llamamos sociedad.
El mundo de la desconfianza está plagado de fantasmas. Cansa desconfiar todo el tiempo de todos. No es ni siquiera saludable. Algunos creen ver micrófonos, cámaras, identificaciones y teléfonos intervenidos donde no están. Es angustioso desconfiar de todo y de todos. Es injusto, además de absurdo propiciar y servir de vehículo a los rumores y suposiciones infundadas sobre personas que nos acompañan, visitan, o simplemente se interesan por nosotros.
No hay que vivir juzgando. Al fin y al cabo no somos dioses. Tampoco personas amorales que deban ser excomulgadas de algún sitio. Si perseguimos la identidad nacional, familiar e individual, si buscamos la justicia social, el bienestar general, la solidaridad, la libertad, el respeto por la diversidad; si luchamos por todo esto apelando a la no violencia, al diálogo y la reconciliación; si por esas cosas debemos ser vigilados, juzgados y condenados; pues bienaventurados nosotros, porque muy mal debe estar el resto para el que, con tales ideales, resultemos sospechosos. Cualquier sociedad normal en el mundo se enorgullecería de esas ambiciones, de los ciudadanos que las atizan, de los grupos sociales que las defienden.
La desconfianza nos está llevando a la degradación moral. Si sus efectos son perniciosos en el universo de mundos tan pequeños como una pareja, un hogar o una empresa, entonces imaginemos lo que puede hacer alrededor de un todo. El reflejo de esto último puede ser perfectamente el país que tenemos y que lo mal conducimos porque lo único que aflora en ésta Nicaragua es desconfianza. El gobierno es visto con desconfianza por la mayoría del pueblo. El pueblo por su parte se siente solo porque tampoco confía en sus defensores porque han estado divididos.
El presidente sabe que no las tiene todas consigo, sin embargo en vez de corregir los errores del pasado los está profundizando enviando un mensaje equivocado a quienes quieren sentirse seguros de vivir en un presente diferente con los mismos que ayer menospreciaron la confianza que todo un pueblo había depositado en ellos y que lamentablemente desembocó en una guerra fratricida que nadie quería entonces y nadie quiere ahora.
Por su parte los que por separado representamos a la mayoría de los nicaragüenses que no votamos por Daniel tampoco la tenemos consigo. Unos y otros hablamos de unificarnos pero nos hemos estado matando aunque la base exija, reclame y demande la unidad. Es decir los dirigentes y los dirigidos, los de arriba y los de abajo, hemos desconfiado.
Así las cosas Nicaragua entera es una víctima de la desconfianza y eso, por el bien de todos, del gobierno, de los sandinistas, de la oposición, de los liberales y la democracia debe encontrar un fin porque de lo contrario en el camino seguiremos hallando problemas y no soluciones y eso es desgaste sobre desgaste en contra de la patria.
Creo que es imperativo que los liberales superemos nuestros miedos y dejemos a un lado la desconfianza. Es necesario que enfundemos los machetes. Es necesario que los interesados en crear un marco confiable hacia la confianza dejen de escuchar el discurso altanero de la división en aquellos que torpedean la unidad.
A mí en lo personal me agrada que Arnoldo Alemán haya retomado los encuentros con Eduardo Montealegre porque es señal de que se están entendiendo, que las pláticas estimuladas por Monseñor Juan Abelardo Mata están produciendo frutos. Eso me encanta porque se le comienzan a ver las casitas al pueblo y eso significa que los primeros pasos hacia la unidad son firmes.
No digo que todo esté totalmente acomodado pero cuando la estridencia de las voces necias no se hace escuchar, cuando vemos que los polos no solo ya no se resisten entre sí, sino que además se sientan a conversar juntos, desde un mismo pensamiento, entonces la señal es evidente e indican que las diferencias están siendo puestas a un lado para preferenciar los temas que nos unen y no los que nos dividen.
Me parece correcto entonces que los que deciden se pongan de acuerdo, al fin y al cabo es lo que todos queremos pues de lo contrario seguiremos con el yugo de la opresión sobre nuestro lomo. Sin embargo no basta con que los líderes se pongan de acuerdo. Además de ese paso hace falta bajar la mirada, ver hacia abajo y darse cuenta del valor que cada quien tiene en la base.
Es increíble observar que los entornos de los líderes políticos en el liberalismo, al arrogarse más importancia de la que en realidad tienen, como maltratan con sus actitudes a quienes en realidad constituyen la fuerza. Digo con esto que hay chompipes que se creen “pavos reales” que cuando llegan a las reuniones son incapaces de saludar al que tienen al lado cuando se sientan. Otros para granjearse aprecios inmerecidos te dicen sí a cualquier cosa para luego mentir cuando es más valiente decir no cuando no hay u otros más perdidos que pretenden ordenar para creerse jefes cuando en la causa de la libertad todo es mejor cuando lo que fluye es del corazón.
Cuando estas cosas saltan la desconfianza se germina y entran en juego bacterias letales que nos contaminan y torpedean todo el esfuerzo por juntar los valores dispersos de una unidad que no puede quedarse estancada en el reencuentro de la gran familia liberal pues además debemos atraer a otras corrientes ideológicas que junto a los gremios, a los trabajadores organizados en sindicatos y a todos los movimientos de la sociedad civil hagamos posible la unidad sincera donde los excluidos sean únicamente los estorbos.
POR NICARAGUA CUESTE LO QUE CUESTE ASI PENSAMOS EN EL MOMENTO.
· Detalles del Momento se transmite de lunes a viernes de 8 a 9 de la mañana a través de los 30 mil vatios de potencia de la soberana del dial, Radio La Poderosa. Igual nos puede sintonizar en www.lapoderosa700.com
Moises Absalón Pastora.
martes, abril 27, 2010
DETALLES DEL MOMENTO. LA DESCONFIANZA
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