lunes, noviembre 07, 2011
Una elección bien robada
Si el conteo de los votos es correcto, Daniel Ortega ganó con 64% del voto. ¿Qué quiere decir esto? Varias cosas. Primero, las elecciones muestran el descrédito de los partidos políticos tradicionales—PLC, PLI—que ni siquiera aparentan negociar al borde del precipicio. Saben que dividen a la oposición y no les importa. Solo quieren una cuota de poder o, en el caso de Arnoldo, un premio doble: el hueso que le tira Daniel para tenerlo entretenido, y la libertad condicionada que le da el pacto con Daniel; si Arnoldo no colabora en dividir a la oposición, va a la cárcel por corrupto y punto. Segundo, las elecciones son un referendo positivo sobre la estabilidad política. El Danielismo es una imagen fiel del Somocismo, pero con twitter y youtube. Tercero, la popularidad de Daniel se apoya en una premisa simple: la división del pastel estatal bajo el mantenimiento de ciertas reglas de juego básicas: una política macroeconómica prudente y ortodoxa, con acuerdos con el Fondo Monetario Internacional y lazos normales con el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo y una convivencia aceptable con el Gran Capital Nicaragüense, que opera sin mayor problema, siempre y cuando no trate de influenciar las cuotas de poder establecidas por el Sandinismo. Cuarto, un discurso populista beligerante que solamente las bases populares de baja educación formal toman en serio. Eso garantiza un piso electoral del 25%. El resto de los votantes Sandinistas consideran que los gobiernos de derecha nunca les dieron nada—literalmente. Nunca les dieron unas tejas de zinc o una canasta de alimentos. Están jodidos, pero menos jodidos que con los otros.
En los próximos cinco años veremos el desarrollo de una nueva clase política formada por dos elementos: a) un elemento continuista de votantes mayores de 30 años que ya se hacen la idea de que el Danielismo está para quedarse y hay que acomodarse a la situación. Esta gente no considera la cosa grave: el país crece, Daniel ladra pero no muerde, y hay estabilidad política; (b) una versión Nica de los indignados, formada por votantes educados menores de 30 años que no tienen claro cómo el país les dará empleo en el futuro y como el continuismo político funciona para sus intereses. Si Daniel logra entender que ese núcleo de votantes es la esperanza de Nicaragua para que la clase media crezca y el país comience a mejorar su nivel de vida, entonces tendremos Danielismo para rato, como en el caso del PRI en México. Si no lo entiende así, en cinco años tendremos otra farsa electoral.
Fuente: Peinando la culebra.
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