Mildred Largaespada
Cabeza sangrante de gallina
In Centroamérica, Comunicación, Educación, Migración, Mujeres, Periodismo, Política on 23 septiembre, 2011 at 11:41 amPor Mildred Largaespada
Una cabeza sangrante de gallina le tiraron al patio de su casa a una periodista nicaragüense como señal de intimidación y amenaza de muerte. Como aviso para que callara sus denuncias ante los actos de corrupción de algunas instituciones en su Jinotega natal, un bellísimo departamento al norte de Nicaragua.
La respuesta de la periodista, Silvia González, ante el gesto violento fue exiliarse del país. No había sido la primera “señal” que le enviaban. Antes la habían llamado por teléfono, dejado mensajes de texto y Hamilton Altamirano, un sujeto apodado El Pajarito y miembro del partido Fsln, de Daniel Ortega, amenazó directamente a la hija de González diciéndole: “Mirá, decile a tu mamá que se ande con mucho cuidado, porque le vamos a pasar la cuenta y le vamos a dar donde más le duele”. En otros gestos violentos, voces sin identificar le llamaron diciéndole: “Si seguís molestando, te damos 48 horas de vida”, “Si no te callás, vamos a callar a uno de tus hijos”, según contó la periodista a la prensa local.
Estamos pues ante una de las respuestas más dramáticas –el exilio- de una profesional de la información (corresponsal de El Nuevo Diario) como reacción ante la cultura política de algunos miembros del orteguismo, que ya no pueden cargar sobre sí mismos con la idea tan humana como es la de que no todos pensamos igual.
González se convierte de esta manera en la reunión de todos los padecimientos que viven los periodistas en Nicaragua por la enfermedad de intolerancia que sufren algunos de los activistas del gobierno de la familia Ortega-Murillo. Y la ensangrentada cabeza de gallina se convierte en el símbolo de la violencia institucional hacia la libertad de expresión.
Código mafioso
Hay una escena de la película El Padrino cuando un grupo mafioso envía a Vito Corleone un pescado muerto envuelto en papel periódico, un código grupal para avisar que uno de sus miembros había sido asesinado. La cabeza sangrante de gallina lanzada al patio de una periodista adquiere signos y reglas de código mafioso, un lenguaje que quieren imponer a los y las periodistas para llevarnos a la degradación total y al que nos tenemos que negar.
Debemos de rechazar en todos los niveles ese tipo de comunicación política. El partido gobernante debería dar clases intensivas en sus escuelas de cuadros sobre las miles de distintas maneras que existen para comunicar tus ideas sin recurrir a la violencia, sobre las miles de formas de expresarse con credibilidad para convencer, sobre el abecé básico de la cultura política que necesita el país y que no es otro que el no repetir la intolerancia hacia “los otros”. Y los demás partidos deberían hacer lo mismo.
Estos hechos lamentables han construido un código: En el fondo, cuando González decide irse del país le está diciendo a su amenazador que es ella quien le dará la oportunidad de seguir siendo humano, le quita la posibilidad de materializar sus intenciones, la niega la tentación de convertirse en asesino. Le salva de deshumanizarse.
Su amenazador, o amenazadora, y quienes le animaron a no controlar la sangre que fluía velozmente en su cabeza, deberían rogarle a Silvia que vuelva. Y ya poseídos del acto humano que derivó de advertirse entre ellos mismos del bien y del mal que se hace, decirle ¡gracias Silvia por creer que todavía somos humanos! Ahora ella tiene el poder, sólo hasta que regrese se podrán salvar.
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