Cuando nacemos y nos criamos entre cubanos, nos parece que hemos vivido toda una vida rodeados de ADIVINOS. Es algo así como que con antelación, todos sabemos perfectamente lo que va a pasar y si no pasa, con una facilidad tremenda, podemos "cambiar de palo pa'rumba" y decir: "¡Ah, yo sabía que no iba a pasar nada!"
Las "profecías cubanas" casi siempre comienzan con: "Me juego todo al canelo a que..." y terminamos con un tajante: "¡Eso es al segurete!" Es como si los cubanos lleváramos a retortero una mochila que contiene "una bola de cristal mágica".
Usted trabaja junto a un cubano en cualquier oficina y ve que un tipo se le acerca a una bella joven y le dice: "¡Señorita, la felicito, usted es una empleada ejemplar!". ¿No es esa una frase inocente para el resto de los seres humanos? Claro que sí, pero el cubano se adelanta a los acontecimientos, adivina el futuro, nos guiña un ojo y nos dice con picardía: "¡Tú verás, tú verás, el fajón es inminente!"... Es aquí, en los Estados Unidos, donde yo me he acostumbrado a escuchar los partes meteorológicos, porque en mi país no hacía falta eso, todos los cubanos podían adivinar y decirnos: "¡Mi socio, ve agarrando un paraguas, que va a caer tremendo aguacero!"
A veces no adivinamos, o por lo menos no hacemos patente nuestra clarividencia, y de buenas a primeras "pasa algo" y molestos decimos: "¡Lo sabía, lo sabía, yo sabía que eso iba a pasar!" Y es muy difícil saber si el cubano está incómodo por lo que pasó o porque él, sabiéndolo, no lo advirtió a tiempo.
En realidad no existe "el pesimista cubano", se trata simplemente de "un adivino de mal agüero". El adivino cubano "se tapa" diciendo: "Yo quisiera estar equivocado, pero me parece que...". Es decir, que si adivina bien, y si no adivina él está contento porque adivinó que quizás no iba a adivinar. ¡INCREIBLE!
¿Usted nunca ha estado sentado en un restaurante con un cubano y éste comienza a "adivinar" que la carne de puerco que ordenó le va a caer mal? Y al terminar la comida, "adivina" que el café cubano que se está tomando lo va a desvelar toda la noche.
Donde más crecen nuestras dotes de "adivinos" es cuando estamos viendo un juego de béisbol. A cada instante el cubano nos dice: "Tú verás, tú verás que éste va a tocar la bola". Las bases están llenas, el "manager" no saca al pitcher, y ahí mismo, al unísono, once millones de cubanos "adivinan": "¡Me juego la vida a que le van a meter un jonrón!"
Usted observe que la inmensa mayoría de los padres cubanos jamás les pegan a sus hijos, los regañan muy poco, y rara vez los ponen en penitencia. Simplemente, los padres cubanos les adivinan las calamidades que le pueden pasar si no les hacen caso. Y decimos cosas como: "¡Lo que te va a pasar es que, si vuelves a tirarte en segunda base así, vas a partirte la clavícula!"
Créanme que la única forma en que yo logré controlar a mis hijas fue adivinándoles lo que les iba a suceder. Llegó un momento en que solamente tenía que decirles: "Hagan lo que les dé la gana, pero ¿ustedes saben lo que les va a pasar si lo hacen?"
Pero la verdad es que con los hijos son con los únicos que sinceramente preferimos no adivinar. Un día, a las 10 de la noche estaba cayendo recio aguacero. A esa hora, y bajo aquel diluvio, una de mis hijas decidió irse para Las Vegas con un grupo de amigas.
Esa noche no funcionó el: "¿Tú sabes lo que te puede pasar?" Se fue de todas maneras. No dormí ni un solo segundo en toda la noche adivinando un tremendo accidente. Por la mañana me llamó muy contenta y feliz. Y yo pensé: ¡Menos mal que no le pasó nada, qué bueno que yo no soy adivino! Desde luego, no perdí mi cartel de adivino cubano, y le dije: "¡Yo sabía, yo sabía que todo iba a salir bien!".
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