sábado, septiembre 24, 2011

¡CAMBIO LOS TARECOS POR LA LIBERTAD DE CUBA!

por Esteban Fernández

Lo que en Cuba era un lujo aquí resulta una necesidad. El carro, por ejemplo, era un lujo. Yo conocí a muchísimos hombres que vivieron felices y muy tranquilos durante toda una vida y jamás tocaron el timón de un automóvil.

Sin embargo, aquí es completamente imposible vivir sin (por lo menos) un carro. El automóvil es una necesidad perentoria. Se necesita carro para trabajar, para hacer los mandados, para poder convidar a una muchacha a pasear y hasta para ir a la esquina.

El otro día un amigo me dijo: "¡Chico, tengo tremendo problema, se rompió el carro de mi señora, y la verdad es que nosotros con un solo carro en mi casa no podemos vivir!".

El teléfono es otro artefacto que jamás fue una necesidad en Cuba. Yo podía pararme en la puerta de mi casa y dar un grito y todo el pueblo lo escuchaba. Aquí el teléfono se descompone por dos días y nos parece que es una tragedia. Aquí hay que tener dos o tres teléfonos en la casa, una línea particular para los muchachos, y el celular para cuando estemos en la calle.

El televisor (y no un televisor sino dos o tres) es aquí una necesidad, sobre todo en momentos de soledad. Donde yo me crié no había soledad. Todos los familiares y amigos viviendo cerca, y cientos de lugares para reunirme con mil coterráneos a mi disposición.

Aquí, hasta estar en el "Internet" y recibir "E- Mails" es una necesidad. Ya usted si le dice a alguien: "No, yo no estoy en el Internet" es como decirle: "No, yo no estoy en nada".

Y yo me pregunto: "¿No éramos felices, disfrutábamos de la vida, de las playas, de los parques, de las amistades, en la Cuba de antaño, y nos divertíamos sanamente, sin tan siquiera haber escuchado la palabra "Internet"?".

¡Por favor, si yo conocí guajiros cubanos que vivían muy felices y no tenían ni luz eléctrica en sus bohíos con piso de tierra!.

¿Cuál es el mejor invento del mundo? Y la gente responderá: "El televisor, el fax, la máquina contestadora de llamadas, el celular etc.".

Pero la verdad es que yo vivía más feliz cuando creía que los mejores inventos eran la quimbumbia, los trompos, los caniques, los papalotes, el Casino Español de La Habana donde me llevaba Oscar Fonseca, el río Mayabeque y la Playa del Rosario. Lo triste es que Ibis perdió a Cienfuegos, Luisa al Central Providencia, y Aldo a Caibarién...

Constantemente, en mi entorno, escucho quejas: "Yo no puedo vivir sin la computadora, sin las tarjetas de créditos". El otro día llamé a un amigo y me dijo: "Espérate, te llamo luego, porque ahora estoy loco buscando el control remoto del televisor". Vaya, como si levantarse del sofá y encender, apagar, y cambiar los canales del televisor fuera un crimen imperdonable.

Y yo opino, y quizás esté loco, que lo difícil, lo duro, lo grande, no es la falta (por un ratito) de algún artefacto moderno, lo GRANDE, lo triste, es vivir eternamente sin el Cabaret Regalías, sin Jueves de Partagás, sin el Cauto, sin el Hanabanilla, sin Varadero, sin Guanabo, sin los Tomeguines del Pinar, y sin la jutía. ¡Eso si es un gran desastre!

¿Saben ustedes qué cosa es un millón de veces más GRANDE que perder (por unos días, porque están rotos) el televisor, el carro, el teléfono, la computadora?: haber perdido PARA SIEMPRE a Leopoldo Fernández, a Alberto Garrido, a Aníbal de Mar, a Ñico Membiela, a Barbarito Diez, al Benny Moré, a Mimí Cal, a Edmundo Amorós, a Roberto Ortiz, a Willy Miranda, a Celia Cruz. Yo daría todos mis artefactos eléctricos, y los suyos si fueran míos, por la única verdadera necesidad, y el único lujo, de los cubanos: LA LIBERTAD DE CUBA.

Mucho más triste que morirse sabiendo que no podemos llevarnos a la tumba los cachivaches eléctricos modernos es morirse sin ver la Patria libre. Y no es lo mismo dejar de herencia mil tarecos que una patria propia y un millón de palmas reales.

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