Sunday, February 5, 2012
Llegó Papá, coño!!!
Este artículo de Moisés Naím salió en El País de hoy. Hay que leerlo.
Papá es Hipólito Mejía y quiere ser presidente de la República Dominicana. Llegó Papá es su eslogan de campaña. Y su promesa a los votantes es que Papá les dará lo que no tienen y nunca han tenido. Las elecciones son el próximo mes de mayo y Mejía, quien ya fuera presidente entre 2000 y 2004, podría ser reelegido a pesar de que, durante su mandato, el país sufrió una de las peores crisis económicas de su historia.
Nada de esto interesa mucho al resto del mundo. Pero, a veces, en países sin mayor visibilidad internacional suceden cosas que señalan tendencias globales. La campaña de Hipólito Mejía —y su eslogan— reflejan corrientes que están apareciendo cada vez en más países. El populismo, el machismo, la propensión de los presidentes elegidos democráticamente a tratar de quedarse o volver al poder y la propensión de los votantes a reelegir mandatarios cuya gestión fue desastrosa las vemos de Rusia a Italia y de Tailandia a Ecuador.
Populismo. Con su eslogan Llegó Papá, Hipólito Mejía aparece en los barrios pobres repartiendo dinero, ropa o comida. El populista busca el voto con regalos y promete cualquier cosa sin importarle sus consecuencias o su viabilidad. Si bien todos los candidatos recurren a la demagogia, los populistas van más allá. No les importa hacer promesas que saben que no pueden cumplir o distribuir riquezas que no existen. Una vez en el poder, los populistas necesitan manejar a su antojo los recursos del Estado y por eso no toleran controles ni contrapesos y desprecian a legisladores, jueces, prensa y opositores. Con frecuencia, el populismo acaba derivando en autoritarismo. Cabe notar que si bien florece más en los países pobres, también se ve en democracias avanzadas. Por ejemplo, en el discurso de Sarah Palin o de los precandidatos republicanos de Estados Unidos. Los recientes casos de Hungría, Sudáfrica y Tailandia ejemplifican cuán global se ha vuelto este fenómeno.
El machismo. Hipólito Mejía es “Papá” y Silvio Berlusconi era “Papi”, y sus sesiones de bunga-bunga son ya legendarias. Si bien el machismo de Berlusconi acabó provocando las protestas de las mujeres italianas, el de Vladímir Putin parece encandilar a las rusas. El líder ruso cultiva la imagen del macho alfa, que a pesar de las protestas en su contra, está dispuesto a salvar al país en los comicios presidenciales del 4 de marzo. Las fotos de Putin cazador de osos, Putin vestido de yudoca, Putin en motocicleta a lo Easy Rider, Putin en atuendo de piloto de caza supersónico o Putin con los pectorales al aire han sido más exhibidas que la momia de Lenin. A pesar de que ha caído, la popularidad de Putin entre las mujeres es aún enorme. Hugo Chávez no se queda atrás. Una vez por televisión le anunció a su entonces esposa que esa noche iba a “darle lo suyo”, y otra vez diagnosticó que a Condoleezza Rice le “faltaba hombre” y pidió a alguno de sus ministros que se ofreciese de voluntario para “hacerle el favor a Condoleezza”.
La reelección. El poder es adictivo y la democracia es un antídoto para evitar que los gobernantes se eternicen. Aun así, algunos presidentes democráticamente electos están dispuestos a todo con tal de no perderlo, o recuperarlo. La pasión por la reelección que muestra Hipólito Mejía no es distinta de la de Nicolas Sarkozy, Vladímir Putin o Silvio Berlusconi. No importa que las leyes lo prohíban: ellos las cambian. Hugo Chávez, el boliviano Evo Morales y el ecuatoriano Rafael Correa modificaron las reglas para seguir en el poder. En Europa, África y Asia hay cada vez más ejemplos de esto.
Reeligiendo a los malos. Daniel Ortega acaba de inaugurar su tercer mandato en Nicaragua. Para ello, no dudó en violar la Constitución. En su toma de posesión, Ortega fue apadrinado por Hugo Chávez y el iraní Mahmud Ahmadineyad. En los tres casos, las cifras de los organismos internacionales muestran que durante sus mandatos sus respectivos países han involucionado. Y los tres han sido reelegidos. Berlusconi también. De nuevo, no es un fenómeno latinoamericano.
¡Llegó Mamá! Una mujer podría descarrilar los planes de Mejía, que lideraba las encuestas. Hasta que la actual primera dama, Margarita Cedeño (el personaje político más popular del país), decidió lanzarse como candidata a la vicepresidencia. Ahora Danilo Medina, el candidato del Gobierno y rival de Mejía, ha pasado al primer lugar gracias a que el 25% de quienes dicen que van a votar por él afirman que lo harán “por Margarita”. Y esta es otra tendencia latinoamericana que ojalá se haga mundial: cada vez hay más mujeres en el poder.
Este artículo de Moisés Naím salió en El País de hoy. Hay que leerlo.
Papá es Hipólito Mejía y quiere ser presidente de la República Dominicana. Llegó Papá es su eslogan de campaña. Y su promesa a los votantes es que Papá les dará lo que no tienen y nunca han tenido. Las elecciones son el próximo mes de mayo y Mejía, quien ya fuera presidente entre 2000 y 2004, podría ser reelegido a pesar de que, durante su mandato, el país sufrió una de las peores crisis económicas de su historia.
Nada de esto interesa mucho al resto del mundo. Pero, a veces, en países sin mayor visibilidad internacional suceden cosas que señalan tendencias globales. La campaña de Hipólito Mejía —y su eslogan— reflejan corrientes que están apareciendo cada vez en más países. El populismo, el machismo, la propensión de los presidentes elegidos democráticamente a tratar de quedarse o volver al poder y la propensión de los votantes a reelegir mandatarios cuya gestión fue desastrosa las vemos de Rusia a Italia y de Tailandia a Ecuador.
Populismo. Con su eslogan Llegó Papá, Hipólito Mejía aparece en los barrios pobres repartiendo dinero, ropa o comida. El populista busca el voto con regalos y promete cualquier cosa sin importarle sus consecuencias o su viabilidad. Si bien todos los candidatos recurren a la demagogia, los populistas van más allá. No les importa hacer promesas que saben que no pueden cumplir o distribuir riquezas que no existen. Una vez en el poder, los populistas necesitan manejar a su antojo los recursos del Estado y por eso no toleran controles ni contrapesos y desprecian a legisladores, jueces, prensa y opositores. Con frecuencia, el populismo acaba derivando en autoritarismo. Cabe notar que si bien florece más en los países pobres, también se ve en democracias avanzadas. Por ejemplo, en el discurso de Sarah Palin o de los precandidatos republicanos de Estados Unidos. Los recientes casos de Hungría, Sudáfrica y Tailandia ejemplifican cuán global se ha vuelto este fenómeno.
El machismo. Hipólito Mejía es “Papá” y Silvio Berlusconi era “Papi”, y sus sesiones de bunga-bunga son ya legendarias. Si bien el machismo de Berlusconi acabó provocando las protestas de las mujeres italianas, el de Vladímir Putin parece encandilar a las rusas. El líder ruso cultiva la imagen del macho alfa, que a pesar de las protestas en su contra, está dispuesto a salvar al país en los comicios presidenciales del 4 de marzo. Las fotos de Putin cazador de osos, Putin vestido de yudoca, Putin en motocicleta a lo Easy Rider, Putin en atuendo de piloto de caza supersónico o Putin con los pectorales al aire han sido más exhibidas que la momia de Lenin. A pesar de que ha caído, la popularidad de Putin entre las mujeres es aún enorme. Hugo Chávez no se queda atrás. Una vez por televisión le anunció a su entonces esposa que esa noche iba a “darle lo suyo”, y otra vez diagnosticó que a Condoleezza Rice le “faltaba hombre” y pidió a alguno de sus ministros que se ofreciese de voluntario para “hacerle el favor a Condoleezza”.
La reelección. El poder es adictivo y la democracia es un antídoto para evitar que los gobernantes se eternicen. Aun así, algunos presidentes democráticamente electos están dispuestos a todo con tal de no perderlo, o recuperarlo. La pasión por la reelección que muestra Hipólito Mejía no es distinta de la de Nicolas Sarkozy, Vladímir Putin o Silvio Berlusconi. No importa que las leyes lo prohíban: ellos las cambian. Hugo Chávez, el boliviano Evo Morales y el ecuatoriano Rafael Correa modificaron las reglas para seguir en el poder. En Europa, África y Asia hay cada vez más ejemplos de esto.
Reeligiendo a los malos. Daniel Ortega acaba de inaugurar su tercer mandato en Nicaragua. Para ello, no dudó en violar la Constitución. En su toma de posesión, Ortega fue apadrinado por Hugo Chávez y el iraní Mahmud Ahmadineyad. En los tres casos, las cifras de los organismos internacionales muestran que durante sus mandatos sus respectivos países han involucionado. Y los tres han sido reelegidos. Berlusconi también. De nuevo, no es un fenómeno latinoamericano.
¡Llegó Mamá! Una mujer podría descarrilar los planes de Mejía, que lideraba las encuestas. Hasta que la actual primera dama, Margarita Cedeño (el personaje político más popular del país), decidió lanzarse como candidata a la vicepresidencia. Ahora Danilo Medina, el candidato del Gobierno y rival de Mejía, ha pasado al primer lugar gracias a que el 25% de quienes dicen que van a votar por él afirman que lo harán “por Margarita”. Y esta es otra tendencia latinoamericana que ojalá se haga mundial: cada vez hay más mujeres en el poder.
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