Abro el periódico: a ocho columnas, las amenazas, las tensiones, las guerras, las incomodidades, las protestas, los secuestros, las traiciones, los errores.
Benjamín Franklin decía que más le valiera al hombre saber curar sus errores, más que sus enfermedades.
En efecto, nos duele el estómago, corremos con el médico. Nos duele la cabeza, buscamos la medicina.
Sentimos mareos y nos urge una consulta con el especialista.
Pero ¿cuándo tendremos la misma preocupación por curar nuestras equivocaciones?
Hemos ofendido a alguien y no le pedimos perdón Hemos olvidado completamente a quien nos benefició y jamás lo buscamos. Nos han pedido ayuda y nos hacemos los distraídos. Pudimos evitar al prójimo un problema y pasamos de largo. Errores, pequeños errores que conducen a grandes problemas.
Así como nos curamos un pie malo, una mano lastimada, un ojo molesto, así como tratamos de sanar un hígado defectuoso, un corazón inestable o unos bronquios infectados, así deberíamos buscar la cura de nuestros errores.
No es malo equivocarse: es humano.
Lo malo está en tropezar dos veces con la misma piedra. Lo que nos perjudica es insistir en nuestra envidia, acentuar nuestro odio, planear nuestra venganza. No cometamos más esos errores, porque sobrevendrán otros y otros, hasta que estemos hechos un verdadero nudo de frustración, amargura, desaliento y soledad.
Si el periódico del día refleja la angustia de verlo equivocado todo, reflejemos nosotros al menos el deseo de curar nuestros errores. Algún día, -nadie sabe los caprichos de la historia y la fortuna- podremos quizá curar los errores grandes, esos que cometen hombres demasiado pequeños por su egoísmo y demasiado gigantes por su poder.
Si los noticieros de la radio y la TV del día sólo nos hablan de lo incierto de un futuro, tratemos de encontrar la certeza de un presente. Miremos a nuestro alrededor, miremos a nosotros mismos. Lo que llamamos felicidad depende un poco de saber curar nuestras enfermedades y por qué no, de saber curar nuestros errores.
Debemos de convencernos, de que una disculpa, una solicitud de perdón, puede borrar muchos errores y puede recuperar confianza en quienes son nuestros amores, nuestros parientes, nuestros amigos, nuestros vecinos, nuestros socios, nuestros prójimos.
Los errores que se corrigen hoy, podrán ser sonrisas el día de mañana.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario