Las controvertidas elecciones generales del pasado 6 de noviembre, calificadas como fraudulentas por la oposición, fueron el centro de un intenso debate en el Comité de Relaciones Exteriores del Congreso de Estados Unidos, en el que la presidenta de este comité, la congresista republicana Ileana Ros-Lehtinen, exigió al Gobierno del presidente Barack Obama que desconozca el triunfo de Daniel Ortega. Mientras tanto, la Casa Blanca negocia con otras naciones para coordinar una reacción conjunta sobre las acusaciones de fraude en las presidenciales.
Ros-Lehtinen ha mantenido una dura posición con el Gobierno y los resultados electorales desde que se denunciaran las irregularidades que empañaron el proceso electoral. “La política exterior estadounidense no puede restringirse a objetivos tan limitados en América Latina, ni podemos descuidar libertades democráticas, empezando por el derecho fundamental de elegir a los líderes gubernamentales”, indicó.
Ante la comisión del Congreso comparecieron el exembajador estadounidense en Managua, Robert Callahan, y Jennifer McCoy, directora para las Américas del Centro Carter. También participó el exembajador costarricense en Washington, Jaime Daremblum.
Tanto McCoy como Callahan coincidieron el cúmulo de arbitrariedades e ilegalidades que hicieron de las pasadas elecciones las menos transparentes y justas desde la transición de 1990.
La pasada elección del 6 de noviembre “fue la peor en términos de los obstáculos creados por el CSE para ciudadanos, partidos políticos y organizaciones internacionales. Como resultado, es extremadamente difícil confirmar o refutar los resultados oficiales”, dijo McCoy en la reunión.
“Los sandinistas, que controlan el Consejo Supremo Electoral, manipularon el padrón electoral, lograron la emisión de documentos de votación en detrimento de la oposición, y usaron la propiedad del Estado para llevar a cabo sus actividades electorales, entre otros abusos. Y en el día de la elección, y de acuerdo con observadores creíbles, robaron miles de votos”, expuso por su parte Callahan.
“Permítanme citar un dato revelador”, continuó el embajador: “los resultados publicados muestran que los nicaragüenses depositaron 100.000 votos más para los candidatos a la Asamblea que para la Presidencia, a pesar de que todos los candidatos aparecían en la misma papeleta. A mi juicio parece muy extraño que mucha más gente vote por los legisladores que para un presidente en la misma elección”, razonó Callahan.
El embajador también hizo referencia al uso antojadizo que el presidente Ortega hace de las instituciones y poderes del Estado, lo que contribuyó, dijo a su “triunfo” electoral. Callahan mencionó que la Corte Suprema de Justicia, prácticamente a escondidas y constituyendo mal la Sala Constitucional, emitió un fallo a la medida de Ortega, declarando inconstitucional la Constitucional e inaplicable la prohibición de reelegirse, lo que según el embajador, “ningún jurista serio, objetivo, en Nicaragua o en otra parte, considera como algo más que una parodia, un insulto a la jurisprudencia, una vergüenza para el país, y una mancha en la reputación de los jueces que la hubieren dictado”.
“Pero todo fue porque el señor Ortega necesitaba justificar su candidatura, no importa lo absurdo que parecía para el resto del mundo”, dijo. “De todo el daño que los sandinistas han hecho a la democracia en Nicaragua, su sistemática cooptación de las instituciones gubernamentales es la más consecuente e insidiosa”, agregó el embajador.
Posiciones contrarias
Tras escuchar a sus invitados los congresistas discutieron sus opiniones sobre cuál debería ser la posición hacia Nicaragua. La republicana Ileana Ros-Lehtinen fue dura al exigir que no se reconozca a Ortega, no se nombre embajador en Managua y se exijan nuevas elecciones; pero la posición demócrata fue más concertadora.
Howard Berman, congresista demócrata, dijo que se debía mantener la política exterior de Washington a Nicaragua y no “recoger nuestras pertenencias a prisa y regresar a casa”. El congresista defendió la posición de la Administración Obama tras las elecciones presidenciales y se preguntó: “¿Tiene sentido cortar nuestra ayuda cuando es rebasada con creces por los 500 millones de dólares suministrados por Hugo Chávez?”, en referencia a la ingente ayuda de Venezuela que es manejada de forma discrecional por el Gobierno de Ortega.
Berman dejó claro que hasta ahora no hay una decisión sobre las medidas que la Casa Blanca podría tomar con respecto a Nicaragua, aunque mencionó algunas sanciones de carácter económico a través del financiamiento que Estados Unidos entrega a organismos multilaterales como el BID. En lo que sí fue claro el congresista es que no es una buena idea que EE UU salga de Nicaragua, dado que “las aguas que Estados Unidos ha navegado durante años se volverán más turbulentas”.
McCoy y Callahan compartieron la misma opinión. “El dilema es evidente: mantener nuestras relaciones actuales con un gobierno ilegítimo y odioso a veces, con el fin de permanecer allí para animar y dar testimonio de los nicaragüenses que comparten nuestros valores políticos, o podemos reducir nuestra presencia diplomática y nuestra ayuda, lo que dejaría a estos valientes nicaragüenses sin el apoyo y la presencia de la democracia más poderosa y activa el hemisferio”, dijo Callahan.
“Por el momento”, continuó, “al menos creo que debemos quedarnos. Debemos seguir promoviendo el desarrollo económico, especialmente a través de nuestros programas en salud y educación, de los que tantos nicaragüenses pobres se benefician, y demostrar el compromiso de nuestra nación con ellos. Debemos continuar con la gobernabilidad en todas las formas adecuadas, y con todos, incluyendo a jóvenes sandinistas, que desean crear un futuro realmente democrático para su país”, dijo el embajador.
“Sin embargo”, advirtió, “si el nuevo gobierno de Ortega se vuelve cada vez más autoritario, si lo coloca en condiciones intolerables sobre nuestras actividades, debemos estar preparados para reducir o eliminar la ayuda y reconsiderar el tamaño de nuestra presencia diplomática”.
McCoy, por su parte advirtió que si Washington decide salir de Nicaragu, “simplemente aislará a Estados Unidos y creará un vacío que sería aprovechado por otros”.
Washington: mantener una relación “sólida”
Mientras se mantenía el debate en el Congreso, la Casa Blanca sentaba por primera vez una posición sobre Nicaragua. Dan Restrepo, director de Asuntos para el Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional, dijo el primero de diciembre que a pesar de las “deficiencias significativas” en las elecciones presidenciales, Washington va a “mantener nuestra sólida relación con el pueblo nicaragüense”.
El alto funcionario afirmó que el presidente Obama consulta con otras naciones para coordinar una reacción conjunta sobre las acusaciones de fraude en las presidenciales, que le dieron al FSLN un triunfo arrollador.
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