El blog de Vida de Prodigy MSN con Valeria Villa
Terapia de pareja para tener una buena relación ©Prodigy MSN
En un mundo feliz todos seríamos capaces de cuidar de nosotros mismos y hacer lo que debe hacerse para estar bien emocionalmente, sin que esta capacidad se vuelva necesaria sólo frente a las situaciones críticas. Por alguna razón, eso de la prevención no se nos da. Nos brincamos la revisión anual al ginecólogo o al cardiólogo si nos sentimos bien, no se nos ocurre ahorrar hasta que nos vemos en situación complicada o no somos capaces de cuidar una relación amorosa a menos que se desate la clásica racha de peleas, malos entendidos, mal sexo, poca convivencia, poca tolerancia, diferencias que resolver, etc.
Prevenir es poder ver las cosas antes de que pasen. Ser capaces de cuidar lo que está bien para que siga así. No dar por hecho el amor del otro, los buenos momentos, la escucha interesada, el sexo afectuoso, la colaboración. Estos son logros compartidos de tremenda complejidad que no solemos registrar. Sólo cuando algo se descompone, nos da por quererlo arreglar.
El mantenimiento básico de una relación implica primero, valorar al otro. Saber con el corazón que tener a alguien que nos ame, es un regalo y un privilegio. Lo contrario, la falta de esta conciencia, nos lleva a la normalización de lo extraordinario. Es una gran cosa que alguien nos ame, así como somos de defectuosos y falibles.
Otro elemento de la prevención para parejas es saber y contar con que la decepción es parte del juego del amor. Tarde que temprano, ese o esa que nos parecía luz pura, nos sorprende con toda su humanidad y nos decepciona. Y eso está bueno y no malo, porque es la base para construir un amor realista y no basado en la idealización infantil.
El manejo del conflicto y la agresión es otro punto central. ¿A quién no le han dado ganas de insultar, ridiculizar, devaluar, descalificar o hasta cachetear a su pareja cuando está enojado? A todos supongo. Es humano. Pero una cosa es desearlo, sentirlo en las vísceras, y otra muy diferente, actuarlo. Las parejas que cuidan su relación, cuidan sus palabras, sus modales, sus gestos, sus bromas, su lenguaje corporal. No me refiero a andar de puntitas para que nadie se enoje ni a una interacción poco genuina de tan cuidada. Me refiero a la delicadeza con la que se trata a la gente que es importante para uno. Ese cuidado del alma del otro, de sus sentimientos, de lo que piensa. Esa capacidad de ver al otro con compasión amorosa, que es la única cualidad que nos permite ver todo lo bueno que tiene.
Las parejas que se previenen de las grandes crisis, saben pelearse. No evaden el conflicto, no evitan hablar para no incomodarse. Enfrentan lo que está pasándoles con valentía y en pequeños capítulos y dosis, sin dejar que se armen novelas de mil páginas de reclamos, cuentas pendientes, rencores, temas sin resolver. Van de a poco contándose lo que les pasa, lo que les angustia, lo que les duele, lo que quisieran que cambiara, lo que los hace infelices o felices. Se cuentan cosas y están dispuestos a pelearse limpiamente, sin ofensas y faltas de respeto, con la idea de resolver lo que haga falta. Tan disfuncional es una pareja que nunca pelea por nada, como una que pelea por todo.
Las parejas que anticipan crisis saben que están con un igual. Que ninguno de los dos es mejor ni peor que el otro. Que las teorías dicen (y yo en la práctica lo he comprobado) que sólo es posible una relación amorosa entre personas del mismo nivel de desarrollo emocional. Así que ponerse a sermonear al otro con la larga lista de lo que debe cambiar o mejorar, muchas veces es una maniobra para no verse a uno mismo, pecando de lo mismo de lo que se está quejando.
Las buenas parejas que logran conservarse como buenas parejas tienen buen sexo. Lo luchan, lo defienden, lo trabajan, lo hablan, lo pactan, lo ponen en un lugar importante de la vida cotidiana. Lo reparan cuando se descompone, lo toleran cuando es malo pero lo enfrentan cuando lleva demasiado tiempo siendo malo por calidad o cantidad; porque entienden que es un ritual importantísimo de cercanía no sólo física sino también espiritual y afectiva.
Las parejas que quizá nunca necesiten terapia, saben que cada uno carga con un costalito o costalote de lastimaduras, vergüenza, fobias, miedos múltiples: a la cercanía, al compromiso, al aburrimiento, al abandono, a la dependencia, a la soledad, a tantas y tantas cosas.
Saberse así, llenos de defectos y de historias de vida, vuelve a las parejas más humanas, más tolerantes, más sabias, menos huidizas o con menos tendencia a culpar al otro de la propia infelicidad o felicidad. Las parejas suficientemente saludables saben que el amor no basta. Que hay que cuidarlo, remozarlo, vitaminarlo, cachondearlo, volverlo prioridad.
Es más fácil hacer todas estas pequeñas pero trascendentes cosas, antes de que el horrible desamor o la pérdida de confianza o de fe se apoderen de los que se aman.
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