Gadafi fue capturado vivo, e inmediatamente ejecutado.
Un final inevitable de quien nunca aprendió las lecciones de la historia.
A principios de este año su poder parecía total, inconmovible e imbatible.
Con miles de millones de dólares del Estado que eran manejados a su voluntad y capricho.
Entre otras extravagancias quería ser considerado el rey de Africa y para ello compraba gobiernos africanos como quien compra caramelos.
Moammar Gadafi tuvo 7 hijos varones y una hija. Todos fueron criados --literalmente-- en cunas de oro. En su formación desarrollaron una extrema petulancia arrogante, todo deseo material de los hijos de Gadafi fue satisfecho por la montaña de dinero del Estado Libio.
Todos los 8 hijos llegaron a la edad adulta, todos nacieron en los 42 años del reinado de papá, dos fueron ejecutados en la rebelión que ha destronado y destruido a Gadaffi; pero ¿cual será el destino de los sobrevivientes? Por supuesto que no sufrirán hambre, pero pronto los miles de amigos, aduladores e «incondicionales», les darán la espalda y desaparecerán. Padecerán el estigma y el repudio de su propio pueblo y de las naciones ajenas.
Muchos ególatras de América Latina y el mundo debieran ver la vida, poder y final de Gadafi como un ejemplo de las consecuencias de la codicia desbocada y ansias de poder absoluto.
Sin embargo, estos aspirantes a reyecitos vieron el triste final de poderosos como Saddam Hussein, del Sha de Irán, de Mussolinni, de dos Somoza... y no aprenden, no quieren aprender, pues se consideran más inteligentes que esos personajes que reposan en el cuadrante más oscuro la historia, donde hay cupo para muchos más.
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