viernes, agosto 10, 2007

EL ASCENSO DE LOS "BOLIGARCAS"



A pesar de lo que Chávez habla, una nueva oligarquía parece estar en ascenso en Venezuela, a costas de la “Revolución Bolivariana”. Así lo dice un artículo de la prestigiosa revista The Economist que destaca que, en este gobierno, las conexiones políticas correctas son el pasaporte a la riqueza, el whisky y una Hummer

Con el gobierno de Hugo Chávez, las conexiones políticas correctas son el pasaporte a la riqueza, el whisky y una Hummer.

“Socialismo Petrolero” es como Hugo Chávez, presidente de Venezuela, calificó recientemente a esa mezcla de populismo militarista y estatismo neo-Marxista al que está sometiendo a su país. Su principal objetivo, insiste, es mejorar las condiciones de la mayoría pobre del país. Chávez proclama que “ser rico es malo”, y frecuentemente ataca verbalmente a lo que él llama “la oligarquía”. Extraño, entonces, que las calles de Caracas se encuentren atestadas de enormes y nuevas 4×4 (las Hummers son especialmente apreciadas), que sea tan difícil obtener una mesa en los mejores restaurantes y que los merchantes de arte e importadores de whisky afirmen que nunca han estado mejor. Una nueva oligarquía parece estar en ascenso en Venezuela, a costas de la “Revolución Bolivariana”, bautizada en honor del héroe independentista de la nación.

“Algunos de los discursos de Chávez son para la galería“, dice Alberto Muller Rojas, un general retirado del Ejército que hasta hace poco, fue el jefe de Estado Mayor del presidente. “Y te doy un ejemplo: el ataque a la burguesía”. Como evidencia, el General Muller señala con el dedo a la Banca, que es “la expresión más extrema de la burguesía”, y a la vez “el sector más favorecido” en la economía desde que Chávez tomó el poder en 1999.

La prosperidad de los banqueros se debe en mucho al botín petrolero: el precio de la mayor exportación venezolana se ha incrementado casi ocho veces desde 1999 y la economía ha crecido un 10% anual. Pero las políticas gubernamentales también han beneficiado a banqueros e intermediarios: la inflación está rondando el 20% y el valor real de la divisa extranjera en el mercado negro casi duplica al precio oficial. Así, el inversionista astuto busca acceder a los dólares baratos, oportunidades de importación y contratos con el gobierno, todos ellos en gran parte sujetos a la obediencia política. Por otro lado, los manufactureros y agricultores enfrentan controles de precios y el esporádico acoso oficial. El resultado ha sido el ascenso de lo que es conocido como “la boliburguesía”.

Gracias al crecimiento económico y los programas sociales, el gobierno afirma que sólo 30% de las familias venezolanas viven en la pobreza, un descenso de 55% de la cúspide alcanzada en 2003. Pero de acuerdo a un reciente informe del banco central, la desigualdad del ingreso ha aumentado ligeramente en el gobierno de Chávez: el coeficiente de Gini -una medida estadística de la desigualdad - ha subido de 0.44 en 2000 a 0.48 en 2005.

Un típico miembro de la nueva “boligarquía” es Wilmer Ruperti, un broker marítimo que una vez fue marino mercante. Su ascenso de debe en parte a la huelga petrolera que los trabajadores de PDVSA, la estatal petrolera, mantuvieron contra Chávez durante dos meses. Otro de ellos es Arné Chacón, cuyo hermano Jesse es el ministro de comunicaciones. Arné Chacón es ahora dueño de la mitad del banco Baninvest, que adquirió con préstamos cuya principal garantía, aparentemente, son sus conexiones gubernamentales.

Chávez afirma estar en busca de un nacionalismo económico y del “desarrollo endógeno”. Pero los productores agrícolas y de manufactura deben luchar contra las importaciones baratas. Y aunque los productos lácteos nacionales escasean a menudo en los anaqueles de los supermercados, el Gouda y Emmental tienen su sitial junto a la mantequilla irlandesa. Los pollos congelados en Mercal, una cadena de abastos subsidiada por el gobierno, son de origen brasileño. Los importadores que suplen a Mercal se han enriquecido, pero los ganaderos venezolanos se extinguen, amenazados por las expropiaciones, invasiones de tierras y controles de precios, al igual que por la extorsión y los secuestros por parte de bandas criminales.

Los funcionarios aseguran que dos tercios de los pobres se han beneficiado directamente de las políticas sociales del gobierno. Junto a Mercal, éstas políticas incluyen a “las misiones”, que ofrecen educación y cuidados de salud. Hasta dos millones de personas reciben un pequeño estipendio en efectivo. Pero a pesar de los importantes aumentos en el salario mínimo y los controles de precios en los bienes básicos, la inflación está desintegrando estas ganancias.

Para los que están conectados, sin embargo, la recompensa es extraordinaria. Recientemente, el Banco Mundial calificó a Venezuela como el segundo peor país en el continente americano en cuanto a control de corrupción, apenas por encima de Haití. Otros confirman esta percepción, según cuenta un diplomático extranjero. “Usualmente pedimos 10%”, habría admitido el funcionario del gobierno. “Pero algunos se ponen codiciosos y quieren el 15 o 20%”.

Desde su reelección en diciembre, Chávez ha sugerido con frecuencia poner un tope a los altos salarios de los funcionarios públicos mejor remunerados. También pidió a aquellos que tenían “exceso” de riqueza a donar parte de ella a buenas causas. La respuesta ha sido escasa. Si Chávez realmente intentara hacer el socialismo más que un slogan, parte de la resistencia más feroz vendría de la nueva burguesía que sus propias políticas han creado.

El ascenso de los Boligarcas
(Versión en castellano de Noticias24)
The Economist - Ilustración: Claudio Muñoz

Si lo que regala se hubiera invertido en Venezuela’

El beneficiado de la semana con la lotería del “Santa Tropical,” Hugo Chávez, fue, por enésima ocasión, el presidente de Argentina, Ernesto Kirchner. Sergio Muñoz Bata, en un artículo en Listín, repasa los regalos que Chávez hace a otros países.

Habiéndose cerrado las fuentes convencionales de financiamiento internacional y acosado por una crisis de liquidez, Kirchner volvió a vender su alma al teniente coronel venezolano ofreciéndole en venta otros $1,000 millones de dólares en títulos argentinos.

El gobierno argentino también anunció que Chávez invertirá $ 400 millones de dólares para construir una planta de gas natural licuado. Y si a estas dos inversiones les sumamos los $4,300 millones de dólares en bonos comprados en los últimos tres años, los ventajosos contratos de intercambio de bienes, de construcción de buques, las líneas de crédito a cooperativas, y hasta el capital para remozar la casa del ex dictador argentino Juan Domingo Perón, la esplendidez de Hugo Chávez con Argentina no tiene par en el mundo. Ni siquiera Fidel Castro, su dictador favorito, le ha merecido tantas atenciones.

Una posible explicación del patronazgo político de Chávez disfrazado de solidaridad fraternal sea, como comenta Carlos Pagni en las páginas de La Nación, que “es vox pópuli que alrededor de los títulos argentinos existe en Venezuela un espectacular negocio. Consiste en colocarlos en algunas entidades, valuados según la cotización oficial del dólar, para después venderlos en el mercado secundario de EE.UU. con la cotización comercial. El mecanismo no sólo permite evadir el control sobre los movimientos de divisas. Las diferencias que se hicieron con esta operación llegaron en algunos casos al 30%. Delicias del “socialismo del siglo XXI”.

A pesar de las disposiciones constitucionales que consagran el derecho de los venezolanos a ser informados oportuna y verazmente por la Administración Pública y del requerimiento de aprobación de la Asamblea Nacional de los contratos de interés público nacional, conocer la cifra exacta de la ayuda externa que da Venezuela al mundo es casi imposible.

Los venezolanos se enteran de los regalos que promete su presidente cuando él tiene a bien anunciarlo y se calcula que la cifra total de ayuda está entre los $26 y los $35 mil millones de dólares americanos.

Brasil, Nicaragua y Bolivia también reciben beneficios como el suministro subvencionado de petróleo o ayudas para programas de salud, educación, agricultura, energía eléctrica, desfiles patrióticos y escuelas de samba.

Tampoco faltan en la lista los grandes golpes publicitarios como el programa de intercambio de combustible por asistencia técnica que Chávez pactó con el locuaz, anti-semita y ultra izquierdista alcalde de Londres, Ken Livingstone. Y el puyazo que significó la venta de 12 millones de galones de petróleo a hogares en Estados Unidos con un descuento del 40%, que Chávez anunció el Día de Acción de Gracias de 2005.

Lo dramático, sin embargo, es que si esa cantidad estratosférica de dinero se hubiera invertido en Venezuela, la policía nacional podría contratar miles de policías y comprar patrullas y equipos para enfrentar la ola de criminalidad que azota al país; o se podrían haber construido miles de escuelas para resolver su déficit educacional; o se podría haber pagado un año de salarios a los más de 6 millones de trabajadores que trabajan en el sector informal o que están desempleados; o se podrían haber construido casi dos millones de viviendas populares.

Nada de esto ha sucedido porque el actual presidente de Venezuela está convencido que él, el Supremo, no tiene que rendirle cuentas a nadie.

La tómbola de Chávez
Sergio Muñoz Bata

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