El asesinato del ex presidente de EU tiene claves dispersas en nuestro país. En 1963 Lee Harvey Oswald visitó el DF durante 5 días, y siete semanas después cometió el atentado en Dallas
Los días del asesino de Kennedy en México
El asesinato de John F. Kennedy es un misterio sin resolver aún, con claves dispersas en México(Foto: Especial)
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Juan Arvizu
El Universal
Ciudad de México
Jueves 22 de noviembre de 2007
juan.arvizu@eluniversal.com.mx
El asesinato de John F. Kennedy es un misterio sin resolver aún, con claves dispersas en México. Una hebra de la trama de crimen y activismo político que oculta la verdad, señala que el presunto magnicida solitario, Lee Harvey Oswald, durante cinco días visitó la capital mexicana, y siete semanas después cometió el atentado, en Dallas, Texas.
En la ciudad de México entabló contactos dentro de la esfera del espionaje y contraespionaje de esas fechas de clímax de la Guerra Fría.
Su nombre dio la vuelta al mundo el 22 de noviembre de 1963, como el asesino de Kennedy. Sin embargo, al tercer día fue muerto a tiros por Jacob Rubenstein, conocido en el mundo del hampa de Dallas, como Jack Ruby. Se llevó a la tumba los motivos del cuarto homicidio de un presidente de Estados Unidos.
La investigación oficial del asesinato de Kennedy, de la Comisión Warren, concluyó que Oswald actuó solo, sin apoyo de una conspiración internacional o de grupos de su país.
Con todo, 44 años después de aquél viernes 22 de noviembre que sacudió al mundo, sigue vigente la pregunta: ¿Quién mató a Kennedy?
Aquel fin de semana en la ciudad de México, una vez que se conoció el nombre del atacante del presidente de Estados Unidos, los servicios de Inteligencia de la Secretaría de Gobernación fueron directos a los escenarios por los que había pasado el criminal. Lo habían “monitoreado”.
Y tan sólo horas después, en lo que fue una investigación relámpago de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), el gobierno contaba con un reporte detallado de las actividades del magnicida, entre el 26 de septiembre y el 3 de octubre de ese 1963.
En el expediente JFK, resguardado por el Archivo General de la Nación (AGN), sobresale que Oswald visitó la Ciudad de México sólo como “fotógrafo”; realizó solicitudes de visas (que le fueron negadas), en los consulados de Cuba y la Unión Soviética; su enojo fue exacerbado ante las negativas consulares, que habrían frustrado su propósito de volver a Moscú.
En agosto había sido encarcelado en Nueva Orleans por perturbar la paz, al ser atacado por anticastristas, cuando distribuía volantes del “Comité pro Juego Limpio con Cuba”.
La Forma Migratoria número 8 (FM-8) de Oswald se conserva en la Galería 1 del AGN. Está mecanografiada en sus secciones de “entrada” y “salida” del país, y tiene su firma autógrafa: “Lee H Oswald”.
No usó pasaporte, sino su acta de nacimiento. Así, su huella de salida a México quedó borrada para los servicios de seguridad que iba a derrotar al atacar a su presa, un presidente en campaña electoral.
Una ficha informativa resume esa semana en México, de la cual nada supieron la CIA, FBI y el Departamento de Estado, que vigilaban desde hacía años a Oswald, por un aparente afecto a la causa de Fidel Castro. El Servicio Secreto también le perdió la pista.
En 25 líneas, fechadas el 5 de diciembre, la Dirección Federal de Seguridad sintetizó horas y días de interrogatorios a un grupo de detenidos, y el rastreo de Oswald entre Nuevo Laredo y el Distrito Federal.
“Se hospedó en el hotel ‘Comercio’, en la habitación 18, el 27 de septiembre; salió rumbo a Laredo en el autobús 340, de Transportes Frontera, el 2 de octubre, en el asiento 4, con el nombre: “Oswald”, se detalla.
Dicho hotel, hoy es reducto urbano de drogadictos, prostitutas, homosexuales; es tierra de nadie, nido de inseguridad absoluta. No hay allí contemporáneos de aquél otoño en que alojó a la muerte por cinco días.
El trabajo de la Federal de Seguridad tuvo su sello clásico, como lo confirma una respuesta a la queja de la embajada de Cuba, por la detención de la empleada (fue liberada con rapidez) que había atendido a Oswald cuando le negaron la visa. “En efecto (...) con la finalidad de precisar algunos hechos, la Dirección Federal de Seguridad la sometió a un interrogatorio”.
En los papeles, guardados en el AGN, un declarante narra una novelesca trama internacional de conspiración magnicida, escenificada en calles de la capital... hasta que al final, “el de la voz” trunca el relato de intriga cubana y da un remate personal:
Mentía hasta la fantasía, a fin de provocar una reacción enérgica de Estados Unidos, movido por su “profundo odio contra el comunismo”.
Hoy, 44 años después, el cuarto 18 del hotel “Comercio” encierra uno de los misterios más grandes del siglo XX: ¿Quién mató a Kennedy?
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