Prosa ProfanaDe colas de vaca, ofrecidos y sobrados
Por Sergio Ramirez Mercado
(publicado originalmente en www.sergioramirez.org)
Continúo con todo gusto mis reflexiones, empezadas en el artículo anterior, acerca de los cola de vaca y similares, todo fruto de mis pláticas con el doctor León Núñez, experto en estas y otras materias que tienen que ver con la idiosincrasia nacional, tal su memorable estudio sobre el figureo.
Prometí que hablaríamos sobre el peso que los conceptos abordados tienen en la vida política nacional, como paso a hacerlo; en la advertencia de que lo que aquí se dirá ha sido consultado de manera telefónica con el doctor Núñez, que al momento de escribir estas líneas se haya disfrutando de los días santos en su casa solariega de Acoyapa.
Entremos a ver entonces lo del coladevaquismo entre candidatos. Algunos políticos de oficio, y no simplemente como consecuencia del síndrome del figureo, se aprestan hoy día a lanzar sus nombres al ruedo para ser tomados en cuenta como segundos de a bordo en las fórmulas presidenciales, y para ello se empeñan en aparecer como deseables, o deseados. O infaltables. Es la cola vicepresidencial, pegada a la vaca presidencial, que no es una vaca cualquiera, sino una vaca lechera que da, según aquella vieja canción, hasta leche condensada.
No importa donde se estuvo antes, ni el grado de ferocidad de las inquinas que un día hubo entre el bando del presidenciable y el bando del vicepresidenciable que pretende ser cola de la vaca. Todo tiene su pro y su contra. Primero afirma el pretendiente que le gustaría, si se lo proponen. Luego alega razones de perdón y olvido, de concordia nacional y de supremos intereses de la patria. Y por si fuera poco, asegura que de llegar a ser cola, la vaca gana la credibilidad que le falta. Es decir, la cola hace valedera a la vaca.
Esto es lo que podríamos llamar coladevaquismo ofrecido. Pero hay también el coladevaquismo sobrado, aquel del que hacen gala quienes ya fueron antes, en otras elecciones, cola de la misma vaca, y reclaman el derecho de permanecer allí, pegados a la vaca, o pegados a la teta. El doctor Núñez me asegura que mientras nos atengamos a estos términos rústicos y lecheros, podemos usar de manera indistinta tanto vaca como teta, o así mismo ordeño, como mugido.
Le contaba al doctor Núñez que he conocido recalcitrantes pastores de la grey, que en viejos tiempos se pusieron a la izquierda del propio sandinismo, y por tanto eran intransigentes y radicales muy temidos; y luego, fruto de atrevidos volantines dignos del mejor maromero, se pasaron al bando contrario donde hoy son igualmente intransigentes. Estos son los que podríamos llamar colas de vaca portátiles.
Hay otros que siempre están prestos al llamado de su olfato, pues donde huelen leche de vaca, mueven alegremente la cola. Me contaba una vez la doctora Miriam Argüello que una vez, un político conservador que proclamaba la abstención en unas elecciones de las tantas de los Somoza, al ver que un grupo de sus correligionarios había formado ya un partido zancudo, corrió al lugar de la reunión donde se repartían las curules de diputados y entró exclamando: “¿Quién es mi suplente?”.
Este de “quién es mi suplente” suena como un verdadero grito de guerra entre el rebaño de cola de vacas que se ofrecen como diputados a la hora de las reparticiones, como podemos verlo en la actualidad. Demasiadas colas para tan pocas vacas.
Masatepe, abril 2006www.sergioramirez.com
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