jueves, abril 22, 2010

Por: Moisés Absalón Pastora. DETALLES DEL MOMENTO. QUIEN CUIDA A LA POLICIA.

Desde 1990 la Policía Nacional fue empujada por las transformaciones políticas que sufrió el país a un proceso que de siempre exigió la despartidarización de la institución. Este propósito ha sido más lento que efectivo porque desde entonces la institución, fue expuesta por las personas que la han dirigido, al dilema constante de tener que enfrentar a sus camaradas, que gobernando desde abajo, repetían las escenas de violencia y asonadas que tuvieron que soportar todas las administraciones democráticas hasta el 2007 que terminaron esos conflicto porque los promotores de todas esas revueltas ahora gobiernan desde arriba y pobre de aquel que ose hoy hacer protestas porque simplemente le parten la madre bajo la complacencia de una Policía profundamente cuestionada y que no sabemos hasta donde le calce lo de nacional.

En aquellos 16 años de gobiernos democráticos que vivimos pasaron a retiro varios jefes policiales; Fernando Caldera Azmitia, Franco Montealegre y Edwing Cordero. Ahora la comisionada es Aminta Granera y no podemos dejar de recordar cómo Daniel Ortega al reasumir el gobierno en Enero del 2007 le tomó el juramento de lealtad refrescándole su procedencia ideológica y su origen revolucionario. En el avanzado proceso de la profesionalización policial aquella escenita fue un paso kilométrico hacia atrás. Había costado mucho que los altos mandos policiales aplicaran la mecánica de una institución para todos y de todos.

Establecer las reglas del juego para que los altos mandos supieran a qué atenerse desde el espíritu de su propia ley para no seguir degradándose con eso de que antes de servir a la nación y a sus ciudadanos hay que atender primero lo que dice el partido; de que antes de velar por los intereses del país hay que escuchar lo que dictan las consignas ideológicas de una organización que nació de la violencia, se desarrolló por la violencia, respira por la violencia y sin duda morirá por la violencia, fue un proceso largo y doloroso porque aquí hasta se quiso manosear la autoridad presidencial cuando se decidió que había que despartidarizar y profesionalizar a aquella Policía Sandinista repleta de agentes de la seguridad del estado y que llamada por Tomas Borge M, el tristemente célebre Ministro del Interior, los guardianes de la revolución, infundían miedo y no respeto.

Hoy la institución policial está en cuestión y es triste y hasta doloroso porque no es fácil ser policía y estar sometido al escrutinio de unos y otros. Sin embargo es evidente que el aislamiento de su más alto mando, relegada al papel de andar limpiando las cuitas causadas por las estructuras del partido dentro de la institución, pone en evidencia que algo malo pasa adentro y es tan feo que todos lo percibimos. La Primer Comisionada Aminta Granera está aislada, no manda, está secuestrada.

Aminta Granera, con todo y su prestigio, el reconocimiento y confianza que la sociedad le merece, de acuerdo a los sondeos de opinión pública y sitial al que todavía no corresponde, no puede reconocerlo públicamente pero su figura es totalmente decorativa. Nadie duda cual es su origen ideológico y qué tipo de cuadro representó para el FSLN, pero ella sabe a cargo de qué está y qué daño se le está ocasionando a la institución. Hay un cerco que la aísla y una línea de sucesión, la del consuegro de Daniel Ortega, que al frente de la alta oficialidad, se hace ciego con el desenfreno de las “Turbas Divinas” en contra de los derechos constitucionales de un pueblo al que se le niega la facultad para protestar y la protección y resguardo para no ser agredido por las hordas atilianas del orteguismo.

No hay nada que justifique la complacencia de la policía con los paramilitares que imponiendo su propia ley pasan por encima de los demás. Escenas como esas son mensajes negativos contra aquellos que buscan espacios para la inversión, son mensajes que corren a los que nos pueden dar empleos y son necedades que francamente son insoportables. Nadie es amigo del garrote ni de la represión, pero hasta en nuestros hogares cuando observamos el mal comportamiento e irrespeto de los hijos lo que se utiliza es el palo para enderezar el árbol curvo y cuando es legítimo nadie discute simplemente ahí te va cuando las palabras y los llamados al diálogo entran por un oído y salen por el otro.

En ese sentido la minoría orteguista tienen ahora licencia para matar y está actuando descaradamente a vista y paciencia de una policía cómplice que solo hace acto de presencia para proteger a las hordas que aterrorizan el ambiente para que nada se convierta en un obstáculo de lo ya dispuesto y que los demás, la mayoría, no tenga la menor intención de contrariarlos.

Recordemos las asonadas en los noventas cuando los gobiernos democráticos que prefirieron la gobernabilidad, la negociación y el imperio de la ley no eran beneficiarios de la lealtad que la policía les debía merecer. En esos tiempos pudiéndolo, dado que los presidentes tenían una clara opción por el estado de derecho, nunca enviaron a la cárcel a los pandilleros del partido ni siquiera al asesino del Comisionado Saúl Álvarez, víctima de un franco tirador de los Parrales Vallejos en una de las tantas asonadas del orteguismo y de sus transportistas, contra la paz que se quería imponer en aquellos entonces.

Imaginémos ahora a los mismos delincuentes haciendo lo mismo pero con Alí Baba o Athila como Presidente. Ahora el crimen lo han convertido en causa política y han puesto su política al servicio del delito y como siempre la policía es complaciente y nunca los enfrenta, entonces han imaginado que hoy más que ayer pueden hacer lo que les venga en gana y lo estamos viendo como una escala extrema de terrorismo amparado en la impunidad que le brinda la policía.

El cinismo ha desbordado cualquier cálculo. Hoy por hoy el fundamentalismo, muy al estilo del medio oriente, donde se mata a nombre de Dios, se lanzó a las calles para agruparse en jaurías y vomitar sus odios sobre los derechos de los que tienen sobradas razones para señalar a una dictadura que ha pulverizado la institucionalidad del estado nicaragüense que indudablemente se llevó en el alma a la policía nacional.

Definitivamente los avances en términos de la profesionalización policial llegaron hasta el 10 de Enero del 2007. Desde ese día, tan doloroso como el mismo 19 de Julio, la policía ha sido manejada partidariamente. La sociedad no tiene confianza en la institución porque en la medida que pasa el tiempo lo que se observa es un alineamiento tan partidario que comisionados como Francisco Díaz, el “consuegro”, se sobra en comparecencias de prensa evidenciando un servilismo ofensivo e inaudito, como para que lo escuchemos bien, aunque no le luzca ni le corresponda, eso del “compañero presidente y comandante de la revolución”, “La compañera Rosario Secretaria del poder ciudadano” y otras supuestas dignidades que jamás merecerá ésta dictadura que se puso a jugar con fuego, que rebalsó la paciencia, que estimuló a partir de ahora devolver cada golpe y cada agresión en legítima defensa de la libertad que el terror nos quiere arrebatar por la fuerza.

En tiempos de los tres gobiernos democráticos que sucedieron a la década perdida o a la gran noche oscura, la oposición orteguista vivía en las calles para desbaratarlas, incendiar vehículos, agredir a los que querían trabajar, afectar al comercio, trancar carreteras y de paso, que era lo fundamental cachiporrear a los policías robocot que por ser los últimos en la línea de mandos no tenían más que aguantar lo que les cayera o lo que les explotara. A pesar de esa agresión constante y manoseo a la dignidad de la institución policial nunca los comisionados fueron capaces de exigir respeto a través de una declaración a los medios, una conferencia de prensa o un comunicado público que convenciera y señalara directamente a los culpables, responsables o instigadores de aquellas reyertas.

La policía ha enredado totalmente su rol y en vez de cumplir y hacer cumplir las leyes se presta como facilitadora de aquellos que se sienten felices anarquizando al país y a los ciudadanos que, sin decir palabras, censuran la violencia del orteguismo revistiéndose de una paciencia ghandiana, que en términos de mensaje contra ésta dictadura oprobiosa puede ser más elocuente que un garrote, una pedrada o que la indiferencia misma de la policía.

La Comisionada Aminta Granera es el centro de observación de muchos. Para unos debe renunciar por dignidad y para otros debe quedarse donde está para no dejar el espacio y cederlo a otro que con más complacencia se descare para lanzarse como fiera de caza sobre los desprotegidos nicaragüenses que ya perdimos nuestros derechos constitucionales porque esa es la decisión del dictador en el poder refrendada por el mando paralelo que el orteguismo creo para hacer cuita la institucionalidad policial.

La Comisionada Aminta Granera debe corresponder en alguna manera la deferencia del pueblo nicaragüense por haberla ubicado en algún momento, no sé si ello prevalece, como uno de los personajes con más aceptación en la opinión pública. Ella tiene ángel, es capaz, tiene Don de gente, su formación cristiana le ayuda y sabe comunicarse. Pero todo eso, que son virtudes y atributos personales, se erosiona cuando al entrar en contacto en la esfera de los cuestionamientos por los nexos partidarios no es capaz de aplicar sus fortalezas para robustecer la institucionalidad que como la de la policía está en riesgo. Por el contrario ella ahora es parte del problema al haber negado protección a los diputados demócratas para que puedan sesionar en la Asamblea nacional.

Los hombres y las mujeres, independientemente de sus grandezas, fama y poder que en algún momento puedan tener deben considerar antes que todo la ley de la gravedad y asumir que todo lo que sube baja. Los hombres y mujeres que trascienden en un espacio del tiempo y no por siempre deben tener presente que son pasajeros, que cuando terminan se van, pero las instituciones quedan, sobreviven y prevalecen con el honor y desprestigio que puedan cargar.

Cuando Aminta Granera tenga que entregar y esté en la llanura se lamentará por lo que pudo y dejó de hacer. Su situación no es la de los otros primeros comisionados que le antecedieron porque bajo los gobiernos en los que ellos dirigieron a la institución policial, nunca hubo un solo intento por partidarizarla, sino todo lo contrario porque eso era lo que correspondía, eso ero lo legítimo y correcto.

La Primer Comisionada Aminta Granera tiene la suficiente capacidad para entender lo que esto significa. Si las pasiones políticas se desbordan en un tiempo tan polarizado como éste, si no hay voluntad para realizar que aquí la atmósfera refleja una calma tan tensa que la podemos cortar en el aire con una Gillette, entonces aquí comenzarán a caer muertos sobre las calles y eso hay que pararlo.

Aminta Granera debe salvar responsabilidades. Si no hace nada será sobre ella que recaigan las consecuencias derivadas del manoseo a la institución. Antes bien podrá dar un ejemplo de dignidad a otros funcionarios del estado que diciéndose demócratas o independientes son asquerosamente cómplices de la dictadura.

POR NICARAGUA CUESTE LO QUE CUESTE ASI PENSAMOS EN EL MOMENTO.



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Moises Absalón Pastora.

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