lunes, febrero 26, 2007
Técnica bolivariana del golpe de Estado
Tras practicar el trotskismo para hacerse con el poder, ahora Chávez defiende 'su Estado' a la manera de Stalin contra Trotski.
Elizabeth Burgos, Caracas
Encuentro en la Red
lunes 26 de febrero de 2007 6:00:00
Hugo Chávez, durante su programa Aló Presidente, el pasado jueves. (AP)
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El propósito de Curzio Malaparte de publicar su célebre tratado La técnica del golpe de Estado (1931), era demostrar que las fuerzas adversas a los valores de libertad y democracia —de extrema derecha o extrema izquierda— pueden ampararse en un Estado moderno y coartarlas, y que para defender el Estado de derecho de ese peligro es necesario conocer la técnica moderna del golpe de Estado y sus reglas fundamentales.
La demostración de Malaparte comienza con la deconstrucción del proceso que condujo a la Revolución de Octubre en 1917. El estratega de la revolución fue Lenin, pero Trotsky fue el táctico del golpe de Estado que llevó al poder al partido bolchevique. Malaparte concluye entonces que no es la estrategia de Lenin lo que deben temer los Estados modernos, sino la táctica de Trotski.
La estrategia leninista no se puede comprender ni es aplicable fuera del contexto de la Rusia zarista. En cambio, la ausencia de circunstancias favorables no impide el empleo de la táctica trotskista, porque lo que cuenta es la táctica insurreccional, la técnica del golpe de Estado.
Para Lenin, se debía contar con el avance revolucionario de todo el pueblo, en cambio, Trotski consideraba que todo el pueblo era demasiado para la insurrección: se necesita "una pequeña tropa, fría y violenta, entrenada para la táctica insurreccional".
Primer golpe de Estado moderno
Malaparte analiza también la variable del ejemplo del 18 Brumario: el golpe de Estado de Bonaparte. Este último se sirve del ejército como instrumento legal en la conquista del Estado; una manera de conciliar el empleo de la violencia —observando la legalidad— para llevar a cabo una revolución parlamentaria. Esa sería la novedad aportada por Bonaparte a la técnica del golpe de Estado, siendo el suyo el primer golpe de Estado moderno.
El Parlamento acepta el hecho consumado y legaliza formalmente el golpe de Estado, decretando así su fin. La preocupación por mantenerse en la legalidad está también presente en la empresa de Pilsudski, en Polonia, de Kapp, en Alemania, y de Primo de Rivera, en España. Pero es en el relato minucioso de la táctica empleada por Mussolini, durante los tres sangrientos años que duró la lucha del fascismo para ampararse del Estado, que Malaparte luce su mirada aguda como observador de los procesos insurreccionales y con un conocimiento íntimo del fascismo.
Su antipatía hacia Hitler es profunda, y considera que las tropas de ataque hitlerianas no constituyen el ejército de la revolución nacional, sino el "instrumento ciego de las ambiciones del líder". Su desprecio por Hitler lo conduce a considerarlo un "espíritu realmente femenino", que se refugia en la brutalidad para disimular sus debilidades.
Una de las características de los dictadores es la envidia: "la dictadura no es sólo una forma de gobernar, sino que es la forma más acabada de la envidia, bajo todas sus formas: intelectual, moral, política".
Tal vez el título de la obra actuó como elemento disuasivo entre aquellos a quienes fue destinada, y, por el contrario, el célebre clásico ha servido de fuente de inspiración, de guía teórica, a los idolatras del Estado centralizador, autoritario, antiliberal, antidemocrático. Libro de referencia de Fidel Castro y, por ende, de la generación golpista que surge en Venezuela en 1992, amparada en el epíteto de bolivarianos.
Hasta ahora los analistas han prestado poca atención a la vertiente técnica del chavismo, disimulado bajo la fachada del bolivarianismo. Los intelectuales identificados con el régimen se han centrado en buscar una legitimidad teórica a la propuesta del llamado "socialismo del siglo XXI"; y sus adversarios, en el debate ideológico y en la denuncia del fracaso de esa propuesta.
Ni unos ni otros se han percatado de que lo que se está dando en Venezuela, bajo la máscara de un debate de ideas, es el despliegue de una técnica al servicio de una táctica insurreccional que tuvo primero como objeto ampararse en el Estado, y luego, su preservación de forma vitalicia.
Aporte chavista
La amplia experiencia del chavismo en la técnica del golpe de Estado permanente, que desarrolla desde hace ocho años en su empeño por apoderarse del conjunto de los estamentos del Estado de manera legal, es un aporte a la técnica del golpe de Estado.
En el fondo, es la suma de las diversas experiencias analizadas por Malaparte, que los bolivarianos han sabido asimilar sintetizándolas en un todo.
Habiendo practicado con creces la técnica insurreccional, el Estado chavista surgido de esa experiencia no se defenderá con simples medidas legales o policiales, en caso de verse asediado por una rebelión, como lo haría un Estado democrático, sino con las milicias prestas y destinadas a enfrentar cualquier rebelión que provenga de las Fuerzas Armadas, según declaró hace poco el jefe del "Estado mayor personal del presidente".
Tras haber practicado el acceso al poder con el conocimiento de la técnica trotskista para el asalto decisivo, ahora le toca defender su poder sobre el Estado, a la manera de Stalin contra Trotski. La preservación del poder se disimula con debates de doctrina.
(FUENTE: BRADOMIN, LA PUNTILLA CUBANA).
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