lunes, noviembre 29, 2010

NO ME TOQUES EL PAQUETE...

Raúl BenoitRaúl Benoit: diarioSPAMFILTER@elheraldo.hn
Como viajero frecuente por mi trabajo periodístico, trato de ser práctico y no dejarme mortificar por los excesos de seguridad en los aeropuertos.

Llevo zapatos fáciles de quitar y poner, evito los artículos que ellos dicen son una amenaza para la seguridad nacional, aunque para mí sean útiles e inofensivos, y trato de asear bien mis partes íntimas con el fin de salir límpido en el escáner profano, que algunos llaman pornográfico.

Estoy habituado a las miradas arrogantes y con complejo de superioridad de algunos agentes del gobierno que, sin duda, fantasean con descubrir la amenaza latente pegada "al paquete" o en un frasco de agua envasada.

Recientemente olvidé una botella medio llena en mi maletín de mano y en el momento en que la descubrieron me ofrecí a beber el sobrante para demostrar mi inocencia, pero esa intención la vieron amenazante, por lo cual tuve que someterme a una revisión minuciosa e invasiva de la intimidad que descubrió, ante la mirada de otros pasajeros, mis "secretos" personales.

Cada vez que llego a casa o a los hoteles, encuentro abiertas las tapas del dentífrico o de las cremas medicadas y su "peligroso" contenido esparcido por la maleta como un acto deliberado para advertirme que esos productos les fastidia porque los tienen que revisar uno por uno para comprobar que no hay riesgo.

Siempre hallarán algo para hacerte sentir que eres un miserable ciudadano común, que tiene que soportar estoicamente lo que algunos califican, quizás en forma exagerada, como un retorno del sistema nazi.

A pesar de todas las molestias simulo ser un viajero feliz para no levantar sospechas de mi inconformidad y parecer un terrorista Talibán. Por eso, cuando escuché que un joven inspiró una rebelión contra el sistema, protestando y exigiendo en el aeropuerto de San Diego que "no le tocaran el paquete" (refiriéndose a sus partes íntimas) resolví apoyarlo. Él se negó a pasar por el escáner y fue obligado a un tanteo físico.

John Tyner grabó a escondidas el incidente con su teléfono celular y lo difundió en YouTube.

A partir de ahí la insubordinación anti-escáner ha cobrado fuerza en Estados Unidos, exhortando a los viajeros a resistirse a revisiones corporales demasiado íntimas.

No olvidamos que los culpables son los terroristas que sembraron la paranoia. Sin embargo, hay sospechas de que detrás de la "seguridad nacional" existen negociados gigantescos que incluyen ventas de equipos tecnológicos como los escáner de cuerpo desnudo (más de 300 en 60 aeropuertos) y una burocracia exagerada.

No debe interesarnos cuáles son los motivos escondidos, pero hay que defender la dignidad y el pudor.

No más "maniculitanteo" como decían las mamás para frenar el manoseo de los novios a sus hijas. No más radiaciones en el cuerpo, aunque digan que peor es la que recibimos en los aviones a 35 mil pies de altura. No más maltrato psicológico. No más posar desnudos, no para Playboy cobrando dinero, sino gratis para desconocidos empleados del gobierno que se ríen de nuestros defectos.

Si seguimos permitiendo excesos, perdemos libertades individuales y civiles a las que tenemos derecho como ciudadanos.

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