martes, agosto 07, 2012

ADORABLES Y ATORMENTADAS CRIATURAS


Perseguidor de Rapsodas

"Sus genialidades desperdigadas en los escenarios dan cuenta de que los prejuicios sólo joden la utópica armonía y el respeto".

Wilfredo Miranda Aburto | 6/8/2012




Foto: Dos grandes que se fueron en agosto: Marilyn Monroe y Chavela Vargas.
De encontrarse ambas en algún lugar, seguramente se dirán, “esa sociedad en la que vivimos es una mierda”. A Marilyn Monroe y a la Chavela Vargas las señalaron, las despreciaron, las estereotiparon por ser mujeres desinhibidas, heterodoxas -cada una de acuerdo a su personalidad y circunstancias-. Entonces, dos cinco de agostos, separados por cincuenta años, tuvieron que darse para que sus muertes las liberaran de la pesadumbre de la hipocresía y machismo humano, demostrando así sus talentos, que fueron superiores a cualquier prejuicio.

El domingo la Monroe reinaba en las planas de los periódicos, más por el morbo sensacionalista de dilucidar la causa de su muerte, supuestamente causada por quienes pretendía defender los intereses de John Fitzgerald Kennedy, que por su talento. Esa era la historia principal pues, especular que la rubia había ingerido barbitúricos u otra cosa a la fuerza. Pero nadie habló, ni culpó que Norma Jeane Mortenson, fue víctima de un sistema patriarcal que minimiza y ve como objetos a las mujeres. Nadie hizo hincapié en que el abuso sexual sufrido por Jeane Mortenson a los nueve años le jodió la sexualidad a Marilyn Monroe: la dejó frígida. En cambio,  Mr, President fue protegido, visto incluso con buenos ojos por la sociedad, mientras que su esposa, más que marcharse de su cumpleaños a la hora del canto, no hizo nada más que resignarse y seguir con él. Marilyn al final fue la puta.

A la californiana le remojan su adicción a los fármacos. La prensa la tildó de un ser banal, sin pretensiones y un enorme etcétera. Todo eso, aunque no se quiera, cala en el sentir de una persona. Marilyn nunca tuvo padre. Ni familia como tal. Y por eso buscaba compañía, aunque sólo encontró soledad, indiferencia y más fármacos. En su libro My Story lo deja claro, al igual que deja claro, que desgraciadamente, conoció “el sexo sin preguntar”. El señor Kimmel la violó; y todo normal.

La diatriba puede continuar. Me detengo a pensar que es urgente cambiar. Hay mea culpa. Hay de todo. Sufrimiento. Confusión. Sigo y todo se desvía… Alto... Murió Chavela Vargas a las una de la tarde en Cuernavaca… Chavela era lesbiana. La vieron como cosa rara por pensar diferente. Como un demonio extranjero en tierra catolicísima que criticaba las buenas costumbres y creía fervientemente en su chamanería.

Pantalones ajustados, pistola al cinto, poncho rojo, flaca y voz desgarrada que estrujaba las letras de Agustín Lara y José Alfredo, para dedicarlas melancólicamente a mujeres que amaba y que públicamente no podía. Esa era la Chavela que no encajaba en los cánones sociales. La Chavela que en su tierra natal jamás le rindieron merecido homenaje.

Monroe y Chavela, fueron dos mujeres en espacios diferentes, pero tratadas con el mismo látigo de la doble moral. Se fueron y su talento persiste como íconos palpables de un mundo que las rechazó pero que ahora, como sucede con todas las cosas, las ama hasta después. Sus genialidades desperdigadas en los escenarios dan cuenta de que los prejuicios sólo joden la utópica armonía y el respeto.

Seguramente, en algún lugar, Chavela le canta a Marilyn: “Qué me importa que quieras a otra y a mí me desprecies”, como diciéndole fui despreciada, pero me vale. Y Marilyn, seguramente, le cuenta a Chavela, con un ademán de resignación que “la virtud de una chica es mucho menos importante en Hollywood que su peinado”.

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