sábado, agosto 25, 2012

Avión presidencial: Ricardo Rocha


Avión presidencial:  Crimen de Estado

Si se produce la compra de un nuevo avión presidencial a un costo de 750 millones de dólares, será el peor robo a la nación de todos los tiempos.
Nada hay que pueda justificar un gasto tan monstruoso de nueve mil 800 millones de pesos: equivalentes a 98 universidades a un costo de 100 millones de pesos cada una; 196 escuelas medias de 50 millones; al menos nueve hospitales equipados de más de mil millones cada uno o 19 mil 600 casas de 500 mil pesos.

Además, los argumentos del señor Poiré y la Sedena son tan irracionales como ridículos: que urge por la “seguridad nacional y del presidente”; que será un Boeing 787 cuyo precio original es de 190 millones de dólares, pero al que durante tres años le harán “algunas adaptaciones” para entregarlo en 2015 con un incremento a 750 millones de dólares. ¿No es verdaderamente demencial? Primero, quién les dijo que a los mexicanos nos va la vida en ello. Además, si es tan urgente, por qué no venden —aunque sea como chatarra— la actual flota presidencial de 15 aviones y compran, pero ya, un par de naves eficientes a no más de 100 millones de dólares por unidad y para uso inmediato.

A ver: el avión más famoso, espectacular y completo del mundo, el celebérrimo Air Force One, que utiliza el presidente de Estados Unidos —con todo y su sofisticadísimo equipamiento que hemos visto en las películas— está valuado en 350 millones de dólares, ¡menos de la mitad de lo que costará el avión mexicano! Así que uno se pregunta si acaso tendrá un centro de comando de armas nucleares por encima de Washington y Moscú. O qué lujos piensan ponerle para justificar tamaña fortuna en “adaptaciones”. ¿No es un dispendio aberrante en un país con 60 millones de pobres?
Con esa compra iremos también derechito al museo de los horrores del tercermundismo: con el tiranuelo Bokassa y su trono de oro y terciopelo, cubierto de mink y asándose en los 45 grados de África Central; el antropófago Idi Amín, declarándose el último rey de Escocia; un narco de Lamborghini en la sierra de Sinaloa; el analfabeta Vicente Fox encabezando un “centro de estudios”; el presidente de un país pobre como México, con el avión más caro del planeta.

Si alguien cree que exagero, aquí algunos datos comparativos:
— El avión comercial más lujoso que existe es el Airbus A-380 VIP Playing Palace, de Singapore Airlines para 300 pasajeros, que cuenta con cuatro suites con cama king size. Está valuado en 220 millones de dólares.

— Le siguen los Airbus A-330 de Air China, que no cantan mal las pekinesas y cuentan con bar, salas de estar y otras monerías. Cada aparato cuesta 180 millones de dólares y transporta 250 pasajeros.

— En lo que hace a jefes de Estado —aparte del ya comentado Air Force One— el campeón es el avioncejo del sultán de Brunei; el mismo del palacio de mil 500 habitaciones y una colección de cinco mil automóviles de lujo; bueno, pues su artilugio aéreo es un Airbus A-340 para 300 pasajeros, cuyo costo inicial era de 230 millones de dólares. Para sentirse un poco más cómodo, redujo el cupo a 110 personas —incluyendo sus 20 esposas— y mandó hacerle algunos trabajitos como alfombras persas, incrustaciones de piedras preciosas, jacuzzis y baños con llaves de oro. Las mil y una noches a un costo adicional de otros 200 millones de dólares, para un total de 430 millones. Ahora, para entripado del señor Sultán, su palacio volante parecerá un aeroplano de interés social —casi un Flecha Roja con alas— frente al avionzazo presidencial mexicano, de casi el doble de valor.

— Otros comparativos válidos son las compras recientes de nuestras líneas aéreas, equivalentes a 750 millones de dólares: Aeroméxico, tres Boeing 737-800, dos Boeing 787-800 y cuatro Embraer; Volaris, ocho Airbus A-319; Interjet, 15 Sukhoi Superjet, sólo que en este caso pagaron 650 millones de dólares y les hubieran sobraron otros 100.

Más aun: Carlos Slim, el hombre más rico del mundo, no tiene avión privado, utiliza el mismo de 10 pasajeros que sus ejecutivos de Carso, aunque supongo que tiene preferencia; su hipercuate Bill Gates —también en el ranking de los más cargados del globo— usa un Bombardier BD 700 de 45 millones de dólares; su socio, Paul Allen, quien es más gastalón, le vendió en 2011 un equipadísimo Boeing 757 al mítico Donald Trump por la fabulosa cantidad de 100 millones de dólares; el avión privado del multibillonario saudita, Príncipe Alwaleed Bin Talal, un gigantesco Airbus 380, costó originalmente 319 millones de dólares, pero como lo bañó de oro y otras cositas, su precio aumentó 60 millones más, a 379 millones de dólares.

Pues todos ellos parecerán indigentes ante el surgimiento del nuevo, deslumbrante e indignante avión presidencial de esta dolorida nación. El más dramático ejemplo de nuestro subdesarrollo. Un insulto a los 30 millones de hambrientos, ocho millones de “ninis”, tres millones de desempleados y 14 millones de informales. Estamos, por lo tanto, frente a un crimen de Estado.

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