miércoles, abril 09, 2008
EL DRAMA DE NICARAGUA Y EL DE DANIEL ORTEGA
Iván de Jesús Pereira
El autor es abogado
Tal vez el drama del país sea el secuestro que el orteguismo realizó desde hace mucho tiempo a la Patria. Habiendo perdido las elecciones del noventa, gobernaron “desde abajo” como lo proclamó su líder, e impusieron con huelgas, amenazas o chantaje su agenda, a cada uno de los gobiernos que le sucedieron, desde doña Violeta hasta Bolaños.
El pacto entre los caudillos oxigenó al orteguismo en el momento en que estaba a punto de sucumbir. Alemán resucita a Ortega y lo legitima cuando el segundo ya no representaba nada.
La división del liberalismo para las últimas elecciones le dio vida a “Frankenstein”. Lo que pensábamos había sido sepultado y enterrado, tomó el poder y ahora reúne en su persona la jefatura del Estado, del Gobierno, de las Fuerzas Armadas y de su propio partido.
Para terminar de completar esta pesadilla la oposición le regaló al Presidente autorización de disponer de toda la ayuda venezolana, sin control. Y así, administra unos trescientos millones de dólares, que en esta tierra de desamparados lo convierte en el “todopoderoso” de nuestro acontecer nacional.
Acostumbrados a boicotear toda iniciativa “desde abajo” el orteguismo ahora enfrenta un enorme drama: el ser gobierno sin oposición, le imposibilita detener su naturaleza de contradicción y sabotaje. Por eso, ahora lo vemos enfrentándose a personas de su propio partido, que de alguna manera debido a su trabajo y profesionalismo, han venido marcando distancia del viejo caudillo.
El primer caso: es el alcalde Marenco, que en toda esta crisis provocada por el orteguismo, ha demostrado capacidad de liderazgo, eficiencia en su trabajo y una fuerte personalidad que sabe decir no, cuando las cosas son incorrectas o trastabillaría.
Marenco en realidad a lo que está jugando es al derecho de tener en su propio partido una sucesión democrática, fruto de su trabajo y de su honradez. Su pensamiento de hombre inteligente ha podido captar la necesidad que tiene el sandinismo para lanzarse de lleno al siglo XXI. Comprende que todo liderazgo tiene que surgir de un clima de amplia apertura democrática. Como intelectual moderno ve que la izquierda en Centroamérica, para triunfar, tiene que dar garantías de respeto a los valores democráticos. En otras palabras, cree que lo más saludable para el país es una sociedad pluralista, democrática y participativa, en donde el bien común sea el fruto a decir del Concilio Vaticano II, “donde los hombres, las familias y las asociaciones puedan lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección”.
El segundo caso es: Aminta Granera. Poco se ha comentado alrededor de lo ocurrido en la Policía Nacional. El mandar a retiro a un grupo de comisionados, sin justificación alguna, además de ser un enorme desperdicio al capital invertido en capacitar a dicho cuerpo, en el fondo, es un gesto que lo que pretende es politizar una de las instituciones más sensibles del Estado Nación.
El Presidente con su decreto lo que hizo es dejar sin equipo a la jefa de la Policía Nacional. En una sola palabra, le descabezó su administración y su trabajo. La humilló en su dignidad profesional y nos dijo a la nación ¡En la Policía mando yo! Resultado de esa actuación es el lamentable proceder de dicho organismo, en los acontecimientos de La Chureca. ¡Estamos a merced de lo que el señor Presidente disponga!
¿Por qué esa actuación tan irracional contra la comisionada Granera? ¿Qué tiene esa antigua religiosa de la Asunción de León, que tanto le teme el Presidente? Cuando uno examina a Aminta, no deja de sorprendernos la aureola que la envuelve. Esa señora aparentemente frágil, como una caña batida por el viento, con su sola presencia inspira respeto, confianza, y autoridad moral.
Más que una simple jefa de Policía, me recuerda a Juana de Arcos, que con su espada defendió a Francia de la invasión extranjera. Granera, con su actuación, más que espada, lo que ha demostrado tener, es valor para enfrentar el narcotráfico, para combatir la corrupción y sobre todo para darle al cuerpo que todavía dirige, un aire humano, una base moral, que inspira confianza al ciudadano común.
El Presidente tiene un dolor de muela, pero en este caso es doble, le guste o no , lo tiene en su propia boca, y ése, es también su drama.
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