viernes, julio 04, 2008

DERROTA DE LAS FARC ARRASTRA AL MOCLÍN DE ORTEGA

Más allá de la trascendental significación que tiene para Colombia la liberación de Ingrid Betancourt y catorce más de los principales rehenes de las FARC, mediante un extraordinario e impresionante operativo militar sin precedentes en la historia del mundo, el hecho tiene también una inmensa repercusión internacional. Ante todo para Venezuela y Nicaragua, cuyos gobernantes han respaldado en múltiples formas a esa fuerza armada irregular colombiana que es justamente catalogada como una organización terrorista por la comunidad democrática internacional.

Pero en el caso de Venezuela, el presidente Hugo Chávez al parecer ya había advertido lo que se avecinaba en Colombia, de manera que hace menos de un mes se adelantó a restarle su apoyo a las FARC. Después de que con su acostumbrada e histriónica vehemencia, le había exigido a la Unión Europea que le quitara a las FARC el calificativo de organización terrorista y la reconociera como fuerza beligerante, Chávez cambió bruscamente de rumbo y el 8 de junio recién pasado le pidió al nuevo comandante en jefe de las FARC, alias “Alfonso Cano”, que dejara en libertad de inmediato y de manera incondicional a todos los secuestrados. Además, Chávez le recomendó al alto mando de las FARC negociar con el Gobierno de Bogotá un acuerdo decoroso de paz y desmovilización, a fin de abandonar dignamente la inútil pero sangrienta lucha armada que libran desde hace más de cuatro décadas en las selvas colombianas.

Es obvio que el cambio de Chávez en relación con las FARC es consecuencia de los demoledores golpes estratégicos que la narcoguerrilla marxista ha sufrido últimamente, sobre todo de la revelación de los nexos del gobernante venezolano con las FARC que se comprobó con los documentos encontrados en las computadoras portátiles del extinto alias “Raúl Reyes”.

En lo que se refiere al Presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, éste a diferencia de Chávez se mantiene aferrado a su identificación con las FARC, a pesar de que en las computadoras de “Raúl Reyes” también se encontró información que lo compromete. En realidad, ha sido tanta la vinculación política e ideológica de Ortega a las FARC, que los golpes contundentes que éstas han recibido en los últimos meses y la inminente derrota definitiva que las amenaza, arrastran irremediablemente al mandatario nicaragüense que ha preferido gobernar solo para él mismo y sus partidarios, no para toda la nación a como está obligado por mandato constitucional.

Sin embargo, el Presidente nicaragüense aún está a tiempo de salirse del mal camino por el que ha transitado hasta ahora, y de seguir la senda que le ha indicado Hugo Chávez. Inclusive Ortega podría y debería aprovechar sus vínculos y afinidades con los altos mandos de las FARC, de los que tanto se ha enorgullecido, para persuadirlos de que acepten el consejo que les ha dado Hugo Chávez para que dejen en libertad de una sola vez a todos los rehenes y negocien con el gobierno democrático de Colombia una rendición digna, que los salve de la derrota total y les permita reinsertarse honorablemente en la sociedad y la vida política de su país. El gobierno de Álvaro Uribe, al que al parecer no se le han subido a la cabeza los humos de sus resonantes victorias sobre las FARC, les está ofreciendo esa oportunidad. Si “Alfonso Cano” fuese todo lo inteligente que dicen que es, aprovecharía este puente de oro que le han ofrecido el gobierno de Colombia y su mismo amigo Hugo Chávez.

A nosotros como a todos los demócratas del mundo la liberación de Betancourt y demás rehenes nos ha llenado de júbilo. La consideramos un triunfo de la humanidad porque no hay peor crimen contra la persona humana que el secuestro y el terrorismo. Nos alegramos con las derrotas de las FARC porque son victorias de la democracia y la paz. Y nos llenaría de satisfacción que el presidente Daniel Ortega tuviera la valentía de reconocer la derrota de las FARC, que es su propia derrota, y que cambiara sus desastrosas políticas nacionales e internacionales. Así podría evitarle al pueblo de Nicaragua mayores sacrificios en los tres años y medio que según la Constitución le quedan todavía de gobierno.

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