miércoles, julio 23, 2008

LOS CULPABLES ESTÁN ENTRE NOSOTROS. EDITORIAL LA PRENSA 230708

La condecoración con la Orden Rubén Darío de Nicaragua a la señora Margot Honecker, viuda del antiguo dictador comunista de Alemania Oriental, Erick Honecker, por parte del presidente sandinista Daniel Ortega, no ha sido una rutina más de la vieja afición que tienen los gobernantes nicaragüenses a repartir y negar medallas a diestra y siniestra. Tampoco fue ese acto —que tuvo lugar el recién pasado 19 de julio en Managua, ante plaza llena de devotos orteguistas pero más que todo de empleados públicos obligados— un simple agradecimiento de Daniel Ortega a la representante de la extinta República Democrática Alemana (RDA), el Estado totalitario comunista de Alemania que mucha ayuda le prestó al FSLN para imponer aquí un régimen revolucionario policíaco y totalitario.

En realidad, la condecoración a Margot Honecker con la Orden Rubén Darío hay que verla como una toma de posición política e ideológica de Daniel Ortega y su gobierno, una reafirmación de su fe en el totalitarismo comunista y una declaración de su compromiso de restablecer en Nicaragua el Estado policíaco, para sobre sus estructuras represivas montar el pretendido “socialismo del siglo XXI” que financia internacionalmente Hugo Chávez con los dólares del petróleo venezolano.

Margot Honecker no era sencillamente la esposa del Presidente alemán oriental, Erick Honecker. Tampoco era la simple Ministra de Educación de la RDA —cargo que desempeñó desde 1963 hasta 1989— y por lo tanto responsable de las políticas de lavado de cerebro y esclavización ideológica y cultural de la población, particularmente de su niñez y su juventud. Margot Honecker era mucho más que eso, era el poder detrás del trono, la mandamás del Estado comunista, una mujer todopoderosa y perversa por quien el pueblo sentía tanto miedo como odio y por eso la llamaba “la bruja lila”, bruja por su maldad y lila porque siempre se pintaba el pelo de ese color.

En el siniestro mundo comunista del siglo pasado, Margot Honecker sólo se comparaba con Elena Ceacescu, la mujer del último dictador comunista de Rumania, Nicolae Ceacescu, la que igualmente era el verdadero poder detrás del trono y por medio de su marido gobernó el país durante 24 años, de manera tan despótica como catastrófica. La diferencia entre Margot Honecker y Elena Ceacescu fue que a esta última la fusilaron en diciembre de 1989, junto con su marido Nicolae, porque Rumania fue el único país comunista de Europa donde el régimen totalitario cayó como resultado de un alzamiento popular violento. En cambio, “la bruja lila” sobrevivió al naufragio del comunismo en Alemania del Este y Europa Oriental; inclusive, gracias a la generosidad de la democracia —o a la estupidez de los políticos democráticos, según como se le quiera ver— goza de una pensión pagada por el Gobierno de Alemania con dinero del pueblo alemán, equivalente a un poco más de dos mil dólares mensuales, lo que le permite disfrutar un cómodo exilio en Chile.

Al respecto el señor Hubertus Knabe, quien es el director del monumento en Berlín que honra la memoria de las víctimas del régimen comunista de la RDA, ha dicho que “es particularmente injusto que el Estado alemán pague cuatro mil 100 millones de euros (seis mil 396 millones de dólares) en pensiones a los antiguos líderes del desaparecido régimen comunista y sólo 48 millones de euros (74.8 millones de dólares) a las víctimas de esa misma dictadura”. Esa situación, indignante además de injusta, la denuncia Knabe en su libro Los culpables están entre nosotros, en el que señala que ninguno de los líderes de la dictadura comunista de la RDA fue castigado y menciona precisamente a Erich y Margot Honecker como ejemplos de esa impunidad.

Pero también en Nicaragua los culpables están entre nosotros. Por eso “la bruja lila” vuelve a levantar el puño en Managua, como escribió el periódico alemán Bild al informar sobre la condecoración que Daniel Ortega le otorgó a Margot Honecker. Por eso, mientras “en Alemania (la Honecker) es odiada y despreciada, en América Latina (en Nicaragua) es honrada, aplaudida y festejada. Como una orgullosa heroína revolucionaria. Como si su antigua RDA hubiera renacido”, según escribió Bild y difundió la televisión alemana internacional Deustche Welle por todo el mundo, para vergüenza de los demócratas de Nicaragua que son la mayoría, pero están sometidos a y por una minoría antidemocrática.

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