Quien no se siente agradecido por las cosas buenas que tiene, tampoco se sentirá satisfecho con las cosas que desearía tener.
El que no aprende el idioma de la gratitud no podrá dialogar con la felicidad.
La felicidad empieza cuando uno deja de lamentarse por los problemas que tiene y agradece por los problemas que no tiene.
El Dr. Alexander Whyte, de Edimburgo, era famoso por sus oraciones en el púlpito. Siempre encontraba algo por lo cual agradecer a Dios, aún en las épocas más difíciles.
Un día tormentoso, un feligrés se puso a pensar: "No creo que el pastor tenga nada que agradecer a Dios en un día como éste".
Pero Whyte empezó su oración de la siguiente manera: "Te damos gracias, Señor, que no todos los días son como éste.".
Cierto día, Matthew Henry, el conocido hombre de letras, fue asaltado por unos ladrones que le robaron la cartera.
Ese día escribió en su diario:
"Estoy muy agradecido porque, primero, nunca me habían robado antes; segundo, porque a pesar de que se llevaron mi cartera, me dejaron con vida; tercero, porque aún cuando se lo llevaron todo, no tenía mucho; y cuarto, porque me robaron a mí y no fui yo quien robó".
Las bendiciones más hermosas son las que se obtienen con oración y se lucen con gratitud.
"He aprendido a contentarme cualquiera sea mi situación." Esta frase no significaría tanto si no hubiese sido dicha por un hombre que fue tratado injustamente, encarcelado sin razón y que, finalmente, murió a manos del verdugo: ¡El apóstol Pablo
Nuestros ancestros se las arreglaron sin azúcar hasta el siglo XIII, sin carbón hasta el siglo XIV, sin pan batido hasta el siglo XV, sin papas hasta el siglo XVI, sin pudín hasta el siglo XVIII, sin huevos, fósforos ni electricidad hasta el siglo XIX y sin productos enlatados hasta el siglo XX.
Entonces, ¿de qué nos quejamos?
A veces, cuando uno se siente cansado o aburrido le es posible recobrar su capacidad de asombro haciéndose estas preguntas:
Imagina que sólo contaras con este momento presente.
Imagina que esta puesta de sol, que esta salida de la luna, que esta tostada con mantequilla, que este niño durmiendo o que esa bandera proyectada contra el firmamento...
¡Supone que esta fuera la última vez que pudieras disfrutar de estas cosas! Muy pocas cosas son aburridas en sí mismas. Somos nosotros que, con el correr de los años, dejamos de apreciarlas como se debe.
El que está agradecido con lo poco disfruta lo mucho.
"Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya fruto, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en el Señor, y me gozaré en el Dios de mi salvación."
La mejor evidencia de qué clase de persona somos es nuestra capacidad para expresar gratitud.
Buenos días y que Dios nos bendiga a todos.
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