lunes, febrero 07, 2011

CUATRO CLASES DE PERDÓN

El perdón es la base de toda sanidad en la mente, conciencia y corazón. El perdón es la clave de la liberación espiritual. El perdón es una barrera que debemos cruzar para ser totalmente libres en nuestro interior.

Sin perdón hay dolor, hay rencor, hay resentimiento y amargura.

Hay cuatro clases de perdón:

1. Perdonarse uno mismo.

Hay situaciones que producen desilusión de nosotros mismos. Hay actitudes y hechos cometidos por nosotros que nos humillan, nos denigran y avergüenzan.

Las fallas de esta clase requieren de un auto-perdón. Sé libre hoy de tus propias fallas. ¡Perdónate! Nadie es perfecto, la misma esencia defectuosa, propensa a fallar, existe en todos los seres humanos.

Perdonarte a ti mismo es aceptar con humildad tu condición real de ser humano. Reconoce que no eres perfecto y comienza a mejorar.

Perdonarte a ti mismo es un acto de humildad. Perdonarte a ti mismo te hará depositar la confianza en Dios para recibir la fortaleza y no volver a fallar.

Sé libre hoy perdonándote de todo lo malo que hayas hecho. Somos perfectibles y estamos en un camino de mejoramiento continuo.

2. Perdonar a otros.

Las heridas duelen y a veces mucho. Pero alguien dijo: “La mejor venganza es el perdón” porque la falta de perdón te auto-esclaviza. Te lastimas a tí mismo cuando no perdonas, mientras que el ofensor no se percata de tus sentimientos.

Tu falta de perdón hacia otros te mantiene preso y atado a esa persona. ¡Sé libre perdonando!

¿Te fallaron? Bienvenido al planeta tierra.

Este es un mundo con injusticias, con seres humanos que tienen libre albedrío. Serán libres y felices quienes cruzan la barrera del perdón. Quienes saben perdonar y olvidar, poseen una virtud suprema.

Solo los valientes perdonan. Solo los sabios saben perdonar al prójimo. Solo quién tiene verdadero amor. Tú eliges entre permanecer preso o hallar la libertad.

Cualquier mediocre puede ser violento, matar, abusar o lastimar, pero no cualquiera posee el supremo valor de perdonar. Esto solo es un rasgo de los seres sabios e inteligentes.

Perdona hoy lo que te hicieron, tú no tienes la culpa. Confiesa el perdón con tus labios, ¡Hazlo Y serás libre por siempre!

3. Perdonar a Dios.

Si, así como lo oyes, perdonar a Dios. Esta es muchas veces una actitud inconsciente.
¿Acaso Dios se equivoca? No, en absoluto. Pero nosotros percibimos por nuestro orgullo e ignorancia que Dios nos ha fallado en algunas ocasiones. Pensamos que ciertas tragedias e injusticias son una falla de Dios. Pero no es así.

Es que nuestra mente y percepción espiritual son demasiado estrechas como para comprender la magnitud de algunas cosas.

Está claro que en el mundo el desastre lo producen los seres humanos. Quizás sentiste que Dios se olvidó de ti, o que llegó tarde.

Pero en realidad Él estuvo contigo dándote fuerzas en tu día malo.

No seamos necios y no echemos culpas a Dios. Cambia tu actitud si estás enojado con Dios. Porque Él quiere lo mejor y jamás quiso nada malo para ti.

4. El perdón de Dios.

Además de fallarnos entre nosotros mismos, también le fallamos muchas veces a Dios. Dios es amor. No tiene amor… ES AMOR. Por eso Su naturaleza es perdonar las fallas de Sus hijos. No importa lo que hayas hecho, Él es el creador de todo y juez del universo.

Y Dios, a pesar de ser juez, no se complace en juzgar sino en perdonar.

Dios te perdona, Dios te perdona, Dios te perdona y te perdona siempre.

Donde hay verdadero arrepentimiento, hay un perdón de Dios asegurado.

Algunos preguntan: ¿Dónde está Dios que no lo veo?

Dios ya se hizo visible en la persona de Jesús, Su Hijo, quien vino a perdonar.

La misión de la venida de Cristo a la tierra fue el Perdón.

Él dijo antes de morir: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

Es una dicha muy grande saber que Dios nos perdona cuando se lo pedimos.
Dios respondió con perdón ante las fallas de la humanidad.

Envió a Su Hijo para que seamos perdonados y aceptados.

Dios nos quiso amar y envió la solución para nuestros pecados.

La solución es Jesús, el Hijo de Dios, quien murió en la cruz para derramar Su sangre inocente.

Y la sangre pura e inocente de Cristo es la que nos brinda la limpieza de todos nuestros pecados cuando creemos en Él.


Moisés Absalón

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