viernes, abril 17, 2009

OBAMA,LA ESTRELLA DE LA QUINTA CUMBRE.


Carlos Alberto Montaner
Amor y odio al Norte y al Sur

El autor analiza la futura Cumbre de las Américas y el escenario que se va a encontrar Obama, con un Chávez, secundado por Morales, Ortega y Correa, defendiendo a la dictadura cubana.

Carlos Alberto Montaner 14 de abril de 2009

Obama será la estrella de la Quinta Cumbre de las Américas. Es el más vistoso y admirado de los gobernantes del hemisferio. La reunión esta vez se celebrará en Trinidad-Tobago entre el 17 y el 19 de abril. Acudirán los mandatarios de los 34 Estados afiliados a la OEA. Cuba no asiste porque su gobierno fue expulsado de ese organismo en los años sesentas por agredir a la democracia venezolana de Rómulo Betancourt. No obstante, Hugo Chávez, acompañado por su afinado coro de niños cantores del socialismo del siglo XXI, Evo Morales, Rafael Correa y Daniel Ortega, se ocupará de defender el punto de vista de la dictadura cubana. Ya Chávez ha advertido que llevará una buena ´´artillería´´. No lo dudo.

Algunos expertos le echan en cara a Obama que no se ocupa del sur de su frontera. Es una queja recurrente. Lo decían de George W. Bush, aunque el anterior mandatario chapurreaba el español heroicamente y visitó a los latinoamericanos con mayor frecuencia que ningún otro presidente norteamericano. Eso no impidió que en el 2005, en Mar de Plata, durante la Cuarta Cumbre, el entonces presidente argentino Néstor Kirchner, de acuerdo con Hugo Chávez, convirtiera aquel evento en un juego poco amable de linchamiento del gringo, en medio de un circo de provincia que incluía a Hebe Bonafini en el papel de la mujer barbuda y a Maradona como el enano del cañonazo.

No creo que esta vez sean tan duros con Obama. Trinidad-Tobago alberga una población negra, india y mestiza que simpatiza intensamente con el presidente de Estados Unidos. En todo caso, hay algo patético en esa obsesión de ciertos latinoamericanos de que Estados Unidos los tenga en cuenta. Los presidentes norteamericanos tampoco se ocupan de Suiza o de Bélgica y jamás he visto a un ciudadano de esos países neuróticamente preocupado por la indiferencia de Washington. Las naciones maduras cumplen sus compromisos, tienen buenas relaciones con los demás Estados y se dedican a resolver sus propios problemas. No esperan el alivio ni la salvación del exterior.

En los años sesenta Estados Unidos, bajo la batuta de John F. Kennedy, puso en marcha la Alianza para el Progreso, y en una década el país desperdició inútilmente veinte mil millones de dólares. Se dice rápido, pero esa cifra casi duplica el monto de la ayuda dedicada a Europa con el Plan Marshall, aunque en América Latina no ocurrió nada.

O pasó algo aún peor: tras la Alianza para el Progreso, que supuestamente había surgido para desarrollar la región dentro de los parámetros del capitalismo de mercado y consolidar las democracias, vino un periodo nefasto. Por una punta aparecieron las dictaduras estatistas de signo antinorteamericano: Torrijos y luego Noriega en Panamá, Velasco Alvarado en Perú, Daniel Ortega en Nicaragua; por la otra, se enseñorearon en el continente los regímenes militaristas de derecha sobre una montaña de cadáveres: Argentina, Brasil, Chile y Uruguay.

Me temo que Estados Unidos ya ha descubierto que puede hacer muy poco para dotar de prosperidad económica o libertades políticas a los países latinoamericanos, pero esa limitación no impide que cualquier nación pueda salir adelante. Trinidad-Tobago, por ejemplo, tiene un PIB per cápita mayor que cualquier país iberoamericano, jamás ha padecido una dictadura y nunca ha sufrido un golpe militar.

A lo mejor ése es un buen tema para discutir durante la Cumbre y entretener al presidente Obama: ¿cómo y por qué las islas del Caribe inglés (o del holandés) no sólo son democracias estables, sino que han conseguido, en algunos casos, superar en muchos aspectos a las sociedades hispanas? Algunos lo atribuyen al sistema parlamentario. Otros piensan que el predominio protestante y la tradición y valores británicos son básicos. Yo no estoy seguro de nada, pero no creo que con Estados Unidos exista esa adolescente relación amor-odio que se observa en Iberoamérica. Ese es un buen punto de partida.

Fuente: Firmas Press

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