miércoles, marzo 05, 2008

LOS ASESINOS DE PERIODISTAS

(Editorial La Prensa Nic. 050308)

La liberación, por “recomendación médica y razones humanitarias”, de Wiliam Hurtado Jiménez, el asesino del periodista Carlos José Guadamuz, es un mensaje de grave peligro para los periodistas independientes y críticos del Gobierno.

Carlos Guadamuz fue asesinado el 10 de febrero del 2004, porque a pesar de su origen y formación sandinista era un severo crítico del FSLN y de Daniel Ortega en lo personal. El asesino de Guadamuz es un antiguo miembro de los cuerpos armados represivos de la dictadura sandinista, que gobernó el país a sangre y fuego desde 1979 hasta 1990; y al confesar su horrendo crimen declaró que nadie le ordenó asesinar al periodista disidente del sandinismo, ni le pagaron por hacerlo, pero que lo había matado por motivos ideológicos y políticos, pues no toleraba sus críticas contra Daniel Ortega y el FSLN.

Ahora el asesino del periodista Guadamuz es liberado cuando apenas ha permanecido en prisión menos de cuatro años, de los 21 y medio a los que fue condenado, y esto podría ser interpretado por quien quiera asesinar a cualquier periodista crítico de los abusos de poder y la corrupción, como un estímulo a hacerlo, ya que si lo atraparan no pasaría mucho tiempo en prisión.

En ese mismo contexto hay que considerar el caso del activista del PLC y ex alcalde del municipio de El Ayote, Eugenio Hernández, quien el 9 de noviembre del mismo año 2004 asesinó a la periodista del Diario Hoy y LA PRENSA, María José Bravo. Hernández fue condenado a 25 años de prisión por el asesinato de María José Bravo, pero ahora se informa que quedará en libertad próximamente porque la Corte Suprema de Justicia cambiará a homicidio la tipificación del delito por el cual fue condenado. Y el mensaje es igual que en el caso del asesino de Guadamuz, o sea el de que quien mate a un periodista molestoso para el Gobierno será tratado con “benevolencia” por la justicia sandinista.

Un periodista es un ser humano igual que cualquier otro. Asesinar a un periodista significa lo mismo que matar a una persona que ejerce otra profesión u oficio. No es válido, entonces, pedir un tratamiento diferenciado de la justicia para los periodistas ni un castigo especial para sus asesinos. Lo que se exige es sólo que se haga justicia y que se cumpla la ley; es decir, que los asesinos de Carlos José Guadamuz y María José Bravo permanezcan en prisión la cantidad de años a la que fueron condenados, aislados de la sociedad y lejos de los periodistas, para que no se les ocurra repetir sus crímenes.

Los asesinatos de periodistas son intentos extremos de suprimir la libertad de expresión, de información y de opinión. Mediante el asesinato de un periodista se intimida a los demás para que no denuncien la corrupción y los abusos, para que no informen la verdad de lo que ocurre ni aboguen por la justicia jurídica y social.

Los ciudadanos deben tener claro que muchas veces se asesina a periodistas a fin de crear condiciones para imponer dictaduras, ya sean de izquierda o de derecha que al fin y al cabo son igualmente perversas y repugnantes. Las amenazas contra los periodistas, el acoso, la difamación, la calumnia, la represión y el asesinato de hombres y mujeres de prensa son ataques directos y brutales contra los pilares sobre los que se sostienen la libertad y la democracia. Por otra parte, si los asesinos de periodistas quedan impunes, o la justicia es benevolente con ellos, estos criminales se sienten autorizados a cometer sus fechorías y a silenciar la crítica periodística incluso de la peor manera posible, que es el asesinato.

Los dictadores tienen al respecto una especie de norma de conducta. Por lo general comienzan descalificando, insultando y acusando a los medios de comunicación y a los periodistas independientes que los molestan con sus informaciones y sus críticas. Después mandan matones a que vapuleen a sus críticos o los hunden en la cárcel. Y por último los asesinan, ya sea por medio de sicarios que actúan por dinero u “obediencia debida”, o mediante voluntarios que lo hacen por “razones ideológicas y políticas”. Incluso, a veces asesinan a los periodistas desde antes de imponer la dictadura, a fin de limpiar el camino de obstáculos y para ahorrarse problemas posteriores.

En todo eso tenemos que pensar, necesariamente, cuando los asesinatos de periodistas quedan totalmente impunes o sus asesinos no reciben el castigo que merecen.

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