Ayer 16 de octubre se celebró el Día Mundial de la Alimentación, proclamado por la Organización de Naciones Unidas desde el año de 1979. Con ese motivo, mucho se ha hablado y escrito en estos días acerca del hambre que sufren actualmente unas mil millones de personas en las regiones más pobres del planeta, incluyendo a Nicaragua.
Expertos internacionales en el tema del hambre, aseguran que este año habrá en el mundo 150 millones de hambrientos más que el año pasado, pero no por escasez de alimentos sino porque éstos no llegan a todas las personas que los necesitan. “La cuestión no es si podemos alimentar a toda la población mundial. Producimos hoy demasiado; producimos mucho más de lo que necesitaríamos para alimentar a todos”, asegura Benedikt Haerlin, experto alemán en asuntos alimentarios de una fundación alemana que investiga el futuro de la agricultura, y quien participó en la elaboración del Informe Mundial de la Agricultura 2008.
En el mismo sentido, el director del Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidas, Achim Steiner, expresa que “en este momento hay más alimentos para repartir de los que se necesita en realidad”. Y agrega que “sin destinar a la agricultura un solo kilómetro cuadrado más, podríamos dar de comer a todos los seres del planeta en este momento, se trata sólo de manejar mejor los recursos”.
En realidad, ya en la Cumbre Alimentaria de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que se realizó el año pasado en Roma, Italia, se dejó claro que “hay producción (de alimentos) suficiente para alimentar al doble de la población mundial”. En aquella ocasión el relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación, Jean Ziegler, informó que teniendo en cuenta que en el planeta hay unos 6,500 millones de habitantes, “en el estado actual la producción agrícola mundial podría fácilmente alimentar a 12,000 millones de personas”.
Entonces, ¿por qué, habiendo tantos alimentos y capacidad para aumentar su producción, más de mil millones de personas están padeciendo hambre en diversas partes del mundo?
Desde los tiempo de Carlos Marx, los políticos de izquierda han dicho que la extrema pobreza y el hambre se deben a las relaciones económicas capitalistas, al libre mercado, a la injusticia de un sistema en el que todo, hasta la comida, es mercancía que se vende y se compra, y por eso quienes carecen de recursos económicos no pueden adquirirlos. Sin embargo, en aquellos países donde, por esa creencia falsa, los comunistas abolieron las relaciones económicas capitalistas y el mercado libre, colectivizaron la agricultura e impusieron por decreto la igualdad del consumo de alimentos, el resultado fue que provocaron terribles hambrunas colectivas y causaron la muerte por inanición de centenares de millones de personas. O sea que el remedio comunista resultó peor que la enfermedad. Por eso, en Rusia, China y otros países tuvieron que restablecer las relaciones económicas capitalistas y el libre mercado.
Realmente, es por culpa de los gobiernos —o mejor dicho, de los malos gobiernos y peores gobernantes— que hay extrema pobreza y hambre en el mundo. Veamos si no, el caso de Nicaragua: Según las promesas de Daniel Ortega, de que iba a reducir el hambre a cero, que implantaría un reino de justicia social y que gracias a él estarían arriba los pobres de Nicaragua, y hasta los del mundo, al cabo de casi tres años de su nuevo gobierno ya debería haber cumplido o al menos avanzado significativamente en el cumplimiento de lo que ofreció. Es decir, que ya no debería de haber tantos hambrientos ni pobres, y los líderes del gobierno, para cumplir sus votos de socialismo y pobreza, deberían vivir en las humildes “casas del pueblo”.
Pero la verdad es que ahora en Nicaragua hay más pobres y hambrientos que hace dos años y medio. Y mientras los del reducido grupo integrado por familiares y socios políticos y empresariales de Ortega, se han hecho millonarios y se han ido a vivir en suntuosos palacios, los nicaragüenses en su gran mayoría son más pobres, inclusive aquéllos que reciben las migajas del clientelismo gubernamental.
Eso es el socialismo del siglo XXI en Nicaragua: abajo, una población cada vez más empobrecida y con más hambre; y arriba, los nuevos oligarcas hambrientos de poder que amasan cuantiosas fortunas, que viven en la opulencia mientras se llenan la boca con una fraseología revolucionaria y populista que nadie se las cree, ni siquiera sus venenosos agentes de los medios oficialistas de comunicación.
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