miércoles, octubre 28, 2009

LOS DÍAS Y LAS LUCHAS DECISIVOS

(Editorial La Prensani.28/10/09)

Sin duda que lo ideal sería que la oposición lograra mediante acciones parlamentarias, institucionales y legales, revertir las medidas autoritarias y arbitrarias del régimen orteguista que está avanzando hacia la consolidación de una nueva dictadura en Nicaragua. Nos referimos a medidas gubernamentales como, por ejemplo, el enorme y escandaloso fraude electoral en los comicios municipales del año pasado, y el grotesco golpe asestado a la Constitución el 19 de octubre corriente para despejar el camino a una nueva y sucesivas reelecciones de Ortega.

Más ideal y deseable sería aún, que los magistrados orteguistas que perpetraron el crimen judicial contra la Constitución el pasado 19 de octubre, se arrepintieran de su fechoría y anularan la resolución que dictaron ese nefasto día, tal como se los ha pedido públicamente —con toda la bondad y humildad cristiana que alberga en su corazón de pastor de la Iglesia católica— el Arzobispo de Managua y presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, monseñor Leopoldo José Brenes Solórzano.

Pero eso, repetimos, es lo ideal y deseable. En la realidad, los hechos transcurren por otra vía, por el camino áspero y sinuoso que previamente ha sido delineado por Daniel Ortega y el grupo estratégico nacional e internacional que lo rodea y lo asesora. Dicho con otras palabras, por el camino de la imposición a golpe de fraudes descarados, como el del año pasado, de resoluciones judiciales monstruosas, como la del 19 de octubre corriente, y de violencia física despiadada contra opositores y disidentes, como la que le aplicaron el jueves de la semana pasada a la joven activista democrática Marlene Martínez.

En realidad, peores acciones que esas está dispuesto a cometer el orteguismo con tal de alcanzar sus macabros propósitos, según la amenaza pública que hizo Tomás Borge —la cual debemos repetir y recordar constantemente—, de que no importa lo que el FSLN tenga que hacer y el precio que deba pagar, pero no volverá a entregar el poder nunca más. Mejor dicho que no lo entregará voluntariamente, porque por la fuerza tendrá que hacerlo tarde o temprano, de manera inexorable, si a ese extremo Daniel Ortega y su partido quieren llevar al país.

Pero el hecho de que no sea mediante recursos parlamentarios, institucionales y legales, que se pueda revertir las acciones dictatoriales de Daniel Ortega y obligarlo a respetar las reglas democráticas de gobierno y de convivencia política y social, eso no significa que se deba renunciar al uso de tales procedimientos. La verdad es que en la defensa de la libertad, la democracia y la justicia, todas las formas de lucha son válidas y necesarias. A la dictadura hay que combatirla en todos los campos, incluyendo el parlamentario, institucional, legal y electoral. Lo que hay que evitar es el cretinismo parlamentario de creer que sólo por esa vía se le puede derrotar.

La experiencia de Nicaragua, así como la de Chile, Filipinas, Ucrania y otros países de distintas partes del mundo, ha demostrado que hasta los más poderosos y despóticos regímenes autoritarios, que tenían el control absoluto sobre el Estado, gobernaban férreamente con mano militar y fuerza represiva, y manejaban según su capricho al órgano electoral del Estado, sin embargo pudieron ser derrotados cuando la gente perdió el miedo y participó masivamente en demostraciones callejeras y eventos electorales. De esa manera la oposición consiguió contundentes mayorías de votos que ninguna intimidación pudo evitar y ningún fraude electoral pudo ocultar. Y aún en los casos en que las dictaduras se imponen mediante la represión y fraudes en las elecciones, la participación electoral de la oposición sirve para crear y generalizar la conciencia democrática en la población, para motivarla, organizarla y movilizarla a librar las batallas decisivas en otros escenarios.

Si la oposición nicaragüense quisiera un consejo político indirecto y gratuito, puede tomar el de Humberto Ortega, hermano del dictador, otrora poderoso general del ejército sandinista y feroz cogobernante durante la primera dictadura del FSLN, quien le ha recordado de manera franca y pública a los líderes opositores, que ante manifestaciones callejeras de veinte, treinta o cincuenta mil personas, no hay gobierno que pueda permanecer en pie.

De manera que si bien es cierto la lucha que la oposición está librando en la Asamblea Nacional, hay que fortalecerla y llevarla a otras instancias legales nacionales e internacionales, sin embargo los verdaderos días y luchas decisivos están por venir. Y de la voluntad, la actitud y las acciones de la misma oposición depende que vengan lo más pronto posible.

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