El jueves de esta semana, los aficionados nicaragüenses de beisbol se vieron prácticamente obligados a ver por el canal de televisión del Frente Sandinista los juegos de beisbol de las Grandes Ligas de Estados Unidos, que el día anterior habían iniciado la fase final o de postemporada, en la que los mejores ocho equipos se eliminan entre ellos hasta quedar el campeón de la denominada Serie Mundial.
Los aficionados nicaragüenses habían podido disfrutar los tres primeros juegos de las series semifinales de beisbol —que se realizaron el miércoles 7 de octubre— mediante las excelentes transmisiones de las cadenas estadounidenses de televisión deportiva, ESPN y Fox Sports, que son reproducidas en Nicaragua por la empresa privada de cable Estesa. Sin embargo, de manera sorpresiva y sin ninguna explicación a los usuarios de Estesa, que pagan por ver entre muchos otros canales extranjeros los antes mencionado de ESPN y Fox Sports, el jueves los juegos de beisbol fueron transmitidos sólo por el canal del FSLN. De manera que los aficionados fueron obligados a oír y ver la odiosa propaganda política del régimen orteguista, o privarse de ese entretenimiento sano al que tenían derecho y por el cual pagan a Estesa.
Esto es totalitarismo de primer grado. En realidad, así como un cáncer en metástasis invade, contamina, corrompe y destruye todo el organismo humano hasta aniquilarlo, a la perversión política totalitaria no se le escapan ni siquiera las actividades deportivas.
Hanna Arendt, eminente teórica política alemana de origen judío, fallecida en diciembre de 1975, describió el totalitarismo como un sistema de dominación distinto de las antiguas tiranías de Persia, Egipto, Roma y las de la época medieval. La diferencia radica —según Hanna Arendt— en que el totalitarismo no solamente aniquila las capacidades políticas y cívicas de las personas, sino que también destruye a los grupos y las instituciones sociales que entretejen las relaciones humanas.
Por su parte, la intelectual mexicana Soledad Loaeza, profesora e investigadora de ciencias políticas del Centro de Estudios Internacionales del Colegio de México, ha demostrado que “el totalitarismo penetra hasta en los últimos rincones de la vida del individuo; no regula únicamente sus actividades políticas o civiles, sino que acapara su entorno natural con la intención de satisfacer todas sus necesidades y curiosidades en el ámbito de la cultura, el deporte, las diversiones e incluso sus relaciones sociales”.
De igual modo, el Decano del Colegio de Abogados de San Sebastián, España, José María Muguruza, explica que “totalitarismo viene de ‘totus’ (todo) y es un concepto que se aplica a los regímenes políticos que, en lugar de limitarse a desarrollar sus funciones de liderazgo y gestión de los intereses comunitarios, tratan de imponer su propia ideología de una forma excluyente mediante su omnipresencia dominante en todas las actividades sociales”.
Estamos hablando, entonces, de lo que pasa en Nicaragua bajo el régimen de Daniel Ortega, que extiende su omnipresencia dominante sobre todos los ámbitos de la vida de los nicaragüenses, hasta en el entretenimiento que proporcionan las transmisiones por televisión de espectáculos deportivos.
La antes mencionada Hanna Arendt, en su obra titulada Los orígenes del totalitarismo, explica que el totalitarismo cultiva una fe ciega en la ideología, en su propia ideología, y la difunde permanentemente para por su medio controlar y sincronizar a toda clase de grupos y actividades sociales. Y agrega que “también se encarga de la politización de todas las actividades, aún de las más aparentemente alejadas, como el deporte y el ocio”.
Ahora bien, en el caso que nos ocupa no sólo debemos condenar el totalitarismo de Daniel Ortega, el cual pretende controlar hasta las transmisiones deportivas y ofrecerlas sólo por medio de su canal de televisión, para obligar a la gente a soportar su infame propaganda política.
Sin embargo, ayer viernes la empresa privada de televisión emitió un ambiguo comunicado justificando la suspensión de la transmisión del beisbol por los canales estadounidenses antes mencionados, y por la tarde los aficionados pudieron volver a disfrutar los juegos programados. Y esperan seguir disfrutándolos hasta el final de las series de postemporada por los canales de ESPN y Fox Sports, cuyas señales no las reciben por cable en forma gratuita sino que las pagan mensualmente a un alto precio, que aumenta cada mes por la dolarización de la tarifa y la devaluación de la moneda nicaragüense.
En todo caso, la lección que deja este asunto es que la ciudadanía tiene que defender sus derechos, incluyendo el de disfrutar el entretenimiento deportivo sin la contaminación política del totalitarismo orteguista.
(Editorial del Diario La Prensa. Ni. 10-10-09)
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