martes, enero 08, 2008

POPULISMO: REMEDIO PEOR QUE LA ENFERMEDAD

Como es bien sabido, uno de los principales retos que enfrenta Nicaragua es el de superar la pobreza y el subdesarrollo. Pero en este campo vamos a la zaga de todos los países centroamericanos. Se supone que los gobernantes usen su tiempo para buscar soluciones a los problemas sociales y nacionales, pues para eso se les ha elegido y para eso se les paga. Sin embargo, en Nicaragua hacen lo contrario como lo demuestra el deterioro que han experimentado la economía y la imagen del país en el primer año de gestión de Daniel Ortega. Y más preocupante todavía es que este no da indicios de cambio.

Daniel Ortega dijo en su campaña electoral, y sigue diciendo todavía, que su prioridad es la lucha contra la pobreza, el desempleo, el analfabetismo, la corrupción y la falta de acceso a la salud. Pero sus acciones empeoran estos problemas. Recientemente anunció que Venezuela financiará el programa Hambre Cero, como si esto, en el caso de que fuera cierto, constituyera una solución real a la grave crisis nacional. En realidad, con este programa el Presidente está creando falsas expectativas en la población, expresa un insano populismo y manipula con fines políticos la necesidad de la gente. Así no se resuelve el problema.

Al respecto del populismo contemporáneo, el escritor mexicano Enrique Krause comenta que “el populismo tiene una naturaleza perversamente ‘moderada’ o ‘provisional’: no termina por ser plenamente dictatorial ni totalitario; por eso alimenta sin cesar la engañosa ilusión de un futuro mejor, enmascara los desastres que provoca, posterga el examen objetivo de sus actos, doblega la crítica, adultera la verdad, adormece, corrompe y degrada el espíritu público”.

Tal es el caso del programa Hambre Cero, que es como pan para un día y sólo para una minoría de toda la gente necesitada. Lo que se debe hacer es crear condiciones para que los agricultores cultiven la tierra y produzcan sus propios alimentos. Así no tendrían necesidad de vivir con la mano extendida. Lo cierto es que si la economía del país no crece suficientemente —como no creció este año— la “ayuda” de Hugo Chávez sólo servirá para estimular la corrupción y el clientelismo. Ortega se irá de la Presidencia en enero del 2012 y con él también la ayuda venezolana. Entonces, ¿qué será de los hambrientos si no se dan pasos concretos para que la economía nacional tenga un crecimiento real y sostenido, al menos al ritmo de los demás países centroamericanos?

Las estadísticas no engañan. El economista José Luis Medal plasmó la situación económica del país en el 2007, en un artículo de opinión que publicamos el 3 de enero corriente. El crecimiento de la economía, de 3.5 por ciento, fue el más bajo de Centroamérica; y la tasa de inflación, de 14 por ciento, la más alta de la región. El desempleo no bajó pero los precios de los productos y servicios se dispararon. Si el país sigue por este rumbo dentro de pocos años tendremos un desastre. Los nicaragüenses ya sufrimos una angustiante hiperinflación durante el gobierno sandinista de los ochenta. Y eso podría ocurrir de nuevo. Sólo hay que ver la desastrosa inflación acumulada en Venezuela, que fue 22.5 por ciento el año recién pasado. Si la economía venezolana podría colapsar, a pesar de sus inmensos recursos petroleros , en Nicaragua lo que ocurriría es una catástrofe.

La solución no es repartir dinero sino invertirlo de manera que redunde en el crecimiento de la producción nacional y de la economía en general. Venezuela podría hacer donaciones durante los cuatro años que le faltan al gobierno de Ortega, pero cuando se termine su mandato el problema seguirá allí, y tal vez empeorado. La dependencia de la ayuda externa es un vicio que inhibe el esfuerzo personal, la iniciativa propia, la creatividad individual, la capacidad de autoadministrarse, la diligencia y la voluntad de trabajar para buscar salidas propias y definitivas.

Lo que Nicaragua necesita para crecer económicamente es atraer masivamente capitales de inversión, en tanto que los inversionistas exigen estabilidad política, respeto a las leyes, a la propiedad privada, a la libertad de expresión y a la institucionalidad democrática. Pero lo que el gobierno de Ortega ha hecho durante su primer año de gestión es todo lo contrari

(Editorial La Prensa: 080108

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