Querido diario:
Anoche fuí con mis amigas a un Chipendale.
Una de las chica quiso impresionar a las demás, así que sacó un billete de a 100 y cuando el bailarín vino hacia nosotras, mi amiga le pasó la lengua al billete y se lo pegó....¡en la pantorrilla!
Para no ser menos, otra amiga sacó otro billete de a 100, llamó al bailarín, también le pasó la lengua al billete y se lo pegó en la otra pantorrilla!
En otro intento por impresionarnos, otra amiga sacó un billete de a 200, llamó al chavo, le pasó la lengua al billete y ya pensábamos lo peor..... ¡¡en una nalga!!
En fin , estaba el ambiente cada vez más loco... y otra amiga con un billete de ¡500! empezó insinuantemente a llamar al chico.
Yo me empecé a preocupar por como se estaba poniendo la situación, pero por suerte, ella sólo le pegó el billete en la otra nalga.
¡Mi alivio duró poco tiempo!, ya que viendo la forma en que se estaban desarrollando las cosas, el bailarín giró hacia mí.
Seguro que pensaba que yo, picada por las demás, sacaría un billete de 1,000 ¡ahora si!, en que parte de su apetitosa anatomía se lo plantaba!
Mientras todas me miraban, el chico me provocaba con gestos altamente eróticos y sensuales para que yo sacara mi billetote y se lo pegara en alguna ingeniosa forma en ésa cosota que tenía y que tan claramente me ponía enfrente, a unos cuantos centímetros de mi sonrojado rostro.
Mi cerebro estallaba....mientras que yo afanosamente hacía como que buscaba en mi billetera. ¿Que podía hacer?
Entonces apareció la mujer regiomontana que llevo dentro.
Agarré la tarjeta del cajero automático, se la pasé por la raya de las nalgas, cogí los billetes que tenía pegados al cuerpo y me fuí corriendo a casa.
Ninguna de mis amigas me ha vuelto a llamar.
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