El Día de Europa
El Día de Europa se celebra el 9 de mayo de cada año, para conmemorar que en ese mismo día del año 1950, el entonces Ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Robert Schuman, dio a conocer la creación de la primera entidad comunitaria europea, que fue la del carbón y el acero. Sin embargo, el Día de Europa se comenzó a celebrar sólo a partir de 1985, cuando fue establecido por la Cumbre Europea de Milán, Italia, la que escogió esta fecha también para rendir homenaje a Robert Schuman en el centenario de su nacimiento.
Cabe señalar que Schuman fue proclamado Padre de Europa, lo mismo que el también francés Jean Monet, quien fuera el primer presidente de la Comunidad del Carbón y el Acero; el alemán Konrad Adenauer, histórico Canciller de la República Federal de Alemania; y el italiano Alcide de Gasperi, eminente político y estadista cristiano, que fue Ministro de Relaciones Exteriores de Italia y acuñó la célebre frase de que: “Un político mira a las próximas elecciones. Un estadista mira a la próxima generación”.
De aquella semilla sembrada en 1950 nació el 1 de noviembre de 1993 la Unión Europea, de la cual forman parte hasta ahora 27 países, tres más están pendientes de ingresar y otros cuatro son candidatos potenciales a formar parte de esa gran comunidad de naciones, que ha logrado vencer múltiples y complejos obstáculos y se ha convertido en una dinámica y próspera comunidad de naciones fundada en los sólidos principios y valores de la libertad, la democracia y la tolerancia.
La Unión Europea ocupa por ahora un territorio de 4,324,782 kilómetros cuadrados y es la primera potencia económica mundial, con más del 18 por ciento del volumen total de importaciones y de exportaciones. De modo que 59 años después de la creación de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero y a 16 años de la constitución de la Unión Europea, se puede asegurar que se ha cumplido aquello que primero fue sólo un sueño, después se convirtió en un proyecto y finalmente se transformó en hermosa realidad; un objetivo que según el antes mencionado Alcides de Gasperi, era: “Constituir una solidaridad de la razón y del sentimiento, de la fraternidad y de la justicia, e insuflar a la unidad europea el espíritu heroico de la libertad y del sacrificio, que ha sido siempre el de la decisión en los grandes momentos de la historia”.
Nicaragua no es un país ajeno a la celebración del Día de Europa. Los vínculos que lo unen con Europa derivan no sólo de que fue colonizado, conquistado y reculturizado por un país europeo, España, sino también porque desde principios del siglo XIX Nicaragua desarrolló con el Viejo Continente vínculos muy estrechos de asociación cultural. Además, los inmigrantes europeos trajeron a Nicaragua y compartieron con los nicaragüenses su ética laboral, sus valores democráticos y sus principios de libertad y tolerancia, que son tan caros a los europeos pero también a la mayor parte de la población nicaragüense.
Ahora mismo Nicaragua está negociando, junto a los demás países centroamericanos, un acuerdo de asociación económica con Europa, el cual, a pesar de los problemas inevitables que surgen en estos procesos y de los disparates que comete el Gobierno de Nicaragua que ejerce la presidencia temporal del Sistema de Integración Centroamericana (SICA), avanza y promete desembocar en un compromiso de mutuo provecho, pero de particular beneficio para los países centroamericanos que requieren colocar sus productos en el continente europeo y recibir más inversiones de capital europeo y mayor transferencia de la avanzada tecnología y cultura de Europa.
Por otra parte, la Unión Europea es una de las principales fuentes de cooperación para el desarrollo de Nicaragua, apoyo que está condicionado al respeto a los derechos humanos, a la conservación y fortalecimiento de las instituciones de la democracia —incluyendo la transparencia y la honradez electoral—, y a la garantía de que los nicaragüenses puedan seguir viviendo en libertad, cual es el principio fundamental sobre el cual se ha formado y consolidado la Unión Europea y es un modelo de convivencia civilizada para todo el mundo. La libertad y la democracia no son ni pueden ser patrimonio exclusivo de las naciones desarrolladas. Los ciudadanos de los países pobres y atrasados también tienen derecho a vivir en libertad, a autogobernarse y a ser gobernados democráticamente. Europa no debe perder de vista esto, que es algo tan sencillo pero al mismo tiempo fundamental.
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