jueves, mayo 21, 2009

ORTEGA Y LA CUENTA RETO DEL MILENIO: EDITORIAL LA PRENSA 210509


Ortega y la Cuenta Reto del Milenio

Es evidente que al presidente Daniel Ortega no le importa que se suspenda o se ponga fin a la Cuenta Reto del Milenio. A él no le interesa el progreso del país y mucho menos el de una región en particular, como es la de Occidente que ha sido la beneficiaria de ese programa de cooperación estadounidense. Lo único que le importa a Ortega es concentrar en sus manos todo el poder del Estado y aprovecharlo para sus fines personales.

En realidad, son dos, por lo menos, las razones principales por las cuales a Daniel Ortega no le interesa que Estados Unidos mantenga la ayuda a Nicaragua a través de la Cuenta Reto del Milenio.

Primero porque es un programa de cooperación externa que está protegido contra la corrupción gubernamental de Nicaragua. El sistema de control de la Cuenta Reto del Milenio, en el que participan representantes de los gobiernos locales, de la empresa privada, de la sociedad civil y del Gobierno central, no permite que haya coimas de ninguna clase para ningún funcionario gubernamental. De manera que Daniel Ortega y la gente de su gobierno no tiene ninguna posibilidad de aprovecharse de esos recursos económicos para su beneficio particular, como sí lo hacen con el manejo discrecional de la cooperación petrolera y energética de Venezuela o las donaciones de los autobuses de Rusia, o con las compras y adquisiciones del Estado sin licitación.

Segundo, porque la condición para seguir recibiendo los beneficios de la Cuenta Reto del Milenio es la gobernabilidad democrática y esto significa que se debe revocar el fraude electoral del año pasado. Pero esto no lo puede aceptar Daniel Ortega porque el fraude electoral es uno de los ejes fundamentales de su estrategia para reelegirse y mantenerse en el poder. Si Ortega revirtiera el fraude de noviembre pasado estaría renunciando a repetirlo en los siguientes comicios, y él sabe que sólo con elecciones fraudulentas es que podría mantenerse en el poder, aun cuando la oposición siguiera dividida.

Algunas personas se preguntan cómo es posible que Daniel Ortega no quiera el progreso del país que se deriva de programas de cooperación externa como la Cuenta Reto del Milenio y la ayuda financiera europea, siendo que sus beneficios le servirían a él mismo para mejorar su índice de aceptación entre los ciudadanos. Pero es que Daniel Ortega no es un gobernante racional. A él no le importa si la gente lo quiere o lo odia, si lo acepta o lo desprecia. A él lo que le interesa es concentrar en sus manos el poder suficiente para mantener sometida a la población, ya sea por el temor a las agresiones de las turbas, o por las dádivas clientelistas o por el chantaje con el empleo público y los programas sociales, para los cuales por muy en desgracia que esté el país siempre habrá financiamiento disponible.

Los disidentes del FSLN de Daniel Ortega dicen que la gran diferencia entre el gobierno sandinista de los años ochenta y el actual, es que en aquella época había un proyecto revolucionario; que el poder se ejercía para implementar un programa de gobierno de interés social; que había entonces un partido de principios revolucionarios y sus militantes tenían que llenar rigurosos requisitos personales, políticos e ideológicos. En cambio ahora, aunque Ortega hable como Hugo Chávez de socialismo del siglo XXI y vaya a Cuba a rendir pleitesía al desvencijado régimen comunista de los anacrónicos hermanos Castro, lo que hay en Nicaragua es un régimen autocrático, oligárquico y corrupto, cuyo único norte es el aprovechamiento del Estado para el enriquecimiento personal. Y en vez de una organización política revolucionaria como era el FSLN de los años ochenta, lo que hay es una mala caricatura de partido que sólo sirve para repartir las migajas de la corrupción y promover el culto a la personalidad del caudillo.

En realidad, si quienes en Estados Unidos manejan la Cuenta Reto del Milenio creían que Daniel Ortega sería capaz de reconocer la importancia de ese programa para Nicaragua, y que por lo tanto podría revocar el fraude electoral, estaban completamente equivocados. Es prácticamente imposible que un hombre como Ortega tenga racionalidad y sentido de responsabilidad con la nación que, por la razón y con el porcentaje de votos que fuera, en muy mala hora le confió las riendas del poder.

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