jueves, agosto 28, 2008

DE VIOLENCIA, DESEMPLEO Y AFORES


28/08/08
Opinión: Carlos de Buen

DE VIOLENCIA, DESEMPLEO Y AFORES

Vivimos tiempos difíciles, dominados por una violencia inusitada y una permanente sensación de inseguridad, aderezados con inquietantes datos de la economía nacional: la inflación por encima del 5%, el crecimiento económico por debajo del 3%, la tasa de desempleo abierto que rebasa el 4%, salarios cuyo valor adquisitivo sigue cayendo y una informalidad absolutamente desbordada: fracaso tras fracaso del gobierno del “Presidente del Empleo”.

Para colmo, los pésimos resultados en las olimpiadas, por más que se quieran disimular tras dos medallas de oro, siguen reflejando la corrupción en las estructuras del deporte mexicano.

Pero no todo es negativo, al menos no para todos. Ha pasado ya una década desde que comenzaron a operar las asociaciones de fondos de retiro, esas instituciones heroicas que vinieron a rescatar a la seguridad social y a la economía nacional, gracias a inversionistas visionarios que confiaron en México y arriesgaron sus capitales para salvar al país y a los trabajadores de la crisis.

Se había agotado ya el viejo sistema de pensiones, ese de los tiempos románticos en que los trabajadores recibirían del IMSS una renta vitalicia, financiada con las cuotas de los nuevos contribuyentes, dentro de un esquema en el que la población trabajadora crecía a tasas considerables y con ella las aportaciones al IMSS; en el que la expectativa de vida era mucho menor a la actual; en que la economía crecía razonablemente; y en el que los índices de desempleo eran relativamente bajos. El salario de cotización de los últimos años servía para determinar el monto de la pensión y permitía que los trabajadores de salarios modestos, al menos conservaran su nivel de vida.

Las nuevas condiciones ya no permitían financiar aquel sistema solidario. Al crecer la expectativa de vida, se prolongó el tiempo de pago de las pensiones; al reducirse el crecimiento poblacional, se redujo también la incorporación de nuevos trabajadores y las aportaciones al IMSS; el neoliberalismo no encontró mejor fórmula para combatir la inflación que la reducción de los salarios reales y así disminuyeron también las cuotas obrero-patronales; el empobrecimiento de los trabajadores incidió negativamente en la demanda y las empresas optaron por los despidos y por recurrir a la informalidad, ante un mercado interno cada vez más débil y una competencia externa cada vez más ríspida. Los cesantes mejor librados se pasaron a la economía informal, esa que no paga impuestos ni aporta a la seguridad social, pero que sigue recibiendo sus beneficios gracias a los parientes y cónyuges asegurados, a costa de las finanzas del Instituto.

Ni hablar, hubo que recurrir al sistema del ahorro individual, tras el ejemplo de Pinochet, que habían seguido ya, con gran éxito, los gobiernos de Argentina, Colombia y Perú, con el beneplácito del Fondo Monetario Internacional. Desde luego que para mexicanizar el modelito había que cambiar el nombre a las asociaciones de fondos de pensiones y así creamos las asociaciones de fondos de retiro. ¡Qué bárbaros, que originales!

Y como no iban a tener éxito. ¿A quién le puede ir mal cuando se dedica a cobrar ahorros forzosos durante muchos años, antes de comenzar a pagar las pensiones? Y si además pueden cobrar comisiones, mucho más altas que las que cobran bancos y casas de bolsa por administrar los fondos de inversión, pues no había duda sobre las enormes ganancias que obtendrían. A julio de 2008, las 18 afores administraban y cobraban comisiones sobre más de 855 mil mdp y 38.9 millones de cuentas. ¡Vaya negocio!

Se creó la Consar, como órgano protector de los trabajadores. Sin embargo, su Junta de Gobierno, con diez representantes del Gobierno Federal, uno de los patrones y cuatro de las centrales sindicales corporativas, fue obviamente diseñada con otro propósito. ¿A qué intereses cree usted que responden tan distinguidos personajes?
Se supone que a estas alturas, los trabajadores han acumulado ya enormes sumas que les permitirán dosificar sus ahorros para disfrutar largamente su retiro o contratar un seguro que les dará una jugosa pensión vitalicia, después de pagar una leve prima a la aseguradora, pero si dividimos la suma total administrada entre el número de cuentas, el promedio apenas si rebasa los 22 mil pesos.

Dicen que para muestra basta un botón. Tengo conmigo un estado de cuenta del primer semestre de 2008 de un trabajador de 53 años de edad, con un salario de cotización de 63.95 pesos. En ese lapso aportó 1,285.38 pesos, tuvo “rendimientos” negativos de 955.57 pesos y su Afore le cobró comisiones por 372.16 pesos. Su saldo se redujo de 34,361.78 a 34,319.43 y en total perdió 1,327.73 pesos.
Y si a usted no le parece gran cosa perder esa cantidad, para él son 20.7 días de sueldo en sólo seis meses, lo que a su vez equivale a casi tres veces su aguinaldo proporcional.

¿Y qué tanto dinero tendrá este trabajador cuando le toque retirarse? Bueno, según la calculadora optimista de la Consar, contará con 104,438 pesos, que equivalen a 4.5 años de salarios de su magro salario. ¿Y luego?, usted dirá.
Es obvio que los candados para proteger los ahorros no sirven. Dirán que a pesar de las pérdidas recientes, los rendimientos de los últimos tres años son positivos, sobre un 6% anual, pero si restamos la inflación, prácticamente no queda nada.
Eso sí, en la competencia internacional nuestras afores se llevan la medalla de oro, pues son las que cobran mayores comisiones en todo el mundo y desde luego cobran sobre el saldo, aunque el trabajador pierda dinero.

Si el derecho del trabajo llegó a ser el derecho reivindicatorio del proletariado (en otros tiempos, claro), las afores se convirtieron en la dulce venganza del capital. ¡Genial, simplemente genial!

Desempleo alto, salarios bajos y afores ratas son un excelente caldo de cultivo para una violencia, a la que no detendrán amenazas de cadena perpetua ni compromisos oportunistas por la seguridad.

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