sábado, agosto 23, 2008

LA DISYUNTIVA DEL PRESIDENTE LUGO.


(Editorial La Prensa NIc. 23 de agosto 2008)
La disyuntiva del presidente Lugo
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La ascensión de un religioso católico como es el ex obispo Fernando Lugo, a la Presidencia de Paraguay, no significa que en ese país se vaya a establecer un nuevo gobierno teocrático. Decimos esto porque en el pasado ya hubo en Paraguay un Estado teocrático, lo cual ocurrió entre los años de 1604 a 1767 cuando los sacerdotes jesuitas tuvieron una gran influencia sobre la población de ese país, donde establecieron las famosas misiones y reducciones (pueblos de indígenas convertidos al cristianismo) que inspiraron una célebre película de Hollywood laureada con el premio Oscar.

En aquella época los jesuitas españoles constituyeron en Paraguay un original gobierno teocrático que era presidido por un Cura Rector, como máxima autoridad; un Cura Doctrinero, encargado de la instrucción religiosa de la población; el Cura Despensero, responsable de la administración económica y el Cura Auxiliar o Coadjutor, a cuyo cargo estaba la responsabilidad de mantener la vinculación entre el Cura Rector y la población. Y por cierto que aquel Estado teocrático paraguayo no desapareció porque hubiese fracasado en sus funciones gubernamentales, sino porque los reyes de España y Portugal decidieron repartirse los ricos territorios de las misiones y reducciones. Debido a eso, en 1767 los jesuitas fueron expulsados de España y sus dominios por mandato del rey español Carlos III (1716-1788).

Por supuesto que ahora, cuatro siglos después de la desaparición de aquel singular Estado teocrático paraguayo, las condiciones históricas en las que debe gobernar el ex obispo Fernando Lugo son totalmente diferentes. Paraguay es un Estado republicano, democrático y laico que se gobierna bajo el imperio de una Constitución liberal que fue aprobada en 1992, la cual se basa en los principios democráticos de separación e independencia de poderes, control político del Gobierno por el Poder Legislativo y un sistema gubernamental de democracia representativa, participativa y pluralista, fundamentada en el reconocimiento a la dignidad humana de los paraguayos.

Pero el presidente Fernando Lugo es un militante religioso y de izquierda al mismo tiempo. Y habiendo ascendido al poder en la cresta de la ola izquierdista que en sus diversas variantes está en auge en América Latina, la principal interrogante que se plantea es si va a gobernar el Paraguay al estilo revolucionario extremista de Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia y Daniel Ortega en Nicaragua; o si lo hará de acuerdo con el modelo reformista democrático de Lula da Silva en Brasil, Michelle Bachelet en Chile y Tabaré Vázquez en Uruguay. El presidente Lugo, después que ganó la elección presidencial del 20 de abril de este año y antes de tomar posesión de la Presidencia de la República el 15 de agosto corriente, dijo públicamente que va a gobernar en forma parecida a la de la izquierda democrática y reformista de Uruguay, pero que en todo caso andará por un camino propio, original, paraguayo. Ya veremos.

En todo caso, en lo que se refiere al modelo de gobierno de izquierda que se va a implementar en Paraguay, es importante considerar que el presidente Lugo no tiene un partido político que lo respalde y le conceda mucha capacidad negociadora ante los distintos grupos de influencia y poder político de ese país. Lugo llegó a la Presidencia de Paraguay como un candidato utilitario de diversas fuerzas políticas —de derecha, izquierda y centro— organizadas en la Alianza Patriótica para el Cambio en la que el sector más importante es el Partido Liberal Radical Auténtico, de centro derecha, al cual pertenece el Vicepresidente de la República, Federico Blanco. Y por cierto que éste ya demostró públicamente su inconformidad con el Presidente, apenas en la primera semana del nuevo gobierno, porque Lugo sólo asignó a su partido cuatro de los diez ministerios y en cambio nombró a cinco ministros entre los pequeños sectores de la izquierda más radical, aparte de que el mismo vicepresidente Blanco fue excluido del consejo de asesores políticos del Presidente.

En Paraguay, como en cualquier otro país latinoamericano, incluyendo a Nicaragua, lo malo no es que gobierne la izquierda. Si ésta gobierna conforme a las reglas de la democracia, no hay mayor problema. Lo malo es que se atente contra las libertades individuales y los derechos democráticos, que se lleve el país por el camino de la dictadura y del desastre del socialismo autoritario. Como está ocurriendo en Venezuela y como lo quiere hacer de nuevo Daniel Ortega en Nicaragua.

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