lunes, agosto 04, 2008

LA ESTRATEGIA DEL MIEDO.

Personas que trabajan para el Estado desde el tiempo del somocismo, aseguran que el único Gobierno en el que no se obligó a los funcionarios y empleados públicos a participar en las manifestaciones y otras actividades del partido oficial, fue en el de doña Violeta Barrios de Chamorro. En el Gobierno de don Enrique Bolaños fue menos que en los otros, dicen, pero en los regímenes somocista, sandinista y de Arnoldo Alemán, los funcionarios y empleados públicos estaban obligados a participar en las manifestaciones del partido oficialista, a corear sus consignas y aclamar al Presidente. En todo caso, en unos gobiernos la intimidación y el miedo fueron mayores que en otros, pero el más intimidante ha sido el de la dictadura sandinista de los años ochenta. Y ahora, el nuevo Gobierno de Daniel Ortega ha restablecido el miedo como estrategia de Gobierno.

Para la reciente celebración de la fiesta sandinista del 19 de julio, todos los empleados públicos fueron obligados a ir a la plaza, a comprar camisetas de propaganda y a enarbolar banderas y banderitas del partido. En cada institución y empresa estatal, los funcionarios y empleados fueron obligados a concentrarse en sus centros de trabajo, antes del mitin de la plaza, para marchar hacia la plaza pública encabezados y vigilados por su jefe correspondiente. Y por supuesto que nadie dejó de asistir, por miedo a las represalias, particularmente a ser despedido.

Pero el miedo no sólo ha regresado a las instituciones y empresas estatales, sino también a la calle, a los barrios y a los espacios públicos. Para muestra allí está la brutal agresión con garrotes, tubos y adoquines, que activistas del FSLN perpetraron contra una familia perteneciente a la oposición, el domingo 27 de julio, durante la jornada de verificación electoral; y la otra agresión, el miércoles pasado, también con garrotes, tubos y piedras, contra los jóvenes pacíficos e indefensos que pretendían hacer una protesta cívica contra el despilfarro gubernamental, atándose a uno de los rótulos de la propaganda narcisista de Daniel Ortega.

Imponerse mediante el miedo es propio de los gobernantes dictatoriales, tiránicos, autoritarios y totalitarios, independientemente de que sean de izquierda o de derecha. Mediante el miedo gobernaron el nazifascista Hitler en Alemania y el comunista Stalin en la extinta Unión Soviética; el dictador militar derechista Augusto Pinochet en Chile y los déspotas comunistas Fidel y Raúl Castro en Cuba. En Nicaragua, el miedo fue el principal recurso de gobierno de las dictaduras somocista y sandinista. Y ahora de nuevo Daniel Ortega amenaza con “el acero de guerra” a sus críticos y opositores, quiere triturar judicialmente a LA PRENSA y atemoriza a la población para que no haya oposición ni protestas ni críticas de ninguna clase en Nicaragua.

Según los científicos políticos, el miedo como estrategia de Gobierno consiste en un conjunto de técnicas y acciones, que son llevadas a cabo de manera planificada por el poder político para imponer un miedo colectivo que inmovilice a la población, particularmente a los sectores identificados como enemigos, adversarios, opositores, disidentes, críticos e inconformes.

Se conoce que el miedo es consustancial al ser humano. Es un mecanismo instintivo de defensa ante las acechanzas del medio circundante, natural y social. El miedo que siente el empleado público que va obligado a la manifestación del FSLN, es un mecanismo de protección de su empleo y su salario, vale decir de su vida y la de su familia. El miedo de la joven que desiste de su propósito de atarse a un rótulo orteguista, porque individuos desalmados la amenazan con garrotes, tubos y piedras, es un recurso de defensa de su integridad física y de su vida.

De manera que no se puede reprochar al que siente miedo. Pero el miedo hay que dominarlo. Leonardo da Vinci explicó que “como la animosidad pone la vida en peligro, el miedo es una causa de seguridad”. Sin embargo, Epicteto (50-138 después de Cristo), el filósofo griego que fue esclavo y predicó sobre la virtud de la libertad, advirtió que: “No hay que tener miedo de la pobreza, ni del destierro ni de la cárcel ni de la muerte. De lo que hay que tener miedo es del propio miedo”. Y el profético Juan Pablo II, quien fuera ultrajado por la dictadura sandinista en 1983, tal vez pensaba en los nicaragüenses democráticos cuando recomendó, simple y trascendentalmente: “¡No tengáis miedo!”

(Fuente: Editorial del Diario La Prensa Nic. 40808).

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