martes, noviembre 13, 2007

DISCREPANCIAS Y PATANERIA.


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Algunos analistas internacionales opinan que los desagradables incidentes que protagonizaron los presidentes Hugo Chávez, de Venezuela y Daniel Ortega, de Nicaragua en la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile, hay que verlos como “un reflejo brutal de la grieta ideológica que se amplía a ritmo intenso en América Latina”.

Como es bien conocido, el comportamiento ofensivo del Presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, en la clausura de la Cumbre de Santiago, provocó que el rey Juan Carlos —previamente exasperado por las vulgaridades de Hugo Chávez— se levantara de su asiento y abandonara la reunión, como evidente demostración de repudio a la virulenta diatriba que el gobernante sandinista de Nicaragua estaba pronunciando contra España y la empresa española Unión Fenosa.

En realidad, más que diferencias ideológicas, lo que exhibieron Chávez y Ortega en esa ocasión fue patanería. Los ataques de Chávez y Ortega no fueron contra ningún país o gobierno de derecha sino contra España, que está gobernado por un partido socialista y es el que auspicia la Cumbre Iberoamericana que se viene celebrando anualmente desde hace 17 años, con el único propósito de ayudar más y mejor a los países iberoamericanos.

Cabe destacar al respecto que en el caso de Nicaragua, la cooperación de España ascenderá este año a 58 millones de euros, equivalentes a unos 84 millones de dólares y que, en los últimos años, los gobiernos españoles han perdonado a nuestro país alrededor de 713 millones de dólares. En este mismo año, o sea bajo el gobierno de Ortega, vino a Nicaragua la Vicepresidenta socialista de España, María Teresa Fernández de la Vega, “para oficializar el nuevo plan de cooperación para Nicaragua en los próximos cuatro años y el perdón adicional de 33 millones de dólares de deuda”, tal como lo informó LA PRENSA en su edición del domingo pasado.

De manera que Ortega, como dice el adagio popular, muerde la mano de quien le da de comer; con el agravante de que el actual gobierno de España es socialista, encabezado por un líder como José Luis Rodríguez Zapatero a quien se le critica en su país precisamente por identificarse demasiado con los gobernantes de izquierda que proliferan ahora en Latinoamérica.

Ortega también hizo el ridículo en la Cumbre Iberoamericana de Santiago, al presentarse en mangas de camisa mientras los demás gobernantes vestían formalmente, como corresponde a personas serias y verdaderos estadistas. E igualmente cometió el disparate de proponer la disolución de la OEA y su sustitución por una Organización de Estados Iberoamericanos y del Caribe que excluya a Estados Unidos de Norteamérica y Canadá. Por supuesto que esta descabellada propuesta de Daniel Ortega no fue tomada en serio por nadie, ni siquiera por sus amigos gobernantes de izquierda.

Además, Hugo Chávez y Daniel Ortega con su mala conducta desairaron a la anfitriona de la Cumbre, la presidenta chilena Michelle Bachelet, quien por cierto también es socialista y fue quien propuso como tema central de la reunión y objetivo de la comunidad iberoamericana de naciones, una estrategia de cohesión social y justicia; “un nuevo pacto social en y entre nuestros países”. “Cohesión social y crecimiento económico no son agendas excluyentes”, aseguró la presidenta Bachelet, quien, como socialista que es —pero moderada, realista y educada— también es crítica del llamado modelo económico neoliberal. Sin embargo, la propuesta de la presidenta Michelle Bachelet fue menospreciada por Hugo Chávez y minimizada por el escándalo que llegaron a provocar y protagonizar él y Daniel Ortega.

Las discrepancias ideológicas y políticas no justifican la patanería ni la falta de respeto al anfitrión ni a la casa ajena. Mucho menos cuando, como le dijo el presidente español Rodríguez Zapatero a Chávez, se está “en una mesa donde hay gobiernos democráticos, que representan a sus ciudadanos en una comunidad iberoamericana que tienen como principios esenciales el respeto… Se puede discrepar radicalmente de las ideas, denunciar los comportamientos, sin caer en la descalificación… Estoy seguro que toda esta mesa y todos los latinoamericanos quieren que todos los gobernantes democráticos [...] seamos respetados, hoy y mañana, aunque discrepemos profundamente de las ideas que tengamos”.

Pero al parecer es muy difícil que personas como Hugo Chávez y Daniel Ortega puedan entender algo tan elemental como eso.

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