viernes, septiembre 14, 2007

FIESTAS PATRIAS Y LIBERTAD.


Nicaragua celebra en estos días las Fiestas Patrias, que conmemoran la Batalla de San Jacinto del 14 de septiembre de 1856 y la Independencia Nacional del 15 de septiembre de 1821.

Los pensadores más sabios e ilustres de la antigua Roma definieron el patriotismo como el afecto que sienten los ciudadanos por los ideales comunes de libertad y bienestar, así como por las instituciones que la sustentan. De allí que Marco Tulio Cicerón (106-43 antes de Cristo) expresara: “La patria es donde se está bien”. Esto significa que en un país que no es independiente, donde la gente carece de libertad y es oprimida por un poder estatal o personal totalitario y absolutista, allí es imposible que haya patriotismo porque es irracional e inmoral honrar la propia servidumbre. O, para decirlo más exactamente, en esas condiciones sólo son patriotas los que luchan de cualquier manera por la autodeterminación y la independencia nacional, contra la tiranía y la dictadura, por la libertad y la democracia.

En realidad, el patriotismo sólo se puede manifestar plenamente cuando la nación es independiente y las personas viven en libertad y con dignidad. En ese sentido, la celebración de las efemérides patrióticas, del 151 aniversario de la Batalla de San Jacinto y del 186 aniversario de la Independencia Nacional, nos permiten recordar aquellos capítulos trascendentales de la historia nacional y rendir homenaje a los héroes y próceres nacionales.

Por otro lado, la conmemoración o celebración de las Fiestas Patrias no debe ser sólo una manifestación festiva. Sin perjuicio de la importancia que tienen los desfiles escolares, las demostraciones y competencias de bandas musicales y otros actos culturales que se acostumbra realizar en estos días, el fondo de la celebración de las efemérides patrias es mantener vivo el culto a los hechos gloriosos que son compartidos por todos los nicaragüenses, así como reafirmar el compromiso solidario con los sacrificios de quienes dieron todo, inclusive su vida, por la edificación de una Nicaragua libre y próspera, digna y respetada.

Por supuesto que el reconocimiento de los hechos luminosos y gloriosos de la historia nacional no significa que debamos desconocer ni olvidar los episodios de mezquindad humana y los errores políticos, o mejor dicho, de los políticos, que tanto daño le causaron y a todas luces le siguen causando a la nación. Los aspectos sombríos de la historia nacional no se pueden olvidar, sobre todo porque es precisamente como consecuencia de ellos que el país se encuentra en el estado de atraso y pobreza que persiste hasta ahora.

Queremos decir con esto, que ambos aspectos, el luminoso y el oscuro, el negativo y el positivo, el lamentable y el meritorio, son parte inseparable e innegable de la historia nacional y tienen que ser valorados integralmente, a fin de aprovechar sus lecciones, en el entendido de que en todo caso hay que poner más atención y énfasis en lo que une a los nicaragüenses, que en aquello que los separa.

Seguramente algunos o muchos compatriotas nicaragüenses menosprecien la celebración de las Fiestas Patrias, y no tengan ánimo para recordar y rendir culto a los héroes y próceres nacionales, porque se sienten abrumados por los graves problemas materiales, económicos y políticos; porque están agobiados por la incertidumbre del futuro y por la falta de empleos, de oportunidades de negocios y de seguridad jurídica; porque temen a la amenaza que se cierne de nuevo contra la libertad, la democracia y la tranquilidad personal y familiar.

Sin embargo es precisamente en estas circunstancias cuando más se necesita demostrar el patriotismo, entendido en este caso como la voluntad y la decisión de defender los espacios de libertad y de democracia, y el derecho a trabajar y progresar, logros que se han conquistado tras muchos sacrificios y no se debe permitir que los nuevos filibusteros, que son criollos para mayor desgracia, los vuelvan a atropellar como ya lo hicieron en el pasado.

En momentos de crisis e incertidumbre, el patriotismo sano —que no se debe confundir con el nacionalismo malsano— infunde valor e inspiración en la lucha contra el autoritarismo y la corrupción, y por la defensa de la libertad y las instituciones de la democracia. En eso estamos y tenemos que estar.


(Fuente: editorial La Prensa 140907

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