lunes, febrero 08, 2010

ASESINOS DE LA NATURALEZA

Por: Moisés Absalón Pastora.
DETALLES DEL MOMENTO.

El primer ministro haitiano, Jean-Max Bellerive, dice que más de 200.000 personas murieron en el devastador terremoto que azotó Haití el 12 de enero. El funcionario dio a conocer las cifras indicando que 300.000 personas resultaron heridas en el sismo. El terremoto de magnitud 7 dejó en ruinas a Puerto Príncipe, la capital, y áreas adyacentes. Las autoridades también dijeron que aproximadamente un millón de personas quedaron sin hogar. Según los datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el desastre devastador causó 3 millones de damnificados y deterioró enormemente la economía del país.

Lo que sucedió en ese país es realmente un cataclismo, una destrucción masiva, que conmovió el alma del planeta y que ha originado un despliegue solidario que sin duda es la fuerza que motiva a esa pobre nación a concebir en medio de su tristeza que sí es posible levantarse.

La tragedia que vive Haití hay que verla en un contexto mayor porque independientemente de la magnitud del terremoto al fin y al cobo es un evento más de la naturaleza en reacción a lo cambios que la mano del hombre ha realizado a nuestro mundo y la misma Haití, de acuerdo a estudios científicos preliminares, en lo próximos cincuenta años estaría llegando a convertirse en un gran desierto porque al menos la mitad de su territorio, al momento de producirse el devastador sismo, ya había sido depredado al ser sus bosques talados para la exportación de madera pues de eso fundamentalmente sobrevive el país que además es el último en términos de pobreza siendo el nuestro el que le sigue.

Somos terrícolas, luego entonces somos del Planeta Tierra y a través de la historia de la humanidad millones y millones como nosotros hemos sido huéspedes de éste insignificante punto de referencia en el Universo. Para ser hoy lo que somos tuvimos que ir evolucionando de acuerdo a las transformaciones que impusimos a nuestro mundo, pero perdiendo de vista, que no hemos sido lo suficientemente agradecidos con esta nuestra tierra que nos la creo Dios para que la cuidáramos y no lo depredáramos.

La majestad divina de su mano creadora hizo perfecto nuestro mundo. En él están todos los elementos que nos permiten hoy llamarnos humanidad, pero realmente lo somos? ¿Hay efectivamente en nuestro interior conciencia de nuestros actos en defensa de lo que nos da la Tierra? ¿Sabemos que éste planeta ha sobrevivido a través del tiempo millones de años, pero ahora que nos encontramos conociendo y disfrutando de las maravillas de la Era Tecnológica podríamos precisar cuánto tiempo nos queda?

El Apocalipsis habla de cosas que nos dan miedo y es un tema que con frecuencia evadimos. La Biblia refiere que la destrucción del mundo se acerca en la misma medida que se nos anuncia el infierno y eso nos aflige porque erradamente pensamos que eso vendrá y no observamos que a lo mejor está sucediendo. Lamentablemente a veces vivimos y actuamos como si tuviéramos otro planeta tierra de repuesto, mientras no conferimos la importancia que tienen los fenómenos climáticos y en consecuencia los cataclismos de la naturaleza.

Científicos de todas partes del mundo afirman que la capa de ozono está vulnerada grande e irreversiblemente. Lo de menos es que nuestra piel está expuesta directamente a la luz solar y que los rayos ultravioleta nos calcinarán, pues todavía podemos aguantar, lo grave es el calentamiento de la tierra y lo que ya está provocando. Desde hace unos 20 años a ésta parte hemos sido testigos de cualquier tipo de tragedias en todos los continentes del mundo y con ellas la pérdida de miles y miles de vidas y de millones y millones en daños materiales.

Hoy la tecnología nos permite comprender muy bien por qué el recalentamiento de la tierra. Las imágenes que proporciona la televisión, en el instante mismo que se producen los fenómenos, son impresionantes. Hemos visto Tsunamis como el de Indonesia arrasando costas continentales. Huracanes como el de New Orleans que desapareció como corazón de la Florida en Estados Unidos. Tormentas de hielo en lugares nunca caracterizados como gélidos. Deslaves que han cambiado topográficamente la geografía en varios países, incluyendo al nuestro con el Volcán Casita.

Es decir, nuestra generación, la que goza de los privilegios tecnológicos de la modernidad, está consciente de las cosas que suceden, de los efectos devastadores, de las pérdidas, del dolor y de sus consecuencias irreversibles. Sin embargo las preguntas son; ¿Estamos haciendo algo por evitarlo? ¿Cuánta responsabilidad tenemos en la paulatina extinción de nuestro planeta? ¿No es acaso nuestro actuar la equivalencia maga tónica del impacto de un meteoro gigante contra la tierra? ¿Hasta donde tendrá fin la manía depredadora que nos convierte en asesinos de la naturaleza?

Decimos que Dios nos está castigando para no aceptar nuestra responsabilidad; No es el Creador el que está acabando con nuestros bosques. No es el arquitecto del universo el que contamina con venenos y ácidos químicos e industriales nuestro oxígeno; No es el Padre quien vierte podredumbres en las fuentes hídricas; No es el que nos da quien extingue la flora y la fauna. Somos nosotros los que estamos acabando con nuestra propia especie, somos nosotros los que nos conducimos a nuestra propia extinción y ese es el Apocalipsis y ese es nuestro infierno.

Salvar al mundo es una tarea de toda la humanidad y todos los gobiernos deben tomar las políticas que correspondan para que los terráqueos hagamos lo que sea por salvarnos a nosotros mismos. Daniel Ortega debe priorizar en su agenda todo lo que signifique defensa del medio ambiente. Las instituciones que velan por nuestros recursos naturales deben imponer sanciones claras a quienes quebranten las leyes y la Asamblea Nacional debe actualizar legislativamente lo que corresponde para prolongar un poco más la vida que nos queda.

Es urgente tomar conciencia de lo que le estamos haciendo al mundo. Fríos mañaneros, en la antesala de nuestros sofocantes veranos, no es normal. El descongelamiento glacial en los polos y el aumento de los niveles del mar por encima de sus costas, no es común. Es tal el recalentamiento global que los cataclismos se repiten desbordando su poder, como si la naturaleza, a propósito, quisiera categorizar su descontento por la mano criminal que alzamos contra ella, la que proporciona todos los elementos de nuestra subsistencia.

Los nicaragüenses no necesitamos ver espejos ajenos para tomar conciencia sobre la seriedad y delicadeza que debe haber tras el tema ambiental.

Nosotros hemos sufrido en carne propia toda la gama de cataclismos que la naturaleza ha producido. Tal vez solo nos hace falta que llueva fuego, Dios quiera que eso nunca pase, pero si es así hagamos algo por evitarlo. Dejemos de talar nuestros bosques; Arboricemos las cuencas hídricas; Dejemos en paz nuestra fauna y a través de las instituciones gubernamentales seamos honestos en la lucha contra los depredadores.

Es impresionante la ola de calor que nos ahogó el último año. El invierno se detuvo y la siembra se perdió en nuestro país frente a la impotencia de los productores que no pueden hacer nada más que resignarse y cargar con sus pérdidas. Mientras tanto los consumidores de granos básicos y verduras, de lácteos y carnes, inventamos acomodos porque los efectos de ésta brutal sequía limitará más nuestra ya maltratada economía.

Hasta ahora nos estamos dando cuenta del poder de nuestra irresponsabilidad. Nunca aceptamos de lo que fuimos capaces de hacerle al planeta. Hoy somos demasiado. En los últimos 50 años hemos crecido sin medida y nos hemos ido comiendo la tierra y cuando no hemos podido con ella nos hemos tragado literalmente el mar.

Hoy nuestra relación con la naturaleza es muy difícil. Todos esos despales, los venenos lanzados sobre nuestros recursos hídricos, los contaminantes de las industrias actuando todos los días sobre la anchura del gran hueco que perforó la capa de ozono, la resistencia de los mares y los ríos de darnos la pesca, es la respuesta firme del mundo perfecto que Dios creó para nosotros y que como depositarios del mismo nunca supimos valorar.

Ahora estamos preocupados y clamamos para que llueva mientras lo que nos queda está siendo evaporado por una atmósfera que nos cocina a fuego lento. Hoy nos enfrentamos a nuevas manifestaciones de la naturaleza en el país. Nagarote sufrió no hace mucho feroces tornados y eso se debe a que no hay bosques que impidan esas monstruosas formaciones de aire.

A mayor temperatura planetaria, mayor el deshielo de los glaciales, y a mayor precipitación y deshielo, mayor el crecimiento de los mares. Cuando sube la temperatura promedio del planeta, también sube la temperatura de los mares ocasionando el nacimiento de huracanes y tempestades que superan toda imaginación cinematográfica. En nuestro planeta que hoy lo pueblan alrededor de 1.500 millones de familias de hombres y mujeres, palpitan más de seis mil millones de corazones, cerebros y voluntades, cuyas contradicciones individuales y sociales estallan, inevitablemente, en el único escenario en el cual nos movemos de forma consciente, subconsciente e inconsciente: la naturaleza

Toda actividad humana inevitablemente contamina en diferentes grados el entorno natural, pero en los últimos dos siglos nuestra “cultura” automovilística y nuestra adicción al petróleo está bombeando en proporciones inimaginables gases tóxicos a la atmósfera, y convirtiendo nuestra casa en un horno cada vez más infernal. Todos somos los culpables de lo que está pasando. Así las cosas somos los propios parásitos del planeta. Estamos destruyendo lo que Dios un día nos dejó. Y ahora queremos ser como Pilatos, lavarnos las manos y decir yo no he hecho nada cuando saltan los lógicos reclamos de la naturaleza por el daño que le hacemos.

POR NICARAGUA CUESTE LO QUE CUESTE ASI PENSAMOS EN EL MOMENTO.

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