(Editorial de LA Prensa,NI. 030809)
El presidente del Consejo Hondureño de la Empresa Privada (COHEP), Amílcar Bulnes, con palabras diplomáticas pero sin poder ocultar su resentimiento con el gobierno de Estados Unidos por la política de éste en relación con la crisis de Honduras, dijo en una declaración al diario La Nación, de Buenos Aires, publicada el jueves de la semana pasada, que “la administración de Barack Obama está equivocada al repudiar la destitución forzosa del presidente Manuel Zelaya”. “Creo que la posición de Estados Unidos ha sido muy dura con Honduras. Yo creo que se están equivocando. Pero cada país es soberano para tomar las decisiones que crea convenientes. Creo que en la diplomacia no se pueden permitir equivocaciones, y se han equivocado, tanto Estados Unidos como el resto de la comunidad internacional”, aseguró Bulnes.
Con respecto a la revocación de visas diplomáticas a cuatro altos funcionarios democráticos hondureños, decidida por Washington como represalia, el líder empresarial de Honduras reconoció que el Gobierno de Estados Unidos “está en su derecho de hacerlo. Yo no voy a criticar la política exterior de la Casa Blanca por lo que digan o hagan ahora. Vamos a sobrevivir a esta situación”. Pero la verdad es que los empresarios y en general los demócratas hondureños sí tienen derecho a criticar al Gobierno de Estados Unidos, porque con su política a favor de Manuel Zelaya, vale decir de Hugo Chávez, Fidel Castro y Daniel Ortega, le está causando un grave daño a Honduras y a todos los que luchan por la defensa de la libertad, la democracia, la economía de mercado y el libre comercio en las Américas. Lo que está haciendo el gobierno estadounidense al abandonar a sus amigos y apoyar a los enemigos de los mismos Estados Unidos, es incomprensible, injustificable e imperdonable.
En realidad, con esta rara política el gobierno estadounidense confirma lo que siempre han dicho los antiyanquis de toda clase: que Estados Unidos no es confiable ni siquiera para sus amigos. O al menos, como ha escrito el experto español en relaciones internacionales, Florentino Portero, “en cuanto al ámbito de la política exterior (el gobierno de Barack Obama) ha optado por una actitud supuestamente más dialogante y abierta a lo multilateral que la de su predecesor, George W. Bush, pero de momento sólo ha sembrado el desconcierto entre los aliados de América y cosechado el desdén de sus enemigos”.
Eso fue antes de que estallara la crisis de Honduras causada por las reiteradas violaciones de Manuel Zelaya a la Constitución hondureña, por su descarada intención de imponer una dictadura en ese país y subordinarlo al proyecto expansionista y aventurero de Hugo Chávez denominado Alba. Ahora, con el apoyo a Manuel Zelaya y por lo tanto a Hugo Chávez, Daniel Ortega y compañía, el Gobierno de Estados Unidos ha lastimado profundamente a sus amigos, y a cambio ni siquiera se puede ufanar de que se ha ganado el cariño de los gobernantes del Alba, los que siguen viendo al “imperio” estadounidense con el mismo o mayor odio y desprecio que antes.
El problema de Estados Unidos no es porque “el imperio” está en crisis, sino porque “sencillamente se ha quedado sin músculo moral para seguir adelante”, explica Florentino Portero. Sin embargo hay quienes creen que en realidad el gobierno estadounidense está siendo hipócrita con su posición ante la crisis de Honduras. Aseguran que en el fondo los gobernantes de Estados Unidos están contentos con el derrocamiento de Manuel Zelaya y el golpe contundente que los demócratas hondureños le han propinado al Alba, pero dicen lo contrario para no complicarse la vida con los alborotos de Hugo Chávez y compañía. Aunque también algunos expertos en asuntos estadounidenses aseguran que lo que ocurre realmente es que entre los asesores de Obama para asuntos interamericanos, hay algunas personas izquierdistas y, por lo tanto, simpatizantes encubiertos de Chávez, Fidel Castro y Daniel Ortega. ¿Quién sabe?
De todas maneras, sea hipócrita o sincera la actitud del gobierno estadounidense ante el problema hondureño —en el cual se está jugando la vida o la muerte de la libertad, de la democracia representativa, de la economía de mercado y el libre comercio, pero esto no parece importarle al gobierno de Barack Obama—, lo cierto es que, como dice Florentino Portero, Estados Unidos sólo ha sembrado el desconcierto y el resentimiento entre sus amigos, mientras cosecha más odio y desprecio de sus invariables enemigos.
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