lunes, agosto 31, 2009

LA MALDICIÓN DE LOS KENNEDY



César Augusto Bravo Vargas
El autor es intelectual chontaleño. Reside en España.

Desde que los Kennedy aparecen en los anales históricos universales, nadie ha encarnado tanto la ilusión del buen gobierno, ni la imagen de la América mesiánica, vibrante y atractiva como ellos. Aquel funesto día de 1963 en que John F. Kennedy fue asesinado en Dallas Texas, la gente caía de rodillas en las calles y mientras se rasgaban las ropas lloraban desconsoladamente. Cinco años más tarde, tras el asesinato de Bob Kennedy en plena campaña presidencial, muchas miradas del pueblo estadounidense se volvieron hacia Ted, viendo en él la última gran esperanza de su familia y, desde luego, de su país.

Pero la maldición, que les acompaña a la par de su gran popularidad, no les deja en paz y esta vez ha estampado su firma en el último patriarca de los Kennedy, el ex senador de Massachussets, Ted Kennedy, a quien el 20 de mayo del año pasado le diagnosticaron el tumor cerebral canceroso que acabó con su vida el miércoles 26 de agosto, dejando en evidencia, una vez más, algo que nadie se atreve a discutir en los Estados Unidos: a los Kennedy los persigue una maldición.

Frisaba Ted los 30 años cuando su hermano fue electo Presidente de Estados Unidos de Norteamérica, pero su juventud lo obliga a esperar dos años para hacerse con el escaño que John deja vacante en el Senado. Para que nadie se los arrebatara, en una hábil maniobra, los Kennedy se lo dan a un amigo de la familia, quien en 1962 no tuvo inconveniente en retirarse para dar pie a la elección a favor de Ted. Pero desde que Ted recibió este pequeño golpecito de buena suerte y tras casi 50 años de carrera política había venido postergando una y otra vez su participación en la contienda electoral que inevitablemente lo llevaría a la Casa Blanca.

Quizás la razón más poderosa que obligó a nuestro personaje a desdibujar su candidatura tantas veces esté condicionada por su protagonismo en el incidente de Chappaquiddick, donde pierde la vida Mary Jo Kopechne, una linda joven que había trabajado en la campaña presidencial de Robert Kennedy. En esa siniestra noche Ted conducía el carro, que cayendo al agua se llevaba la vida de Mary Jo y desde luego, las aspiraciones presidenciales de Ted. “Una maldición persigue a mi familia”, reconoce Ted, conmovido tras el accidente.

Pero cuando el automóvil se salió del puente sería parte de la maldición o sólo fue el resultado de una serie de errores que lo llevaron a protagonizar este lamentable episodio.

Hasta el día de hoy nadie sabe explicar por qué Ted no pidió ayuda a las casas que se encontraban cerca del siniestro y contra toda lógica llama a sus amigos que se encuentran lejos de allí y tardan más de 24 horas en avisar a la policía. Inexplicable y muy sospechoso resulta el hecho que el entonces Senador haya pagado una fortuna a la familia de la víctima para que no solicitaran una autopsia del cadáver. Pero no corriendo con la mala suerte que se le atribuye, Ted fue sentenciado a dos meses de cárcel, que más tarde le fueron suspendidos, y la retirada de su licencia de conducir por un año.

El poder de los Kennedy se hizo sentir cuando un juez exhuma el cadáver de la joven, logrando que la investigación fuera secreta y Ted no fuera imputado. Aún así se sospecha que el entonces joven senador hizo algo con la joven que a él le interesaba mucho ocultar.

Sin incluir su expulsión de Harvard en 1955 por encontrarlo copiándose en un examen de español; a la lista de su desgracia hay que agregar el accidente aéreo de 1964, donde se perfora un pulmón y se le rompen tres vértebras, obligándolo a padecer un terrible dolor que limitaría para siempre su “prometedora” carrera política.

Por otra parte, hasta el 2008 ningún candidato que se alzara con el apoyo de Ted había llegado a la Casa Blanca. En 1988 dio su respaldo al fallido intento de Michael Dukakis, en 1992 era afín de Paul Tsongas en virtud de Bill Clinton, en 2000 apoyó incondicionalmente a Al Gore y en el 2004 a John Kerry. Todos ellos nunca pasaron de ser simples nominados presidenciales. No ocurriendo así con el presidente Obama, para quien el apoyo del Senador fue determinante.

Es sabido que Ted no sólo transmitía un poco de su mala suerte familiar, sino que también la padeció hasta el día de su muerte. En 1972, estando reciente el caso de Chappaquiddick, se autoexcluye de la elección presidencial y en 1980 se atrevió a lanzar su candidatura aprovechando que Jimmy Carter no se encontraba en su mejor momento. Pero al final, ni Carter estaba tan mal, ni dicho caso tan olvidado.

Ted se volvió a su senado, donde acudía siempre que su salud se lo permitiera, y donde se hizo notar por ser un defensor precoz de una política migratoria más amplia, por ser un hábil defensor del matrimonio homosexual y el aborto, por votar en contra de la guerra en Irak y por estar a la vanguardia del activismo ambientalista.

Pienso que Ted Kennedy será recordado no por la lista de infortunios que protagonizó, sino por sus aciertos en política y por la gran influencia que ejercía en el Senado. Creo que una vida tan atribulada por fin ha encontrado descanso, sólo espero que sea eterno.

No hay comentarios.: