martes, diciembre 22, 2009

CARTA DE AMOR A NICARAGUA

Fabio Gadea Mantilla.

LA PRENSA/ARCHIVO
Querida Nicaragua: Cuando la avaricia se apodera del ser humano, éste se vuelve hosco, gruñón, intratable. Mira a los demás con desprecio, no piensa en los problemas de los otros, sólo guardar y guardar dinero y bienes materiales.

Tiempo sublime y bello es el de la Navidad, inefable, es decir indescriptible con palabras, un gozo sobrenatural que llega a todas las criaturas, menos al avaro protagonista del más famoso cuento de Navidad escrito por el escritor británico Charles Dickens en 1843.

El cuento de Navidad de Dickens desarrolla de manera ejemplar el tema de la avaricia humana.

El avaro y prestamista Ebenezer Scrooch es un viejo insociable al que su empleado, un pobre hombre llamado Bob, le tiembla. Nunca celebra la Navidad, vive una vida solitaria y jamás deja de trabajar. No entiende de fiestas ni de navidades, sólo vive para recibir los intereses del dinero que tiene prestado.

Un día el viejo Scrooch recibe en vísperas de Navidad la visita de un espíritu misterioso que resulta ser el de su amigo Jacobo Marley que ha cumplido siete años de muerto. Éste le cuenta que por haber sido avaro paga su maldad cargando una larga cadena que debe arrastrar por toda la eternidad. Le dice a Scrooch que sus maldades ya superaron a las de él y que cuando muera tendrá que arrastrar una peor cadena. Le anuncia la visita de tres espíritus de Navidad. Scrooch no se asusta y los espera.

Días más tarde aparecen los tres espíritus navideños. El del pasado que le hace recordar al viejo avaro su vida infantil y juvenil llena de melancolía y añoranzas antes de su adicción al trabajo, así como su desmedido afán de enriquecerse.

El espíritu del presente hace ver al viejo la actual situación de la familia de su empleado Bob, que a pesar de su pobreza y de la enfermedad de su hijito, celebra la Navidad con alegría. Cada espíritu le muestra las desgracias del mundo y cómo la gente, aunque pobre y llena de problemas, alaba al Niño Dios y celebra la Navidad.

Luego le aparece el espíritu del futuro, mudo y sombrío. Le muestra el destino final de los avaros, su casa saqueada por los pobres, todo su dinero convertido en chatarra, el destino miserable de sus amigos de la bolsa de valores. Y le muestra lo más espantoso: su propia tumba, ante la cual Scrooch se horroriza.

Al final el avaro despierta de sus pesadillas y se convierte en un hombre generoso y amable. Es Navidad y Scrooch hace lo que nunca hizo, salir a la calle y saludar a la gente con un Feliz Navidad y entra en casa de sus parientes para celebrar. A su empleado le aumenta el sueldo y visita su casa para ayudarle a su familia.

Este cuento de Navidad de Charles Dickens ha dado la vuelta al mundo y ha convertido a muchos hombres de duro corazón que nunca pensaban en los demás.

No hay mejor ocasión que ésta para relatar un cuento tan ejemplar como éste. Llega el Niño Jesús, el Rey de Reyes, cumple años el Señor de Señores. Hay que honrarle pensando en nuestros prójimos, en los más pobres, en los presos, en los desamparados, en los solitarios que no tienen a nadie con quien compartir. Compartamos una cena, un saludo, un abrazo, unas palabras de cariño y amistad.

Que pasemos todos una Feliz Navidad.

No hay comentarios.: