miércoles, diciembre 23, 2009

NICARAGUA EN ESTADO DE CORRUPCIÓN

Opinión | martes 22 de diciembre 2009

Hubo un tiempo en Nicaragua cuando se creía que el régimen más corrupto de la historia nacional, desde la Independencia de 1821, había sido la dictadura dinástica somocista que durante 43 años dominó el país como una hacienda familiar.

Sin embargo, la dictadura sandinista resultó peor que la somocista, a la que sustituyó y empeoró, traicionando de esa manera la confianza del pueblo nicaragüense que lo que quería era libertad y democracia. Y lo peor fue cuando Daniel Ortega y el FSLN perdieron las elecciones del 25 de febrero de 1990. Entonces los perdedores realizaron un saqueo espectacular, alucinante, de los bienes del Estado y de propiedad privada, que pasó a la historia con el significativo nombre de “piñata sandinista”.

Pero ahora el nuevo régimen de Daniel Ortega y el FSLN, restablecido el 10 de enero de 2007, está tratando notoriamente de superar su propia marca en el uso indebido del poder y los bienes públicos, como se deduce de los continuos y numerosos escándalos de corrupción que han sido investigados y denunciados por LA PRENSA y otros medios de comunicación. Por eso no fue una sorpresa el informe de Transparencia Internacional sobre la corrupción en el mundo en el año 2009, en el cual se registra que entre los 180 países evaluados Nicaragua ocupa el lugar 130, y el 26 entre 32 de las Américas que fueron incluidos en la evaluación. Esta situación, según el organismo no gubernamental Ética y Transparencia, que es filial nicaragüense de Transparencia Internacional, determina a Nicaragua como “Estado fallido en materia de corrupción”.

En realidad, es comprensible que en Nicaragua no exista la ética de la administración pública. El apotegma de Lord Acton, de que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente, significa que donde hay más concentración y centralización de los poderes públicos, allí inevitablemente existe más corrupción. Y la característica del régimen de Daniel Ortega es precisamente la centralización de los poderes públicos y una gran concentración de poder económico y de riqueza material en manos de su familia y de la reducida rosca oligárquica que lo rodea.

Es cierto que corrupción siempre ha habido en Nicaragua, desde que el país se constituyó como estado independiente. La hubo sobre todo durante el somocismo, que como ya dijimos durante algún tiempo fue tenido como el régimen más corrupto. La hubo en el gobierno de Arnoldo Alemán, quien en tan sólo cinco años casi logra superar lo que hizo la dictadura dinástica somocista en largos 43. Y la hubo también en los otros gobiernos, pero en medida mucho menos que en el somocismo y el alemancismo.

Además, corrupción hay en todo el mundo, hasta en las naciones que practican estrictos controles sobre la administración pública y el ejercicio del poder. Pero una cosa es que haya actos corruptos que son denunciados por los medios de comunicación y castigados por las autoridades mediante la aplicación de la ley, y otra muy distinta es que la corrupción se vuelva habitual, que las autoridades gubernamentales la toleren, promuevan y practiquen y que sea amparada por la impunidad. En este caso ya no se trata de actos corruptos, sino de un estado de corrupción. Y por eso es que según la evaluación de Transparencia Internacional Nicaragua es “un Estado fallido en materia de corrupción”.

Lo cierto es que mientras Nicaragua siga gobernada por personas como Daniel Ortega y los nuevos oligarcas que lo secundan, y se continúe teniendo como alternativa a políticos que ya han practicado la corrupción y no han dado ni siquiera una mínima señal de arrepentimiento, no hay posibilidad real de que el país salga de la pobreza y el atraso. Y menos si los ciudadanos no se preocupan por la corrupción y no le da la importancia que realmente tiene.

Sólo el 9.3 por ciento de las personas que fueron consultadas en la reciente y última encuesta en este año de M&R, opinó que la corrupción es el principal problema de Nicaragua. O sea que la gran mayoría de los nicaragüenses no entiende todavía que la corrupción es la causa principal del atraso del país y de su propia pobreza, y considera normal o inevitable que los gobernantes sean corruptos. Así no hay cómo salir del hoyo en el se encuentra el país precisamente por culpa de los corruptos.

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