jueves, agosto 09, 2007

LA CORRUPCIÓN EN VENEZUELA.



Entre 1824 y 1826, el Libertador Simón Bolívar firmó varios decretos en los que definía la corrupción como “violación del interés público” y establecía la pena de muerte para “todo funcionario público culpable de robar diez pesos o más”. Uno de los artículos decía: “Los jueces, quienes debiendo ejecutar este decreto no lo hagan, serán también ajusticiados”. Ciento ochenta años después, de acuerdo a un estudio realizado por el Banco Mundial, en Venezuela es donde menos se combate la corrupción en la América continental. Si se incluye las Antillas, Haití ocupa el primer lugar y Venezuela el segundo. Aunque la historia de la nación bolivariana ha estado plagada de corrupción, nunca este mal social se toleró y estimuló tanto como bajo la actual administración de Hugo Chávez.

Gustavo Coronel, quien fuera miembro de la Junta Directiva de Petróleos de Venezuela (PDVSA) entre 1976 y 1979, dice en un artículo publicado por el Instituto Cato que hasta el tercer trimestre del 2006, el gobierno de Chávez había percibido ingresos —sólo por concepto de venta de petróleo y de préstamos— hasta por 225 mil millones de dólares. A pesar de estos grandes ingresos, la deuda externa venezolana creció de 21,000 millones de dólares en 1998 a 41,000 millones en el 2005.

En el 2003, la empresa petrolera estatal dejó de publicar sus estados financieros anuales consolidados. El Banco de Desarrollo (Bandes) creado en el 2001 por decreto presidencial y el Fondo de Desarrollo (Fonden), responden únicamente al presidente Chávez, quien libra cheques sin consultar ni responder ante nadie. Según el Banco Central de Venezuela, Chávez ha transferido unos 22,500 millones de dólares a cuentas en el extranjero, de los cuales 12,000 millones permanecen sin justificación o soporte. Se cree que una parte de estos fondos ha sido usada para comprar lealtades políticas en América Latina y otros gastos discrecionales. Además, Chávez utiliza presupuestos paralelos sin el control del Poder Legislativo, dispone de los fondos públicos como si fueran su patrimonio personal y desde él hasta la base de la pirámide gubernamental, el sistema político venezolano estimula la corrupción y traiciona la memoria de Bolívar cuyo ideario se usa como propaganda pero en la práctica cotidiana se pisotea y menosprecia.

Estas irregularidades ocurren a pesar de que Hugo Chávez hizo de la guerra contra la corrupción, uno de los bastiones de su campaña electoral; y no obstante que se han creado organismos supuestamente para controlarla, como por ejemplo, el Poder Ciudadano, integrado por el Contralor, el Procurador General y el Defensor del Pueblo. El problema es que como estos funcionarios son escogidos de dedo por el Presidente, no hacen nada que le moleste. En algunos casos el gobierno de Chávez destituye a funcionarios corruptos, pero no se los procesa. De tal manera que sus destituciones son simplemente jubilaciones tempranas, para que vayan a gozar del fruto de sus robos.

El estudio del Banco Mundial llamado “Asuntos de Gobierno 2007 e Indicadores de Gobierno en el Mundo 1996-2006” (que es un informe sobre la corrupción en todos los países de la Tierra), también informa que entre los Estados que más y mejor combaten la corrupción están Costa Rica, Uruguay, Chile, EE. UU. y Canadá. El honroso primer lugar a nivel mundial corresponde a Finlandia, con ciento por ciento de efectividad. Nicaragua fue clasificada con el 23,8 por ciento de efectividad en la lucha contra la corrupción, lo cual es decepcionante.

La efectividad de la lucha anticorrupción depende al menos de dos factores: la voluntad política de los Estados para llevarla a cabo y la cantidad y calidad de los recursos técnicos y económicos con que cuentan. En nuestro medio, la corrupción es principalmente producto del caudillismo que la promueve a través del populismo, el clientelismo y el prebendarismo. Así que para combatir la corrupción habría que elegir autoridades con verdadera vocación democrática; fortalecer la independencia de los Poderes públicos, la institucionalidad y el imperio de la ley. En este proceso, los nicaragüenses estamos crudos. Sin embargo, hay que seguir luchando por la democracia y denunciando la corrupción desde todos los medios y foros disponibles.

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