Opinión | domingo 22 de noviembre 2009
Las lecciones de la gran marcha en la cual una multitud calculada entre 50 y 70 mil personas planteó en las calles las reivindicaciones políticas, económicas y sociales más importantes y sentidas de toda la población, ha motivado numerosas y diversas valoraciones. Y muchas lecturas más se podrían hacer de este histórico evento político, que sin duda marca un antes y un después en la intensa lucha que está librando la ciudadanía por el rescate de la república democrática en Nicaragua.
Pero ante todo es justo reconocer que la Policía Nacional, y personalmente su jefa, la primera comisionada Aminta Granera, cumplieron su compromiso y su deber de garantizar la seguridad de los marchistas democráticos. Los incidentes de violencia causados por agresiones de turbas orteguistas, que lesionaron el ojo de una oficial de policía y golpearon a algunos manifestantes ya cuando éstos regresaban a sus lugares de origen y a sus hogares, fueron hechos aislados prácticamente incontrolables, derivados de la irrefrenable compulsión agresiva de los partidarios de Daniel Ortega
Ahora bien, a nuestro juicio el aspecto más importante y destacado de la marcha fue la gran demostración de unidad de todos los sectores democráticos del país, como no se había visto desde 1990, pero ahora más amplia, porque ha sido enriquecida con la participación de los sectores sandinistas democráticos y una amplia red de organizaciones progresistas de la sociedad civil. A partir de ahora, los líderes políticos, que por cierto participaron en la marcha, ¿seguirán poniendo obstáculos a la unidad opositora o van a atender la clara voluntad y el categórico mandato unitario del pueblo? La respuesta es de ellos...ENTÉRATE DE TODO
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