jueves, julio 19, 2007

LA REVOLUCIÓN ES EL PASADO.

"Managua, Nicaragua, 06:53 pm 19.07.07


Carlos Marx calificó la revolución como la partera de la historia y Vladimir Ilich Lenin lo parafraseó diciendo que las revoluciones son las locomotoras de la historia. De esa manera los principales teóricos del comunismo “científico” querían convencer acerca de que el progreso histórico únicamente es posible por medio de la revolución. Sin embargo, el poeta alemán Enrique Heine, amigo de Marx, reparó en el aspecto humano del asunto y advirtió que tenía miedo a los revolucionarios, a pesar de que simpatizaba con ellos, “porque cuando tengan el poder despreciarán la libertad y el arte, no amarán las flores ni respetarán las diferencias”.

La realidad ha sido peor que los temores de Heine. Quien evalúe con honestidad intelectual las consecuencias de casi todas las revoluciones que han ocurrido en el mundo, puede comprobar que han sido muchos más los daños y retrocesos que causaron que los beneficios que obtuvieron de ellas los pueblos de los países donde se realizaron.

Se dice que lo único que justifica una revolución es la obstinación de los tiranos en mantenerse en el poder para siempre. O sea que cuando no hay ninguna posibilidad de conseguir por medios pacíficos la libertad, la justicia y la democracia, se justifica recurrir a la revolución para poner fin a la tiranía. Pero son muy raros los casos de revoluciones que terminan asegurando esos valores tan preciados para la persona humana. Al contrario, lo común es que, como anotó el gran escritor ruso León Tolstoy: “Todas las tentativas que hasta aquí se han hecho para derribar los gobiernos por la violencia, no han conseguido más que sustituir al derribado por otro nuevo, a veces más cruel que el anterior”.

Los nicaragüenses sabemos muy bien, por experiencia propia, qué significa en la realidad la revolución. La revolución sandinista de 1979 puso fin a la dictadura somocista, pero, tal como lo advirtiera Tolstoy, impuso en su lugar otra dictadura peor que la anterior. Los logros de la revolución sandinista fueron escasos e irrisorios, comparados con la represión despiadada, la guerra civil, los abusos gubernamentales, la censura de prensa, la restricción y supresión de los derechos y libertades individuales, la creación de un Estado-policía que husmeaba hasta en los aspectos más íntimos de la vida privada de las personas, la ruina de la economía nacional, el empobrecimiento de la población mientras los dirigentes revolucionarios se enriquecieron y formaron una nueva oligarquía. Como muy bien lo dijo Pablo Antonio Cuadra: aquella revolución “culminó su redención del pobre con una piñata de millonarios”.

Todavía hoy los dirigentes y seguidores del FSLN culpan a la guerra y “la agresión del imperialismo yanqui” por el fracaso de la revolución sandinista. Pero la guerra fue provocada de manera deliberada por los mismos gobernantes sandinistas de entonces, con su política aventurera de exportación de la revolución. Y además, el fracaso de la revolución sandinista fue el resultado de sus propias contradicciones y de su inviabilidad humana, de la falta de libertad económica y política, de la planificación económica burocrática, de la sustitución de la libre iniciativa y el esfuerzo personal de los individuos por la voluntad todopoderosa y omnipresente del Estado. Precisamente por eso fue que fracasaron las revoluciones comunistas de la extinta Unión Soviética y Europa Oriental; y por eso mismo sólo aquellos países comunistas que implementaron la economía capitalista, como China y Vietnam, han podido ser exitosos en términos económicos.

Ahora en Nicaragua es una irresponsabilidad, inclusive una locura, hablar de otra revolución, o de una segunda etapa de la que naufragó en 1990 como consecuencia de sus propios errores, abusos e incongruencias con la naturaleza humana. La revolución es el pasado y el retroceso, no el presente y mucho menos el futuro. El camino a seguir es el que conduce al fortalecimiento de las instituciones democráticas, a garantizar las libertades y los derechos individuales y sociales de los nicaragüenses, a crear seguridad jurídica y un Estado de Derecho.

Estas son las condiciones indispensables para que el país pueda desarrollarse económicamente y la población pueda conseguir, en libertad, la prosperidad y el bienestar que se merece".

ESTE ES EL EDITORIAL DEL DIARIO LA PRENSA DE HOY JUEVES 19 DE JULIO DE 2007

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