viernes, septiembre 18, 2009

D E P E N D E N C I A S

Carlos de Buen

17/09/09

A 199 años del Grito de Dolores, suceso que tradicionalmente conmemoramos como el inicio del movimiento que desligó a la nación mexicana de la corona española, no hay mucho que festejar respecto de una inexistente independencia, ya no respecto de la Madre Patria, sino de otros factores que aparecen en el discurso que pronunció el presidente Felipe Calderón el 2 de septiembre. Veamos:

La dependencia económica de otro país: “La economía mexicana fue una de las principales afectadas por nuestra vinculación a la economía de EU…”
La dependencia económica del petróleo: “La caída más severa en la producción de petróleo… una reducción de casi 70,000 millones de pesos en los ingresos públicos, sin considerar el efecto de la disminución de precios...”

La dependencia que produce el descuido del medio ambiente, que se refleja en el “viejo modelo no sustentable del manejo del agua en el Valle de México…”
La dependencia que deriva de una educación insuficiente y mala, que nos hace aspirar a “una educación de calidad...”

La dependencia que generan los costos de las enfermedades frente a la ausencia de lo que debimos lograr hace mucho tiempo: “La cobertura universal de salud…”
La dependencia a las drogas que hace presumir los “más de 300 centros Nueva Vida… para la prevención y el tratamiento de las adicciones entre jóvenes y adolescentes…”

La dependencia que acompaña a la inseguridad, que despoja a los ciudadanos de espacios vitales al transferir a la criminalidad “el control de mercados, territorios, plazas, autoridades y ciudadanos…”, y hace necesario “restablecer el imperio de la ley...”

La dependencia a que ha dado lugar la negligencia y corrupción de los gobiernos, que ha derivado en “unas debilitadas estructuras institucionales del Estado, responsables de la administración y la procuración de justicia…”

La dependencia que se origina en la insuficiencia de reglas, que obliga a construir “una nueva arquitectura legal para consolidar el Estado de derecho…”

La dependencia que supone un arreglo político insuficiente: “Los ciudadanos no están satisfechos con la representación política… Hay que pasar del sufragio efectivo, a la democracia efectiva…”

La dependencia que generan “las condiciones de pobreza en la que vive la mitad de la población, y en particular la pobreza extrema, que sufre uno de cada cinco mexicanos”.

La dependencia, en fin, que deriva del desempleo y de los bajos salarios, y que obliga a crear las condiciones para “el acceso de millones de mujeres y de jóvenes a la vida del trabajo, a la vida económica, a un ingreso digno…”; así como a llevar a cabo una reforma laboral “que incremente la productividad y que lo haga con pleno respeto a la autonomía sindical, al derecho de huelga y a la contratación colectiva, que fortalezca la rendición de cuentas y los derechos de los trabajadores, en especial el más importante, que es el derecho a obtener un trabajo”.

Dejamos al final este que es el séptimo elemento del decálogo de Calderón, para advertir que sus propósitos no coinciden con la política laboral de su gobierno, ni con la de los que lo precedieron, que sólo han “respetado” la autonomía sindical y el derecho a la negociación colectiva, cuando los sindicatos han acatado a pie juntillas las decisiones salariales de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y del Banco de México, que han sido tan útiles para contener la inflación como para empobrecer a los trabajadores mexicanos.

Tampoco corresponde a las propuestas “oficiales” de reforma laboral, incluida la del secretario Lozano, que se distingue por el apoyo que brinda a la simulación jurídica en las relaciones individuales y colectivas de trabajo. Todas las que han surgido de la Secretaría del Trabajo y de Previsión Social en los últimos tres gobiernos buscan promover la inversión, abaratando los costos laborales.

En su discurso reconoció Calderón las limitadas posibilidades de su gobierno “para proteger los empleos, las fuentes de ingreso y la economía familiar…”, pero no parece percatarse de que esos límites han sido impuestos por las políticas neoliberales.

Dijo el Presidente que Oportunidades apoya a una de cada cuatro familias y que cada familia recibe entre 500 y poco más de 2,000 pesos, lo que implica que la mitad de los pobres no se beneficia del programa y, lo que es peor, que los apoyos llegan a rebasar el salario mínimo, o sea que ni siquiera el trabajo formal garantiza salir de pobreza. ¿Qué independencia podemos celebrar, si uno de cada dos ciudadanos depende de programas asistenciales, incluso para sobrevivir?

Con más cambios de forma que de fondo, el discurso acusa recibo de la derrota en las elecciones del 5 de julio y parece denotar una reacción madura del Presidente ante la adversidad, al reconocer diversas fallas, algunas propias, y plantear un cambio sustancial, con sus riesgos y sus costos, y convocar a todos a hacer de México un país más justo, eficaz, seguro, limpio y democrático.

Claro está que para lograrlo deberá abandonar el modelo neoliberal, que es el principal culpable del cúmulo de dependencias, aunque nada en el discurso denota esa intención. Por lo pronto, el paquete económico que el secretario de Hacienda entregó a los diputados, se inscribe en aquel modelo económico, al dar prioridad a la disciplina financiera y condenar a los pobres a seguir dependiendo de un programa focalizado de transferencias económicas que tiene componentes de educación, salud y alimentación, pero que no genera empleos.

Quisiera darle mi voto de confianza al Presidente, pero no lo haré mientras no advierta cambios sustanciales en las políticas económicas y en su equipo de trabajo. Es seguro que mis reservas lo tengan sin cuidado, pero ojalá que no espere de los demás ciudadanos un apoyo acrítico e incondicional, que ese voto no le servirá de nada.

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