sábado, septiembre 12, 2009

EDITORIAL LA PRENSA NIC. "CÓMPLICES DE LOS VERDUGOS"

Seguramente que no es por dinero, que el afamado cineasta norteamericano Oliver Stone ha hecho la película documental titulada Al sur de la frontera para exaltar al dictador venezolano Hugo Chávez, la cual fue presentada esta semana por ambos personajes en el festival internacional de cine de Venecia.

En realidad, un cineasta que ha sido nominado doce veces a los premios Oscar de la Academia de Ciencias Cinematográficas de Hollywood y que los ha conseguido cuatro veces; el que además ha sido nominado en cuatro ocasiones al no menos codiciado premio cinematográfico Globos de Oro, que otorgan los corresponsales de prensa extranjera acreditados en Hollywood, obteniéndolo tres veces, no debe tener necesidad del dinero de Hugo Chávez para rendirle la escandalosa pleitesía que le ha brindado con su película de propaganda.

Tampoco es la primera vez que un artista, intelectual y hacedor de cultura, se postra ante un tirano o dictador singularmente poderoso. Esto ha ocurrido muchas veces en América Latina, donde, como dijera el sábado 6 de junio del presente año el diario La Nación, de Buenos Aires, Argentina, en un comentario editorial, “se rinde tanto culto a las tiranías espeluznantes que se derivan del delirio comunista. (Aquí ) se pretende convertir en mártires de la libertad a pistoleros más o menos ilustrados que han procurado imponer sus ideas por la violencia y el terror”.

Pero lo cierto es que en todas partes del mundo ha habido intelectuales, artistas y otros creadores culturales que se deshacen de admiración a los tiranos y dictadores, particularmente a los de izquierda. Así como en América Latina veneran a Fidel Castro y Hugo Chávez , otros tiranos inclusive peores que éstos, como los genocidas Stalin de la Rusia comunista y Hitler de la Alemania nazi, se rodearon de artistas e intelectuales que les cantaban himnos de alabanza y los presentaban como libertadores y benefactores de la humanidad. Y en EE.UU. el mismo Oliver Stone, ya se había hecho famoso no sólo por sus películas que fueron grandes éxitos de taquilla, como Pelotón, Nacido el 4 de julio, Wall Street, Nixon, Alexander, etc., sino también por otro documental de propaganda que dedicó al déspota comunista de Cuba, Fidel Castro, en el año 2003.

Para sólo citar algunos otros casos relevantes, el extraordinario escritor y filósofo francés Jean Paul Sartre, lo mismo que el deslumbrante poeta chileno Pablo Neruda, veneraron a Stalin como si hubiera sido un dios viviente. El poeta y escritor norteamericano Ezra Pound, justificó y apoyó incondicionalmente al dictador fascista de Italia, Benito Mussolini, mientras que el eminente filósofo alemán Martin Heidegger, hizo lo propio con Adolfo Hitler. Y todos ellos dijeron que lo hacían en nombre del pueblo, por amor a la humanidad, mientras millones de personas eran asesinadas en el Gulag soviético y los hornos de la muerte del nazismo alemán no cesaban de arder, exterminando judíos, polacos, gitanos, homosexuales y cualquier otra clase de personas que eran consideradas como seres inferiores.

Hanna Arendt, la eminente teórica política de origen judío-alemán que emigró a Estados Unidos durante el nazismo, autora entre muchas obras conocidas del libro Los orígenes del totalitarismo, escribió que lo que llevó a muchos intelectuales a sumarse a los movimientos y los caudillos antidemocráticos, no era un “nihilismo de la inteligencia moderna”, ni el odio a sí mismos que supuestamente es propio de ciertos intelectuales. Los intelectuales y artistas que así han actuado, observó Hanna Arendt, lo han hecho “por un convencimiento personal político e ideológico… sabían perfectamente lo que hacían: el discurso de Friburgo de Heidegger continúa siendo la página más triste de su vida docente”.

Por otra parte, el intelectual alemán-británico recientemente fallecido, Ralf Dahrendorf, calificó como “traición de los valores liberales las miserias morales que condujeron y consolidaron la entrega al totalitarismo. Sin embargo —agrega Dahrendorf—, traicionaron algo más que los valores partidistas: traicionaron a la sociedad civil que hizo posible que existiera. Fue un espectáculo horrible que no debe olvidarse”.

Pero afortunadamente también ha habido y hay otros intelectuales, artistas y creadores de cultura que comprendieron y siguen comprendiendo que, como dijera Octavio Paz en 1987 cuando renegó del apoyo intelectual que le había dado al totalitarismo: “La idea revolucionaria ha sufrido golpes mortales; los más duros y devastadores no han sido los de sus adversarios sino los de los revolucionarios mismos: allí donde han conquistado el poder han amordazado a los pueblos...” “Quisimos ser hermanos de las víctimas y nos descubrimos cómplices de los verdugos”, reconoció amargamente el insigne Premio Nóbel mexicano.

Y es exacto lo que dijo Paz: Cómplices de los verdugos, como lo es Oliver Stone de Hugo Chávez, de Fidel Castro y los demás de su misma ralea.
Más información en www.laprensa.com.ni >>

No hay comentarios.: