Todavía hace dos años las agencias encuestadoras que exploraban sobre el peso, rango y preferencia institucional en el país reflejaban que la percepción de los nicaragüenses ubicaba a la Policía Nacional en el pináculo de toda la estructura del estado. Los resultados arrojaban que su Directora, la Comisionada Aminta Granera, era tan popular como presidenciable y que su mando era un sello de garantía para vender que el órgano vigía de la seguridad ciudadana era por encima de todo profesional e incorruptible, apartidista y nacional.
Aquella percepción que ahora es un verbo en pasado fue producto no de simpatías personales sino del esfuerzo de muchos años acumulados desde 1990 que frenaron su marcha en el 2007 cuando Daniel Ortega tomó nuevamente el mando presidencial. La Policía Nacional que había logrado desmontarse del programa político del FSLN desgraciadamente volvió a la noche oscura y sucumbió a los cuadros residuales de la dictadura de los ochenta que aun quedaron en ella.
El mismo día que Daniel Ortega retomó el poder, en la improvisada y deslucida toma de posesión, éste se encargó con mucho énfasis en recordar a las instituciones castrenses, el Ejército y la Policía, el origen de su fundación, el carácter ideológico que los formó y el compromiso con los Héroes y Mártires, es decir toda una invitación a cuadrarse al renaciente régimen que en los tiempos de la década perdida fueron la guardia pretoriana de los nueve Somoza desde la cual los también dioses del olimpo sometieron, torturaron y esclavizaron al pueblo para hacer de Nicaragua una enorme cárcel.
En algún momento la creciente dictadura de Daniel Ortega trató de mantener en el más absoluto secretismo los cambios que hacía en la policía para crear condiciones que facilitaran, en la sucesión de mando, el nombramiento como próximo comisionado general de la policía a su consuegro, pero después se destapó el asunto y se conoció que lo que realmente había pasado es que a Aminta Granera la “descharretaron” totalmente y el mando real recayó sobre policías partidarios que ahora tienen el control.
Los resultados de la toma del FSLN en las esferas de la Policía Nacional es hoy una debacle institucional. Aminta Granera, descaradamente anulada como factor de mando y decisión en el organismo de resguardo a la seguridad ciudadana, es en realidad una figura cosmética que aparece únicamente cuando la imagen de la institución es una y otra vez despedazada por la opinión pública que no se engaña y que sabe perfectamente que nuestra policía dejó de ser nacional y ahora es orteguista.
La policía es ahora no solo apañadora de los grupos “paramilitares o paraestatales” que se toman las calles y rotondas para cachiporrear y negar el derecho a los opositores para manifestarse y disentir, sino que además prestan las condiciones y arman los escenarios para que los pandilleros, las “turbas divinas”, actúen en función del delito, para que cometan sus fechorías. Por supuesto que solo después de consumados los hechos los “robocop” aparecen con cara de voluntariosos haciendo el papelón de payasos y diciendo que están ahí para garantizar el orden.
¿Cual orden? ¿Acaso es el mismo que impusieron cuando golpearon a los de la Coordinadora Civil en catedral? Es el de la muchacha de la misma coordinadora a la que un valiente rojo y negro le fracturó en cuatro su brazo cuando la seguía hasta su casa? ¿Es el que impusieron en la embajada americana o es el trato amable y cariñoso que le dieron a Patricia Orozco en León a la que trataron como si se tratase de una vulgar delincuente?
Que el nombre de la institución Policía Nacional haya sido llevado a Washington para denunciarlo como violador de los derechos humanos ante la Comisión Interamericana que vela por esos asuntos es un duro golpe para la poca confianza que la ciudadanía tenía en términos de respeto hacia sus uniformados pues ahora a través de ellos volvemos a los tiempos de los verdugos, de los esbirros y las ergástulas.
Lástima por el retroceso en el avance. Lamentable que la Comisionada Aminta Granera no tenga la suficiente dignidad para realizar que todo el desprestigio de la institución que todavía representa lo han montado sobre sus laureadas charreteras en detrimento del renombre que en algún momento alcanzó nuestra policía en el ranking de sus homólogas en América y el mundo.
POR NICARAGUA CUESTE LO QUE CUESTE ASI PENSAMOS EN EL MOMENTO.
Moises Absalon Pastora Loasiga
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